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Amonkhet: Resistencia

"El mundo fue aplastado bajo el tal贸n del poderoso Dios Fara贸n y una Hora nunca mencionada comenz贸 cuando el sol rojo sangre ti帽贸 la tierra de carmes铆. Y as铆 imper贸 la Hora de la Devastaci贸n y el Dios Fara贸n culmin贸 su gran proyecto, dejando ruinas a su paso mientras la oscuridad consum铆a y destru铆a por completo la ciudad".


Samut corr铆a sin detenerse.

El peque帽o grupo de supervivientes la segu铆a. Djeru corr铆a al ritmo de los m谩s rezagados para proteger la retaguardia.
"Tenemos que huir de la ciudad y llegar al desierto".
La orden de Hazoret ard铆a en un rinc贸n de sus pensamientos mientras avanzaban. Djeru y ella hab铆an obedecido a la diosa y se hab铆an separado de ella para poner rumbo a la periferia de Naktamun. Sus n煤meros crec铆an en el trayecto a medida que otros supervivientes se un铆an a la lucha.
Pero sus n煤meros tambi茅n mermaban a medida que la destrucci贸n provocada por los dioses arrasaba la ciudad.
"Llegar al desierto".

Para la gente de Naktamun, las dunas interminables y las arenas asfixiantes siempre hab铆an sido s铆mbolos de muerte y peligro, adem谩s de un recuerdo de insensatez y p茅rdida para Samut. Sin embargo, el desierto se hab铆a convertido en la 煤ltima esperanza para sobrevivir.
El variopinto grupo de ciudadanos lleg贸 a un edificio situado cerca de donde la Hekma se alzaba apenas horas antes. El cuartel, donde hasta entonces hab铆an residido los visires de Kefnet que ayudaban a cuidar y reparar la barrera, parec铆a completamente abandonado excepto por algunos enjambres de langostas que se hab铆an pegado a varias superficies. Samut hizo un gesto a los dem谩s para que se refugiasen tras un muro y escal贸 la superficie irregular de piedra para llegar al tejado y otear los alrededores.
Ante ella, los desiertos de Amonkhet se extend铆an hasta el horizonte. El viento empujaba nubes de arena y las dunas ondulantes proyectaban sombras extra帽as, aunque Samut no distingu铆a si se deb铆a a la luz, al viento o a que ocultaban alg煤n horror desconocido. Lo que s铆 sab铆a era que hab铆a ruinas en las afueras de la ciudad, lugares en los que podr铆an refugiarse temporalmente, pero m谩s all谩 de eso, no conoc铆a nada del exterior.
Hazoret a煤n cre铆a que el Dios Fara贸n tal vez regresar铆a para salvarlos a todos de la oscuridad. Algunos miembros del grupo parec铆an compartir su opini贸n y todav铆a mencionaban al Dios Fara贸n en sus gritos de batalla o susurraban plegarias para que enmendase aquella cat谩strofe. Sin embargo, Samut conoc铆a la verdad.
Oy贸 varios gritos procedentes de la calle. Samut mir贸 hacia abajo y vio que todos los supervivientes se帽alaban atr谩s, en direcci贸n a la ciudad. En el cielo hab铆a un vac铆o tenebroso y de aquel abismo incomprensible surgi贸 una inmensa criatura dorada. Por un momento, Samut arrug贸 la frente, confusa. Entonces repar贸 en los cuernos dorados del ser.
La sangre abandon贸 el rostro de Samut.
"Ha llegado".

Nicol Bolas, the Deceiver
Parte del grupo prorrumpi贸 en v铆tores. Algunos echaron a correr de nuevo hacia el coraz贸n de la ciudad, hacia el lejano Dios Fara贸n.
Entonces, el drag贸n alz贸 las garras y una lluvia de fuego negro descendi贸 de los cielos.
Samut grit贸 por encima del estruendo y apremi贸 a los supervivientes para que se refugiaran en el interior del edificio. Contuvo su desesperaci贸n al ver c贸mo una explosi贸n de fuego aniquilaba a un joven minotauro que intentaba volver junto a ellos. Samut salt贸 a la calle y corri贸 a recoger en brazos a una ni帽a aven, para luego regresar al cuartel a toda velocidad y llevarla junto a los dem谩s. Una vez que todos se pusieron a salvo, entr贸 con ellos. Djeru los estaba reuniendo en el centro de la estancia, lejos de ventanas y puertas. El escalofriante estruendo de los proyectiles estallando contra las paredes y los edificios cercanos reverber贸 en los huesos de todos, acompa帽ados de los sollozos de los m谩s j贸venes.
―Por... ¿Por qu茅 nos hace esto el Dios Fara贸n? ―dud贸 con p谩nico en los ojos un joven naga que apenas ten铆a edad para ser un disc铆pulo.
―El Dios Fara贸n es un embustero ―afirm贸 Samut en voz lo bastante alta como para que todos la oyeran―. No es el gran redentor: es un intruso, un farsante de otro mundo.
―N-no puede ser verdad. Esa... bestia no puede ser nuestro Dios Fara贸n ―protest贸 un hombre robusto que Samut conoc铆a: era Masikah, de la simiente Ahn.
―¿Acaso no tienes ojos para ver y o铆dos para escuchar? ¿Tu coraz贸n no siente nada? ¡Las muertes de nuestros dioses! ¡La destrucci贸n de nuestra ciudad! ¡Este hechizo de fuego infernal, procedente de las garras del mism铆simo Dios Fara贸n! ―exclam贸 Samut con una convicci贸n g茅lida mientras miraba a Masikah a los ojos.
―¡Nos han traicionado! ―grit贸 alguien del grupo―. ¡Nuestros dioses han sido traicionados! ―Varios gritos furiosos secundaron la opini贸n.
―Los dioses oscuros son sus heraldos, no sus adversarios. ―Samut pas贸 un brazo por los hombros de Masikah―. Tenemos que afrontar la verdad y luchar por sobrevivir.
Entonces se volvi贸 y se dirigi贸 a todos los presentes, mir谩ndolos a los ojos uno a uno.
―He descubierto la historia encubierta de nuestro pueblo. He visto ruinas y lugares ocultos en las arenas. ―El tono de Samut se suaviz贸 poco a poco―. Esperaba equivocarme, haber ca铆do en la locura y que los sacrilegios que hab铆a descubierto no fueran ciertos. Pero mis mayores temores se han hecho realidad.
Los supervivientes murmuraron entre ellos. Algunas caras se endurecieron con ira, mientras que otras se volvieron hacia Samut y aguardaron sus siguientes palabras. Abri贸 la boca para continuar la arenga, pero entonces sinti贸 un dolor punzante en el pecho. Samut se encorv贸 y luch贸 por respirar, con los dientes apretados. Cuando levant贸 la cabeza, vio a los refugiados aferr谩ndose el pecho, todos ellos con el rostro congelado en una expresi贸n de agon铆a. Uno de los m谩s j贸venes vomit贸.
"¿Cu谩l de ellas ha ca铆do?".
Samut pronunci贸 sus pr贸ximas palabras con resoluci贸n.
―Cuatro de nuestros dioses han muerto. ¡Cuatro! ―grit贸 por encima de los gemidos y llantos del grupo. Algunos sacudieron la cabeza, tratando de negar la verdad que Samut acababa de anunciar. Otros simplemente enmudecieron, con la mirada perdida. Samut insisti贸.
»Yo vivo por la gloria de mis dioses. Rechazo las mentiras del falso Dios Fara贸n. Tenemos que presentar batalla y proteger lo que es nuestro. Debemos sobrevivir. Debemos oponernos al Gran Intruso.
―Yo luchar茅 a tu lado.
Samut se gir贸, sorprendida y con el pecho lleno de emoci贸n. Tras ayudar a un joven a recuperarse, Djeru se puso en pie y se dirigi贸 a los dem谩s.
―Samut es mi m谩s vieja amiga, pero, m谩s que nadie, consider茅 un vil sacrilegio sus palabras contra el Dios Fara贸n. Ahora he visto m谩s que suficiente para comprender que dice la verdad.
Se hizo un silencio inc贸modo entre los supervivientes, hasta que el joven naga intervino.
―Pero ¿qu茅 haremos? ―pregunt贸 mirando al resto.
―¿Qu茅 podemos hacer? ―balbuce贸 alguien. Se oyeron murmullos de duda entre el grupo.
―Buena pregunta ―a帽adi贸 una voz clara y firme―. ¿Qu茅 podemos hacer contra unos dioses oscuros que asesinan deidades y contra un drag贸n que provoca lluvias de fuego?
Varios supervivientes se hicieron a un lado cuando Hapatra dio un paso al frente. Samut mir贸 a Djeru antes de responder a la visir.
―Hazoret nos pidi贸 a Djeru y a m铆 que protegi茅ramos a quienes pudi茅semos y nos ocult谩ramos en las arenas del desierto. Que sobrevivi茅ramos. Nos opondremos al intruso manteni茅ndonos con vida.
Algunas cabezas asintieron con aprobaci贸n.
―Pero yo voy a regresar a la ciudad ―a帽adi贸 Samut.
Camin贸 a zancadas hasta la puerta mientras desenvainaba sus khopeshes y se volvi贸 para dirigirse a todos.
―No os pido que me acompa帽茅is. Escapar y sobrevivir honrar铆a la petici贸n de Hazoret y ser铆a un valiente acto de desaf铆o al intruso. ―La voz de Samut se quebr贸 al decir sus pr贸ximas palabras―. Pero no podr铆a soportar la muerte de nuestra 煤ltima diosa. Aunque Hazoret nos orden贸 huir, yo regresar茅 para intentar defender a quien me ha cuidado desde siempre.
―Ir茅 contigo, hermana ―afirm贸 Djeru desenvainando su arma antes de volverse hacia los dem谩s―. Los hijos de los dioses nunca hemos temido la muerte. Yo dediqu茅 mi vida gustosamente a la b煤squeda de un glorioso m谩s all谩. Ahora la dedicar茅 con orgullo a defender la aut茅ntica divinidad.
Otros guerreros se pusieron en pie y desenfundaron sus armas o empu帽aron sus bastones con absoluta determinaci贸n en el rostro.
―Yo no os acompa帽ar茅.
Todos se volvieron hacia Hapatra.
―Mi coraz贸n anhela la m谩s m铆nima oportunidad de vengar la muerte de mi a帽orado Rhonas, pero s茅 que mis venenos estar谩n mejor empleados al servicio de los supervivientes. ―Desenvain贸 un pu帽al y lo sostuvo con reverencia delante del pecho mientras una peque帽a serpiente se deslizaba brazo arriba―. Soy el colmillo quebrado de Rhonas y s茅 d贸nde golpear para detener a los muertos vivientes y otros monstruos. Acabar茅 con cualquiera que amenace a nuestra gente mientras buscamos refugio entre las arenas. ―Hapatra mir贸 a Samut con una intensidad ardiente―. Dejo la seguridad de nuestra diosa en tus manos, Samut.
La guerrera correspondi贸 el gesto con sus khopeshes.
―No es f谩cil conocer nuestras propias fortalezas y sacrificar nuestros deseos por el bien de los dem谩s. Agradezco tu valent铆a.
Entonces se volvi贸 hacia los supervivientes y alz贸 un arma.
―¡Los dem谩s, conmigo! ¡Encontraremos y defenderemos a nuestra 煤ltima diosa!

Samut apret贸 los dientes. "Son imparables".

Djeru's Renunciation
Djeru derrib贸 a dos de un empuj贸n, pero un tercero ya cargaba contra 茅l, lanza en alto. Samut le grit贸 una advertencia y su amigo consigui贸 desviar el golpe del minotauro recubierto de lazotep. Corri贸 en su ayuda y estamp贸 los khopeshes contra el guerrero muerto viviente, dejando dos cortes dentados en su torso. El golpe no pareci贸 afectar en lo m谩s m铆nimo al minotauro, que gir贸 sobre s铆 y derrib贸 a Djeru y Samut con una potente patada giratoria.
Mientras se levantaba atropelladamente, Samut advirti贸 que solo quedaban otros cuatro combatientes; el resto hab铆an muerto a manos del interminable ej茅rcito de guerreros eternos. La cruel broma de las Horas prometidas rept贸 por los pensamientos de Samut. "La Hora de la Eternidad, en la que los muertos dignos se alzar谩n de nuevo en un glorioso m谩s all谩", pens贸 con rabia. "Salvo que el «glorioso m谩s all谩» consiste en masacrar a todos tus semejantes".
El minotauro conjur贸 una llama intensa que envolvi贸 la punta de su lanza. Djeru se levant贸 y se situ贸 junto a Samut.
―Nunca... Nunca hab铆a visto muertos vivientes capaces de usar la magia.
―Y yo nunca hab铆a visto cad谩veres de campeones recubiertos de lazotep y enviados a destruir la ciudad ―contest贸 ella―. Hoy es un d铆a de descubrimientos.
―Qu茅 suerte la nuestra ―a帽adi贸 Djeru con una sonrisa falsa.
―Si de verdad son nuestros antiguos campeones, este tiene que ser 茅l ―coment贸 Samut.
Djeru y ella retrocedieron a medida que el minotauro avanzaba, haciendo girar su lanza por detr谩s de s铆 con una mano para crear un c铆rculo cegador de luz. Djeru asinti贸. Un campe贸n brutal con una lanza llameante: solo pod铆a ser Neheb el Digno, un iniciado legendario, experto por igual en combate cuerpo a cuerpo y hechicer铆a. Samut y Djeru todav铆a eran ni帽os cuando Neheb super贸 las cinco pruebas. "El mejor guerrero de su generaci贸n", les ense帽aban los maestros. "Luchad como Neheb", les dec铆an los instructores de combate.

Neheb, the Eternal
―Esto es in煤til ―susurr贸 Samut a Djeru mientras ajustaba el agarre de sus dos armas.
―Podemos derrotarlo, hermana ―dijo 茅l adoptando una postura defensiva sin quitar los ojos de encima a Neheb.
―Pero ¿de qu茅 servir铆a? No podemos vencer a todos los antiguos campeones de Amonkhet, ni en sue帽os. Lo m谩s importante es encontrar a Hazoret.
Neheb blandi贸 su arma con fuerza y envi贸 un arco de fuego contra Samut. La guerrera salt贸 a un lado para esquivarlo, pero Neheb no les dio ni un respiro y descarg贸 una lanzada contra Djeru. Este levant贸 su arma para desviar el golpe y el minotauro embisti贸 para asestarle un pu帽etazo tremendo en la cara que hizo caer a Djeru de espaldas. Samut solt贸 un rugido y carg贸 dispuesta a lanzar un tajo desde arriba con sus dos khopeshes, pero Neheb respondi贸 inclinando el torso hacia atr谩s y propin谩ndole una patada en el est贸mago. La fuerza del golpe lanz贸 a Samut a varios metros de distancia y la dej贸 sin aire en los pulmones. En un abrir y cerrar de ojos, Neheb aprovech贸 la oportunidad para enarbolar su lanza, dispuesto a empalar a Djeru antes de que se levantara.
Un destello deslumbr贸 a todos los combatientes. Samut se levant贸 de un salto y vio que el forastero Gideon se hab铆a interpuesto entre Neheb y Djeru; el brillo dorado de su invulnerabilidad hab铆a interceptado la lanza llameante del minotauro. Junto a 茅l, los otros cuatro forasteros se unieron a la batalla y sus hechizos volaron por doquier en su asalto contra los eternos. Neheb descarg贸 golpe tras golpe contra Gideon, pero ninguno consegu铆a atravesar la luz dorada.
Samut no dej贸 escapar la oportunidad. Corri贸 hacia el minotauro eterno y lo apu帽al贸 en la espalda con ambos khopeshes, haci茅ndole hincar una rodilla en el suelo. Las hojas agrietaron la armadura de lazotep y dejaron dos agujeros profundos. Samut extrajo las armas y apu帽al贸 de nuevo, esta vez perforando la base del cuello. Neheb, o m谩s bien la monstruosidad que anta帽o hab铆a sido Neheb, se retorci贸 y se estremeci贸 por unos segundos, hasta que finalmente yaci贸 inerte.
"As铆 que es posible destruirlos", pens贸 Samut. Mir贸 alrededor y vio a los forasteros rematando a los 煤ltimos eternos. La mujer de orejas puntiagudas e inquietantes ojos verdes, Nissa, comenz贸 a ayudar a varios heridos sanando sus cortes y contusiones.
Djeru se levant贸 y dio una palmada a Gideon en la espalda.
―Es la segunda vez que me salvas hoy. En la primera, me sent铆 furioso. Ahora te estoy agradecido.
Gideon quiso responder, pero Jace lo interrumpi贸.
―Estamos desperdiciando tiempo y energ铆as, Gideon. Nicol Bolas recre贸 este lugar a su imagen y semejanza. Aqu铆 茅l tiene ventaja. Debemos proceder con cuidado, pero cuanto m谩s nos retrasemos, m谩s tiempo tendr谩 para prepararse contra nosotros.

Strategic Planning
―Lo mismo digo ―secund贸 Liliana―. Estoy segura de que ya sabe que estamos aqu铆. ―Al fijarse en ella, Samut se pregunt贸 por qu茅 ten铆a el vestido empapado en sangre... y c贸mo era capaz de parecer elegante y serena incluso as铆.
―De acuerdo, iremos a por 茅l ahora mismo. ―Gideon se dispuso a seguir adelante, pero Samut lo sujet贸 por una mano.
―Os acompa帽ar茅 ―dijo ella.
Gideon dud贸, pero entonces intervino Djeru.
―No, no lo haremos, Samut. Esa no es nuestra lucha.
―¿C贸mo puedes decir eso? ―le espet贸 Samut con rabia―. Si quieren acabar con el intruso, con el responsable de todo esto...
―Entonces, los ayudaremos quit谩ndonos de en medio.
Samut estaba furiosa, pero Djeru le puso una mano en el hombro.
―Eres una luchadora muy superior a m铆, Samut. ―Djeru neg贸 con la cabeza antes de que ella pudiera protestar―. Otra gente quiz谩 nos considere parejos, pero t煤 y yo sabemos la verdad. Solo hay una cosa que se me da mejor que a ti: medir el potencial de los dem谩s.
Samut record贸 que Djeru hab铆a liderado la antigua simiente de ambos, lo bien que conoc铆a las virtudes y defectos de todos sus camaradas, y guard贸 silencio.
―Como dijo una vez una guerrera sabia ―continu贸 Djeru―: "No es f谩cil conocer nuestras propias fortalezas y sacrificar nuestros deseos por el bien de los dem谩s".
Samut solt贸 un bufido.
―No creas que vas a convencerme con halagos, hermano.
―Los forasteros acabar谩n con el Di... con el intruso. ―Djeru volvi贸 la vista hacia los grandes cuernos del horizonte, hacia el segundo sol situado entre ellos―. Nosotros debemos cumplir nuestro prop贸sito: encontrar a la 煤ltima diosa de Amonkhet, defenderla y proteger a la gente de nuestra ciudad.
Samut mir贸 a Djeru con seriedad y suspir贸. Entonces lo sujet贸 por un hombro y lo atrajo para abrazarlo.
―Cu谩nto agradezco tenerte de nuevo a mi lado.
Se volvi贸 hacia los forasteros, los cinco desconocidos con marcas extra帽as y que pose铆an poderes ins贸litos. No sab铆a si confiar en ellos ni en su capacidad para derrotar al intruso. Los mir贸 a los ojos uno a uno mientras hablaba.
―Por lo que ha hecho a nuestra gente, a nuestros dioses, a nuestro mundo... Matadlo. Matad al gran destructor. Matad al drag贸n intruso. Matad a Nicol Bolas.

Samut no estaba acostumbrada al sigilo ni a seguir a otros.
Tras dejar a los forasteros planeando su batalla contra el drag贸n, Samut, Djeru y el peque帽o pelot贸n de guerreros hab铆an encontrado a algunos supervivientes m谩s. Los grupos de eternos que vagaban por Naktamun parec铆an haber disminuido en n煤mero, pero solo porque los ciudadanos hab铆an muerto, huido o, en casos extremadamente raros, se hab铆an escondido lo bastante bien como para escapar con vida. Un silencio ins贸lito se hab铆a apoderado de las calles de Naktamun, perturbado por los ocasionales zumbidos de las langostas y los gemidos de los cad谩veres reanimados por la maldici贸n de los errantes.
Un joven visir de Hazoret lideraba la marcha a hurtadillas. Se llamaba Haq y les hab铆a hablado de la batalla que hab铆a presenciado entre Bontu y Hazoret, de la traici贸n de Bontu y de la crueldad del Dios Fara贸n. El joven no deb铆a de tener m谩s de unos catorce a帽os y no pod铆a haber ejercido m谩s de un a帽o o dos como visir, pero hab铆a relatado los hechos con una calma y una elocuencia inusuales para alguien de su edad.
―Tras la muerte de Bontu, el dios escarabajo despert贸 a los eternos y atac贸 la ciudad ―hab铆a explicado Haq―. Yo me encontraba en el templo de la gran Hazoret y dispuse de tiempo suficiente para escapar, mas perd铆 el rastro de mi diosa durante el caos de la invasi贸n.
Sin embargo, al ser un visir de Hazoret, el coraz贸n de Haq lat铆a unido al de su diosa y pod铆a sentir su presencia vagamente. Hab铆a seguido los movimientos de la deidad para tratar de encontrarla, pero unas momias errantes lo hab铆an arrinconado en un almac茅n. Haq se hab铆a escondido en unos barriles de pescado en sal hasta que el grupo de Samut hab铆a pasado por all铆.
Ahora, el joven les mostraba el camino. Samut rez贸 en voz baja para que a煤n estuvieran a tiempo de ayudar a Hazoret, pero entonces call贸. Resultaba extra帽o rezar a una diosa a la que pretend铆as salvar.
Haq los condujo por un callej贸n a los pies de un gran monumento, dobl贸 una esquina y de pronto recul贸 un paso. Cuando el resto del grupo lleg贸 junto a 茅l, todos contuvieron el aliento.
El cuerpo de Rhonas yac铆a all铆 mismo. Algunos supervivientes cayeron de rodillas. Otros se acercaron lentamente, estirando las manos hacia 茅l, desesperados por desmentir la realidad que ten铆an ante s铆. Pero cuando sus dedos temblorosos tocaron las escamas doradas y la vestimenta divina, aquella muerte irrefutable abati贸 al grupo. Hubo l谩grimas, llantos furiosos y abrazos en silencio. Djeru se aproxim贸 al dios, se arrodill贸 a su lado y le toc贸 el rostro.
La ira volvi贸 a hervir en el interior de Samut y entonces camin贸 hasta el cad谩ver de Rhonas. Trep贸 a su pecho mientras los testigos ahogaban gritos de incredulidad y se irgui贸.
―Hermanos, hermanas, ahora lloramos, pero resistiremos. Si cre茅is que el Dios Fara贸n os est谩 poniendo a prueba, cargad conmigo para demostrar vuestra val铆a. Si cre茅is que nos traicion贸 a todos, un铆os a m铆 para luchar por el ma帽ana. ¡Encarnaremos la fuerza que Rhonas nos mostr贸 con sus ense帽anzas y nos otorg贸 en su prueba!

Life Goes On
Los supervivientes gritaron en se帽al de solidaridad y sus expresiones se endurecieron con pesar e ira.
De pronto, Djeru se levant贸 con la vista clavada en el horizonte.
―Samut, tenemos que buscar refugio.
Samut se gir贸 y entrecerr贸 los ojos para seguir la mirada de Djeru. Una violenta tormenta de arena se acercaba desde el Portal al m谩s all谩. Antes, la tormenta se habr铆a estrellado contra la Hekma y habr铆a golpeteado la barrera, pero ahora que esta hab铆a desaparecido, los remolinos de arena y los vientos aullantes se aproximaban a una velocidad alarmante, como un muro de polvo y oscuridad.
Samut alert贸 al grupo, baj贸 al suelo de un salto y se dispuso a correr por donde hab铆an venido, pero entonces, Haq le sujet贸 una mano y se帽al贸 atr谩s, directamente hacia la tormenta.
―Hermana, Hazoret viene hacia aqu铆. Y no est谩 sola.
Samut mir贸 brevemente al joven y desenvain贸 sus khopeshes.
―¡Guerreros, preparaos! ¡Manteneos firmes!
Los supervivientes prepararon las armas y se cubrieron la boca con sus ropas. Muchos de ellos corrieron a resguardarse detr谩s de la pared del monumento. Samut, Djeru y Haq permanecieron donde estaban y se inclinaron hacia delante cuando la tormenta pas贸 sobre ellos.
Las arenas les mordieron la piel incluso bajo la ropa y las armaduras. Los tres se taparon los ojos con los brazos y clavaron los pies en el suelo para aguantar el vendaval. El mundo se sumi贸 en la penumbra; la tormenta de arena era lo bastante densa como para eclipsar la mayor铆a de la luz de los soles y el rugido del viento ahog贸 cualquier otro sonido.
Entonces, Samut vio algo: una sombra inmensa se aproximaba desde el coraz贸n de la tormenta. La silueta creci贸 y adopt贸 una forma m谩s clara, hasta que pronto se distinguieron dos pies inmensos corriendo hacia ellos. Hazoret emergi贸 de las nubes de arena y Samut sinti贸 que el coraz贸n se le aceleraba de nuevo al contemplar a la diosa.
Su entusiasmo decay贸 en cuanto asimil贸 lo que ve铆a. Hazoret no ten铆a buen aspecto. Sosten铆a su lanza en una mano, mientras que el otro brazo le colgaba a un lado. Su cuerpo dorado presentaba heridas y cortes y la diosa ten铆a la respiraci贸n entrecortada y acelerada.
―¡Gran Hazoret, hemos venido a buscaros! ―grit贸 Haq en medio de la tormenta. La diosa gir贸 la cabeza hacia ellos y en su rostro se reflejaron determinaci贸n y sorpresa a partes iguales.
Huid.
La orden reson贸 en la cabeza de Samut con la fuerza de un mandato y la humana retrocedi贸 varios pasos antes de recuperar el control de s铆 misma. Hazoret se dio la vuelta y centr贸 su atenci贸n en el camino por el que hab铆a venido. Entonces, Samut comprendi贸 que la sombra inmensa que hab铆a atribuido al resto de la tormenta era en realidad una silueta mucho mayor.
Una cola de escorpi贸n surgi贸 entre los remolinos de arena y Hazoret desvi贸 el aguijonazo, para luego saltar hacia un lado justo antes de que el dios escorpi贸n se abalanzara sobre ella. "Hazoret se mueve m谩s despacio, con dificultad", advirti贸 Samut. Y lucha con una sola mano".
A pesar de sus heridas, Hazoret combati贸 con poder y decisi贸n. El dios escorpi贸n se gir贸 para apresarla, pero ella desapareci贸 entre una explosi贸n de llamas y arena. El monstruoso escorpi贸n chasque贸 las mand铆bulas y Samut lo vio cambiar de direcci贸n r谩pidamente y volverse hacia la penumbra, siguiendo a Hazoret mediante alg煤n sentido desconocido para la humana.
―Hazoret est谩 preparando un hechizo ―avis贸 Haq. Samut mir贸 hacia el lugar que se帽alaba el visir y vio un peque帽o anillo de fuego crepitante y agitado por el viento. En la oscuridad, a trav茅s de las arenas, Samut vio aparecer otros puntos de luz mientras o铆a el estruendo de nuevos golpes tit谩nicos.
―¡Todo el mundo atr谩s! ¡A cubierto! ―grit贸 Djeru alej谩ndose del c铆rculo de fuego. Samut y Haq lo siguieron y los supervivientes se protegieron tras el monumento junto al que hab铆an pasado antes.
El aire chisporrote贸 con energ铆a y un inmenso pilar de llamas estall贸 en plena tormenta; el viento aviv贸 sus lenguas de fuego, que lamieron a trav茅s de la arena. El mism铆simo aire pareci贸 arder cuando las espirales de llamas crearon una gigantesca columna de fuego ondulante, tan alta como los mayores monumentos de Naktamun. El calor del fogonazo ampoll贸 la piel expuesta de los supervivientes y pareci贸 devorar la tormenta de arena; el hechizo de fuego lo consum铆a todo a su alcance.
Samut levant贸 una mano para protegerse los ojos del calor y mir贸 hacia el origen del fuego. Sobre el fondo rojo anaranjado, distingui贸 la silueta de Hazoret. Sosten铆a la lanza en la mano buena y se帽alaba hacia la pira ardiente, con el brazo temblando por la concentraci贸n.
Los segundos pasaron lentamente y Hazoret al fin baj贸 el brazo. El pilar de llamas se mantuvo encendido y la diosa cay贸 de rodillas, apoy谩ndose sobre la lanza para no desplomarse en el suelo.
―El... El monstruo ha ca铆do en la trampa de fuego ―susurr贸 Haq. En efecto, cuando las llamas empezaron a apagarse lentamente, Samut distingui贸 al dios escorpi贸n en el centro de la pira, con el caparaz贸n blanqueado, incandescente.
―Es imposible que siga vivo ―dijo Djeru entre dientes.
Sin embargo, el dios escorpi贸n dio un paso vacilante, con un brazo estirado hacia Hazoret. Luego otro paso. Y otro.
Su caparaz贸n se enfri贸 y el tono blanco se torn贸 naranja y, poco a poco, negro una vez m谩s. Segu铆a avanzando, ganando fuerza y decisi贸n a cada paso que daba.
Hazoret levant贸 la vista hacia 茅l y trat贸 de ponerse en pie, pero tropez贸 y volvi贸 a caer de rodillas.
Y entonces, el dios escorpi贸n comenz贸 a correr.
El destello de una cola. El sonido repugnante de un aguij贸n perforando carne.

A Reckoning Approaches
Samut observ贸 la escena, paralizada. Hazoret se hab铆a girado bruscamente para interceptar el golpe con el brazo inutilizado. El dios escorpi贸n retir贸 su aguij贸n y Hazoret aull贸 de dolor antes de rodar hacia atr谩s para esquivar el segundo aguijonazo de la criatura. Samut contempl贸 con horror c贸mo el icor verdoso brillaba y se esparc铆a por el brazo de Hazoret, reptando hacia el torso y el coraz贸n de la diosa.
La lanza de Hazoret refulgi贸 de calor.
El destello de un tajo.
El crepitar de la carne.
Una neblina sangrienta se evapor贸 en el aire cuando el filo al rojo cauteriz贸 el corte.
Hazoret se agach贸 y resoll贸 con fuerza. La sangre se filtraba por la herida que le hab铆a salvado la vida. A sus pies, el brazo amputado se ennegreci贸 y el veneno consumi贸 la carne.
El implacable dios escorpi贸n avanz贸 de nuevo.
Samut solt贸 un grito salvaje y se lanz贸 a la batalla; el terror, la ira, el dolor y el sufrimiento se fundieron en una fuerza candente. Percibi贸 vagamente que Haq y otros magos empezaron a preparar hechizos detr谩s de ella. Ten铆a ante s铆 la mole imposible del dios escorpi贸n. Samut era diminuta, intrascendente.
Pero le daba igual.
El instinto de apoder贸 de ella y Samut canaliz贸 energ铆a m谩gica hacia sus piernas. Salt贸 y vol贸 sobre las arenas, propuls谩ndose por encima de Hazoret hacia el dios oscuro y empu帽ando los khopeshes con las hojas apuntando hacia abajo. Se estamp贸 contra el costado del dios y sus armas perforaron el caparaz贸n, clav谩ndose en 茅l y d谩ndole un punto de apoyo temporal. La sorpresa se convirti贸 en revelaci贸n cuando comprendi贸 que el calor del hechizo de Hazoret deb铆a de haber ablandado la coraza impenetrable del dios.
Samut rio con una mezcla de frenes铆 de batalla y aut茅ntico disfrute. Tir贸 de sus armas y empuj贸 hacia abajo para deslizarse por el cuerpo del dios, ayud谩ndose de la gravedad para ganar impulso. Descolg贸 los pies mientras ca铆a cortando el costillar del dios en direcci贸n al abdomen. Sus hojas surcaron el caparaz贸n reblandecido como un ibis surcando el cielo azul.
El dios escorpi贸n rugi贸 y levant贸 una mano. La deidad con cabeza de alima帽a intent贸 aplastar a la humana da帽ina como una alima帽a, pero Samut afloj贸 sus khopeshes y se impuls贸 hacia atr谩s con las piernas, clavando sus armas en el brazo del dios. Cort贸 dos delgadas l铆neas en el caparaz贸n antes de que el dios la lanzara por los aires agitando la mano.
Una nube de arena atrap贸 a Samut y amortigu贸 el aterrizaje. Mientras se levantaba, ligeramente aturdida, un mago minotauro avanz贸 con las manos encendidas de poder y molde贸 las arenas para formar una masa compacta y arrojarla contra las piernas del dios escorpi贸n. A su lado, otros magos lanzaban proyectiles de fuego y rel谩mpagos contra el ser.
―¡Samut, empujadlo hacia el r铆o! ―grit贸 Djeru desde lejos, y Samut lo vio corriendo junto a otros dos guerreros hacia un grupo de obeliscos. Una sonrisa se dibuj贸 en su rostro cuando comprendi贸 el plan de Djeru.
―¡Conmigo! ―grit贸 a los dem谩s supervivientes para que cargaran junto a ella.
Los mortales plantaron cara al dios debilitado y lo asaltaron con armas y hechizos. Un aven grazn贸 cuando la deidad lo atrap贸 al vuelo y lo estruj贸 entre sus dedos. Un guerrero con dos hachas desapareci贸 bajo un pie, aplastado en el acto. Una rociada de veneno del aguij贸n del dios cay贸 sobre un grupo de magos desprevenidos y los ahog贸 en la ponzo帽a.

Torment of Venom
Sin embargo, los mortales siguieron hostigando al dios. Los ataques hicieron mella en el caparaz贸n ablandado y consiguieron hacer retroceder a la bestia poco a poco en direcci贸n al campo de obeliscos. El dios escorpi贸n se enfureci贸 y lanz贸 golpes a diestro y siniestro contra los combatientes que lo acosaban con hechizos, flechas y lanzas. Detr谩s de 茅l, Djeru ya estaba preparado junto a los guerreros, escondidos detr谩s de un obelisco medio derrumbado. "Ya casi est谩", pens贸 Samut tras estudiar r谩pidamente la situaci贸n. Sin embargo, el dios escorpi贸n se resist铆a, todav铆a un poco lejos de la trampa de Djeru.
―¡Tenemos que hacerlo retroceder! ¡Solo un poco m谩s! ―grit贸 Samut.
De pronto, una voz retumb贸 detr谩s de ella.
―¡Dios oscuro! ¡Acabar茅 contigo en el nombre de Rhonas!
Samut se volvi贸 y contempl贸 una escena que la dej贸 sin habla.

Gift of Strength
Una khenra solitaria enarbolaba el bast贸n de Rhonas, reforjado mediante magia. Sus brazos brillaban con un poder dorado, un 煤ltimo vestigio de la fuerza del dios que recorr铆a el cuerpo de la guerrera, y esta se lanz贸 a la carga sosteniendo el bast贸n en alto. Samut y los dem谩s se apartaron de su camino cuando la mujer pas贸 junto a ellos como una exhalaci贸n. Con un rugido portentoso, la khenra blandi贸 el bast贸n contra el dios.
La criatura se cubri贸 con ambos brazos, pero la potencia del impacto lo hizo retroceder trastabillando y provoc贸 una lluvia de fragmentos de su caparaz贸n, agrietado en los antebrazos.
En ese momento, Djeru y su equipo salieron corriendo hacia el dios escorpi贸n con una cuerda tensada entre ellos y lo hicieron tropezar. El monstruo perdi贸 el equilibrio y se precipit贸 sobre los obeliscos, cuyos extremos puntiagudos se convertir铆an en un lecho de pu帽ales para el inmenso dios.
Sin embargo, Samut advirti贸 que la trayectoria de la ca铆da no coincid铆a con la inclinaci贸n de los obeliscos.
Sin decir una palabra, emprendi贸 la carrera y salt贸 de nuevo, impulsada por una fuerza m谩gica. Samut se estrell贸 contra el dios en plena ca铆da y lo empuj贸 hacia la derecha lo justo para que un trascendental crujido resonara en todo el campo de batalla cuando un obelisco perfor贸 el pecho del dios escorpi贸n de lado a lado.

Puncturing Blow
Los supervivientes prorrumpieron en v铆tores, pero Samut observ贸 al dios con desconfianza. La deidad se retorc铆a y lanzaba d茅biles zarpazos al obelisco que sobresal铆a de su pecho, sin dejar de luchar. Fuera cual fuese el poder que la impel铆a a perseguir y matar, a煤n empujaba su cuerpo roto y le ordenaba lanzar coletazos in煤tilmente.
Gracias, hijos m铆os.
Hazoret coje贸 hacia el dios escorpi贸n apoy谩ndose en su lanza, con el joven Haq a su lado. Los fieles corrieron a ayudar a la diosa, pero esta los detuvo con un gesto.
Todos vosotros hab茅is hecho m谩s de lo que podr铆a pediros. M谩s de lo que ning煤n mortal ha hecho jam谩s. Pero debo poner fin a esto yo misma.
Samut, Djeru y los dem谩s se hicieron a un lado mientras Hazoret se aproximaba al dios escorpi贸n, que continuaba debati茅ndose d茅bilmente. Hazoret contempl贸 a la colosal bestia y las l谩grimas afloraron en sus ojos.
Has asesinado a mis hermanos y hermanas, pero s茅 que no fue por deseo ni intenci贸n propias. Descansa, hermano. Que mi fuego te libere de esta forma y estas cadenas oscuras.
Hazoret levant贸 su lanza de dos puntas y atraves贸 al dios escorpi贸n justo donde el obelisco sobresal铆a del caparaz贸n. El arma eman贸 un calor sofocante y un humo negro surgi贸 del dios escorpi贸n mientras ard铆a desde dentro, hasta que su caparaz贸n se consumi贸 finalmente y el ser qued贸 reducido a ceniza.
Cuando termin贸, Hazoret retir贸 su lanza y la clav贸 en el suelo. La diosa mir贸 alrededor hasta encontrar a Samut y se arrodill贸 junto a la mortal. Samut se irgui贸 con perplejidad. Hazoret le tendi贸 la gigantesca mano y Samut levant贸 las suyas para estrechar uno de los dedos de la diosa. Sinti贸 el calor y el sosiego que desprend铆a la deidad.
Samut, en la arena afirmaste creer que yo no era quien me obligaban a ser. Que confiabas en que proteger铆a a mis hijos cuando m谩s me necesitasen.
Samut mir贸 a la diosa a los ojos y sonri贸.
―Y lo hab茅is hecho, amable Hazoret. Os estamos agradecidos.
Hazoret neg贸 con la cabeza.
No lo habr铆a conseguido sin vosotros. Vosotros, mis queridos hijos, me hab茅is protegido a m铆 cuando m谩s os necesitaba.
»Mi coraz贸n es vuestro. Gracias, Samut la Puesta a Prueba. Hab茅is superado todas las pruebas y vencido a la oscuridad que aguardaba allende.
Las l谩grimas de alegr铆a incontenible cayeron por el rostro de Samut. El orgullo, la fuerza y el amor infinito de su diosa inundaron su cuerpo. Sab铆a que aquel momento no era m谩s que un peque帽o triunfo ante la oscuridad abrumadora, pero una llama de esperanza permanec铆a viva, rescatada de la destrucci贸n y escudada de los vientos del Gran Intruso.
La euforia ahog贸 todo lo dem谩s.
Y dentro de su alma, una fuerza poderosa crepit贸 y se encendi贸.
Un torrente de energ铆a recorri贸 el cuerpo de Samut, quien sinti贸 c贸mo sus m煤sculos se contra铆an y su mente se expand铆a. Estaba cayendo, cayendo a trav茅s del espacio, a trav茅s de ondas deslumbrantes de 茅ter, movi茅ndose a una velocidad imposible sin moverse en absoluto, precipit谩ndose a trav茅s de una grieta en la propia realidad. El aire del desierto dio paso repentinamente a una brisa fresca y Samut se sorprendi贸 al ver que estaba entre vegetaci贸n desconocida, cuyas hojas se mec铆an a sus pies.
Levant贸 la vista y sus ojos no terminaron de comprender lo que ve铆an. En el cielo no hab铆a soles; de hecho, el mundo parec铆a sumido en una extra帽a oscuridad moteada con unos peculiares puntos de luz que danzaban y titilaban como gemas lejanas. Unos patrones de color extra帽os bailaban en el cielo y algunos de los puntos brillantes parec铆an relucir m谩s que el resto. Samut se frot贸 los ojos. Si observaba el tiempo suficiente, las luces parec铆an formar una especie de patr贸n, una luminiscencia conectada que semejaba casi familiar, como un pensamiento que flotaba justo fuera del alcance del recuerdo, o los fragmentos susurrados de un sue帽o olvidado...

Art by Kieran Yanner
Samut apart贸 los ojos del extra帽o cielo y mir贸 alrededor. Distingui贸 los perfiles oscuros de algunos edificios en la lejan铆a, de arquitectura recta y r铆gida. El viento segu铆a meciendo la hierba a sus pies y su silbido, al acariciarle la piel, resultaba casi musical, acompa帽ado de aromas desconocidos que le hicieron cosquillas en la nariz.
Un p谩nico grave creci贸 en el interior de Samut. "Esto no es Naktamun. No es Amonkhet. Estoy en... otro mundo".
Pens贸 en los forasteros, en sus hechizos ins贸litos, sus ropas peculiares y sus marcas extra帽as.
"Soy... como ellos. Soy una caminante entre mundos".
Sacudi贸 la cabeza y grit贸 de pura frustraci贸n. Ten铆a que regresar a su mundo. Necesitaba volver junto a Hazoret, a煤n gravemente herida, y ayudar a su gente a escapar.
Samut ech贸 a correr y tir贸 de su memoria y su instinto, empleando magia todav铆a nueva y no dominada. Mientras sus piernas se mov铆an a toda prisa, not贸 la misma sensaci贸n indescriptible de antes. De pronto, una fuerza la arranc贸 de la realidad y la magia se entrelaz贸 con las fibras de sus m煤sculos. Su cuerpo sirvi贸 como medio para un hechizo que no sab铆a que pod铆a emplear. Se precipit贸 de nuevo a trav茅s del azul deslumbrante y los colores turbulentos. Mientras ca铆a, sinti贸 vagamente la presencia de otros mundos que dejaba a un lado, planos, hasta que por fin, con una sacudida, aterriz贸 de rodillas sobre la c谩lida arena familiar y se regocij贸 ante la presencia de Hazoret.
Alrededor de ella, los dem谩s supervivientes la observaban completamente at贸nitos. Hab铆an presenciado c贸mo su campeona se desvanec铆a en la nada, para luego reaparecer antes de que ninguno llegase a reaccionar.
Hija m铆a...
La c谩lida voz de Hazoret vibr贸 en la mente de Samut y esta intent贸 levantarse y responder... pero su cuerpo se desplom贸 y Samut se desmay贸, completamente falta de energ铆a.
Hazoret la sostuvo en la mano y se la entreg贸 con cuidado a dos mortales que corrieron a hacerse cargo de ella y tumbarla boca arriba. Djeru se arrodill贸 junto a Samut, con la frente arrugada de preocupaci贸n.
Un sonoro estruendo y un estallido de poder atrajeron la atenci贸n de todos hacia el cielo.
El drag贸n dorado sobrevolaba la ciudad y entre sus garras crepitaban rel谩mpagos. Ten铆a la mirada fija en las calles y su risa retumbaba por todas partes.
―Los forasteros deben de estar combatiendo al Gran Intruso. ―Djeru se puso en pie y envain贸 su khopesh.
―¡Deber铆amos luchar junto a ellos! ―urgi贸 una guerrera khenra.
―No, es una batalla en la que no podremos ayudar ―replic贸 Djeru―. Apenas nos quedan fuerzas para seguir.
―Entonces, ¿no haremos nada? ―gru帽贸 la khenra.
Resistiremos.
Los supervivientes se volvieron hacia Hazoret. La diosa extrajo su lanza del suelo y levant贸 la mirada hacia Nicol Bolas.
Cuando los dioses 茅ramos ocho, luchamos juntos contra el drag贸n... y fuimos derrotados. Ignoro si esos forasteros podr谩n detenerlo, mas espero que as铆 sea.
Hazoret baj贸 la vista hacia la congregaci贸n de supervivientes.
Por ahora, hijos m铆os, debemos resistir, perdurar y sobrevivir. Nos adentraremos en el desierto y buscaremos refugio entre sus arenas y espejismos. Mientras respire como 煤ltima deidad de Amonkhet, velar茅 por vosotros.
―Y nosotros, por vos. ―Djeru se arrodill贸 ante Hazoret y se golpe贸 el pecho con un pu帽o. Uno a uno, los dem谩s fieles emularon el gesto.
Hazoret mostr贸 una sonrisa triste y baj贸 la mirada hacia Samut, su campeona inesperada, la hija que hab铆a visto la verdad y reunido valor para desafiar a los dioses porque los amaba con pasi贸n.
Y la deidad emprendi贸 la marcha hacia las arenas del horizonte con su pueblo en pos de ella, mientras el drag贸n invasor descend铆a sobre sus adversarios entre las ruinas de Naktamun.

Leave

"Pero mientras el Gran Intruso tra铆a la perdici贸n a Naktamun, Hazoret, la Superviviente Divina, madre y protectora de los mortales de Amonkhet, guio a sus hijos para salvarlos de una muerte segura. Y as铆 sucedi贸, y as铆 suceder谩, que la deidad y los mortales marcharon hacia un futuro ignoto".
—Haqikah, superviviente de Amonkhet

Amonkhet: La Hora de la Eternidad

El Dios Fara贸n ha regresado y las Horas transcurren seg煤n la profec铆a. Las Horas de la Revelaci贸n, la Gloria y la Promesa han desatado una cat谩strofe sobre Naktamun y la Hora de la Eternidad est谩 a punto de sembrar un terror inimaginablemente personal entre los habitantes de la ciudad.


Ahora se hab铆a justificado la fe.
Nylah nunca hab铆a comprendido a los devotos ni compartido la necesidad constante de proclamar su fe. Los dioses caminaban entre el pueblo y su divinidad no requer铆a fe para creer: solo ojos para ver, manos para tocar y orejas para escuchar. Las palabras pronunciadas por los dioses reverberaban en toda la ciudad y su presencia divina era m谩s apreciable e irrefutable que ning煤n otro fen贸meno.
Nylah nunca hab铆a comprendido la fe. La consideraba una debilidad, un simulacro de devoci贸n para los d茅biles de car谩cter. ¿Qu茅 sentido ten铆a la fe cuando los dioses eran tan notablemente reales?
Sin embargo, ahora cre铆a.
El regreso del Dios Fara贸n apenas hab铆a tenido cabida en sus pensamientos a lo largo de su vida. A煤n le quedaba mucho que aprender, mucho que entrenar. Quer铆a ser la mejor, al igual que todos los dem谩s. ¿De qu茅 serv铆a pensar en lo que aguardaba tras las pruebas, cuando las pruebas eran su m谩xima aspiraci贸n? Ning煤n amante, hijo o amigo hab铆a durado mucho en su vida. Nadie pod铆a competir con su ambici贸n. S铆, los dioses merec铆an su devoci贸n, pero el entrenamiento era su oraci贸n diaria. Su meta final era que la consideraran digna. Por ello, rechazaba toda competencia para ese objetivo.
A pesar de todo, su coraz贸n se hab铆a acelerado cuando las puertas del para铆so se abrieron. Cuando supo que alg煤n d铆a se hab铆a convertido en el presente, que la eternidad estaba aqu铆. Hab铆a estirado el cuello, ansiosa por ser testigo de la gracia divina... Mas esta no hab铆a sido revelada tras aquellas puertas: solo el horror.
God-Pharaoh's Faithful
Nunca hab铆a apreciado la belleza de su ciudad hasta que se la hab铆an arrebatado. El majestuoso Luxa, antes azul como el cielo estival, se hab铆a te帽ido de rojo sangre y se hab铆a llenado de peces muertos e inmundicia. Las nubes de langostas hab铆an consumido 谩rboles y jardines y devorado a peque帽os animales, dejando solo huesos a su paso.
Incluso los dioses estaban muriendo. El poderoso Rhonas. El astuto Kefnet. La hermosa Oketra. La ambiciosa Bontu. Todos hab铆an ca铆do y su divinidad se hab铆a marchitado, sustituida por la mortalidad.
¿Qu茅 dios puede ser una deidad si tambi茅n puede fallecer?
El pensamiento m谩s retorcido de Nylah se form贸 inesperadamente. "Los dioses no han superado su prueba. Merec铆an morir".
Una pausa moment谩nea. Entonces, el abismo se extendi贸 y la llam贸. "Todos lo merecemos".
La idea no la horroriz贸. En lugar de ello, encendi贸 una ascua en su interior, un calor que la reconfort贸 en ese momento, en el final del presente y el comienzo de la eternidad que se les hab铆a prometido. Su ciudad estaba siendo destruida; sus dioses, aniquilados; su gente, separada. Y ella nunca hab铆a cre铆do con tanto convencimiento como entonces.
"Debemos ser juzgados. Sin prueba no puede haber honor. Sin sacrificio no puede haber gloria. Sin muerte no puede haber vida". La letan铆a de los sacerdotes nunca hab铆a calado en ella, pero entonces se aferr贸 a cada palabra como si fuesen balsas en una riada. Aquella era su prueba, el horror que deb铆a superar para ser considerada digna.
La palabra vibraba en su coraz贸n. Digna.
Los numerosos 谩ngeles del cielo, que hab铆an supervisado el caos y la violencia sin interferir, echaron la cabeza hacia atr谩s y extendieron los brazos y las alas. Sus ojos se encendieron con un brillo verde enfermizo mientras proclamaban al un铆sono:
―¡Los eternos! ¡Los eternos han llegado!
Angel of the God-Pharaoh
Nylah se encontraba junto a la entrada del mausoleo principal, el lugar de descanso de los muertos dignos. Mientras los 谩ngeles repet铆an su clamor, las puertas del mausoleo se abrieron.
Del interior surgi贸 una silueta temible, colosal como un dios, envuelta en oscuridad y con cabeza de escarabajo. Detr谩s ella, siguiendo a la implacable divinidad oscura, marchaba un ej茅rcito.
Hour of Eternity
Hab铆a miles de muertos, todos revestidos de un material met谩lico de tono azul brillante. Hab铆an sido humanos y minotauros, naga y aven. Resultaban imponentes, incluso si no eran m谩s que tendones y huesos envueltos en una coraza de lazotep m谩s hermosa que cualquier joya. A pesar de su falta de carne y m煤sculos, Nylah reconoci贸 a un gran n煤mero de campeones y aspirantes recientes de las pruebas: el minotauro Bakenptah, que hab铆a atravesado una columna de piedra con su hacha para vencer a su oponente final; la gran hechicera Taweret, a quien muchos consideraban la maga m谩s poderosa de la 煤ltima d茅cada. Mirase adonde mirase, Nylah ve铆a campeones reconocibles y muchos otros que aparentaban haberlo sido.
Los campeones fallecidos portaban armas afiladas y relucientes. Todos ellos se mov铆an con una agilidad que insinuaba que no hab铆an perdido ni un 谩pice de la destreza y la fuerza que los hab铆a conducido a sus antiguas victorias.
Aquellos eran los eternos, los muertos dignos. Aquel era el destino de quienes se convert铆an en campeones.
El coraz贸n de Nylah lat铆a con envidia. Ese era el destino que siempre hab铆a deseado. El que a煤n deseaba. El dios escarabajo pas贸 a su lado sin reparar en ella, a diferencia del ej茅rcito de dignos que le suced铆a.
Sus ojos brillaban con una llama dorada y sus rostros estaban petrificados en sonrisas sombr铆as. Cuando alzaron sus armas, Nylah vio el reflejo del crep煤sculo en los filos de las hojas. Se le echaron encima mientras gritaba con 茅xtasis, deseando volverse una con ellos para toda la eternidad.
―¡Ahora creo! ―chill贸 a sus deseados cong茅neres. El acero se clav贸 repetidamente en su carne como besos fr铆os, como bienvenidas al otro lado de la gloria, con una mordacidad que no se pod铆a imaginar, sino solo sentir. Solo vivir.
"Ahora creo", pens贸 con cada mordisco. Sus hermanos la rodearon y apu帽alaron, apu帽alaron, apu帽alaron... "Ahora creo".
Ahora se hab铆a recompensado la fe.

Asenue iba a perder.
No porque fuesen m谩s h谩biles que ella, aunque sus adversarios estuvieran entre los mejores guerreros a los que nunca se hab铆a enfrentado, campeones expertos que no hab铆an perdido facultades tras la muerte. Ella misma era una maestra en su mejor momento de forma y adiestramiento.
No porque luchase en desventaja contra dos oponentes. Hab铆a elegido su estilo de combate con dos armas precisamente por su utilidad para enfrentarse a varios contrincantes. Incluso se sent铆a exultante mientras desviaba golpes, esquivaba y respond铆a, notando que sus mu帽ecas eran una extensi贸n de su mente y sintiendo c贸mo sus m煤sculos se relajaban y tensaban para sobrevivir y realizar otra parada, lanzar un nuevo tajo y respirar una vez m谩s. "Respira otra vez".
No, iba a perder aquella lucha porque era humana. Y ellos no lo eran.
Los hombros le dol铆an. Los pulmones le ard铆an. Las piernas le temblaban. Record贸 una advertencia de su antigua instructora de combate.
¡Vuestros m煤sculos m谩s importantes no est谩n en los brazos ni en los hombros ni en la espalda, hatajo de ineptos! ¡Est谩n en las piernas! ¡Si se os cansan las piernas, daos por muertos!
Las piernas de Asenue estaban muy muy cansadas.
Iba a perder. Iba a morir.
Tarde o temprano. Pero no ahora. No ahora mismo. "Respira otra vez".
Apenas minutos antes, miles de criaturas de pesadilla con armaduras azules y rostros de calavera hab铆an irrumpido en las calles de Naktamun masacrando a todo el que encontraran en su camino. Los 谩ngeles los hab铆an llamado "eternos". Asenue hab铆a visto morir a camaradas de simiente, amigos y conocidos, todos ellos v铆ctimas de las armas de los invasores.
"Os quiero, ahora en el fin, tanto si os conozco como si no. Os quiero a todos".
Aquel amor la hab铆a empujado al combate. La gente hab铆a muerto en el asalto inicial, segu铆a muriendo mientras hu铆a despavorida, mor铆a rogando a sus dioses. Los eternos mataban sin cesar, sin un 谩pice de compasi贸n que detuviera sus armas.
Asenue se hab铆a lanzado al combate y hab铆a atra铆do la atenci贸n de dos eternos, pero un sinf铆n de ellos continuaron marchando por las calles y prosiguieron con la matanza. Como m铆nimo, podr铆a detener a aquellos dos.
Sin embargo, parec铆a que ni siquiera lograr铆a eso. No sucumbir铆a bajo sus filos; al menos, no f谩cilmente. No acabar铆an con ella enseguida... pero eran demasiado h谩biles como para derrotarlos. En los alrededores, otros guerreros se un铆an a la batalla en las calles, pero Asenue o铆a sus respiraciones entrecortadas, el entrechocar del acero y sus 煤ltimos estertores.
Nadie acudir铆a a socorrerla.
Pero su salvaci贸n no importaba. Por cada instante que luchaba, otra persona no mor铆a y ten铆a un momento m谩s. Un momento para sobrevivir, para buscar refugio.
"Tiene que haber alg煤n lugar seguro, ¿verdad? Tiene que...". No era el momento de pensar en eso. "Respira otra vez".
Unos minutos antes, una eternidad antes, el p谩nico hab铆a amenazado con abrumarla. Era fuerte y h谩bil y estaba acostumbrada a luchar durante horas d铆a tras d铆a como parte del entrenamiento. Pero nunca hab铆a combatido sin descanso, sin un solo momento de respiro ni contra oponentes m谩s r谩pidos, m谩s fuertes y que no sudaban ni se fatigaban ni comet铆an errores.
El p谩nico hab铆a crecido en su interior hasta que descubri贸 su nuevo mantra. Entonces, su respiraci贸n se hab铆a calmado, el dolor de los hombros se hab铆a alejado de sus pensamientos, el fuego de los pulmones se hab铆a aplacado y sus piernas hab铆an seguido movi茅ndose sin parar, sin parar, sin parar, impulsadas por pura fuerza de voluntad.
"Respira otra vez".
Asenue vio a una, dos, tres personas huyendo a toda prisa entre los escombros de un edificio, ilesas. No tuvo tiempo de desearles buena suerte ni de pensar que ojal谩 sobrevivieran para ver un nuevo amanecer. Le dol铆a respirar. Le dol铆a moverse. Ten铆a las piernas demasiado cansadas.
"Respira otra vez. Respira otra vez. Respira... otra...".
Act of Heroism

―¡Makare! ¡Makare! ―Desesperado, Genub grit贸 el nombre de su amada al cielo rojo oscuro. A lo lejos vio a los asesinos de armadura azul, cuyas grotescas siluetas eran una mofa de sus antiguos seres. Sab铆a que enfrentarse a ellos supon铆a morir, pero si no lograba encontrar a Makare, aceptar铆a la muerte gustosamente.
Se hab铆an prometido el uno a la otra meses atr谩s, pronunciando las dos sinceras palabras que estaba prohibido decir. Los sacerdotes lo consideraban una ofensa contra el Dios Fara贸n, pero a los enamorados no les importaba. Para ellos no hab铆a nada comparable al amor que se profesaban: ni las pruebas, ni sus camaradas de simiente ni el mism铆simo Dios Fara贸n.
Aquella noche lejana, en la pac铆fica arboleda donde se hab铆an encontrado, los grandes ojos casta帽os de Makare se hab铆an convertido en la 煤nica luz que deseaba seguir.
―Siempre estar茅 a tu lado, Genub ―hab铆a dicho ella. Genub no sab铆a c贸mo podr铆an conseguirlo, c贸mo podr铆an continuar juntos y evitar las pruebas, pero en aquel momento no le hab铆a importado.
―Siempre estar茅 contigo, Makare. ―Al afirmarlo, se hab铆a sentido m谩s convencido de que lo har铆an realidad. Su amor era m谩s verdadero que ninguna otra cosa en Naktamun.
Y ahora, Makare hab铆a desaparecido. Tras la muerte de Oketra, alguien hab铆a gritado que encontrar铆an refugio en un viejo templo en las afueras de la ciudad. Hab铆an corrido junto a un gran n煤mero de fugitivos y el coraz贸n de Genub se hab铆a desbocado de terror mientras estrechaba con fuerza la mano de su amada.
"Mientras sigamos juntos...". Se hab铆a aferrado desesperadamente a aquel pensamiento. Si estaba con ella, todo ir铆a bien.
Entonces, la multitud hab铆a comenzado a chillar cuando los eternos aparecieron por todas partes, marchando con espadas, hachas y guada帽as en alto. Una de ellos, una antigua naga, hab铆a saltado y aterrizado serpenteando ante Genub y Makare; su repentino hechizo de fuego azul hab铆a desintegrado a dos personas que corr铆an a la cabeza del grupo.
Spellweaver Eternal
Genub no recordaba qu茅 hab铆a sucedido despu茅s de eso, solo que hab铆a corrido y corrido. El terror no hab铆a dejado lugar para ning煤n otro pensamiento. Cuando se detuvo a respirar, Makare no estaba all铆.
Le hab铆a fallado. La hab铆a abandonado.
―¡Makare! ―grit贸 gir谩ndose bruscamente a un lado y a otro, desesperado por encontrarla.
"¡Ah铆 est谩!". Cruz贸 a toda prisa una plaza en ruinas, hacia sus inconfundibles cabellos casta帽os y su atuendo con ribetes bronc铆neos. Mientras corr铆a a socorrerla, vio al grupo de eternos que comenzaba a rodearla, pero nada lo detendr铆a esta vez, incluso si ten铆a que luchar contra todos ellos.
Cuando estir贸 un brazo para tomarla de la mano y emprender la huida juntos, Makare se volvi贸 hacia 茅l. La hermosa luz casta帽a de sus ojos se hab铆a convertido en un g茅lido resplandor azul. En su mirada no hab铆a rastro de amor. Solo entonces, Genub repar贸 en el hacha que Makare empu帽aba, manchada con trozos de carne sangrienta, y luego en la hechicera naga que susurraba al o铆do de su amada.
Makare levant贸 el hacha y Genub pens贸 que aquello era imposible, que podr铆a hacerla volver en s铆 y romper el hechizo que la hab铆a embrujado. A煤n pod铆an ser libres. A煤n pod铆an estar juntos.
―¡Makare, soy yo! ―Lo 煤nico verdadero en el mundo era el amor que se profer铆an―. ¡Makare! ―Ten铆a que hacerla volver, ten铆a que romper el encantamiento―. ¡Makare!
El hachazo cay贸 con fuerza, sin vacilar. Su arma no fue la 煤nica que perfor贸 la carne de Genub, pero s铆 la primera. Cuando el acero descendi贸, la 煤ltima imagen que vio fue una sonrisa en el rostro de su amada.
Threads of Disloyalty

Kawit deber铆a haberse rendido tras la muerte de Oketra.
Su diosa hab铆a formado parte de su vida desde el principio. La amabilidad, la ternura y la presencia de la deidad la hab铆an ayudado a mejorar constantemente como persona. Conocer a Oketra, venerarla y disfrutar de su luz hab铆an sido unas constantes tan verdaderas como los soles del cielo... Hasta que la luz de Oketra se hab铆a apagado, extinguida por el aguij贸n venenoso de un escorpi贸n abominable.
Kawit deber铆a haber sentido desesperaci贸n y p谩nico. Sin embargo, lo 煤nico que sent铆a era rabia, una furia ardiente y consumidora que calcinaba todas las dudas y el miedo en su fulgor incandescente.
Se hab铆a arrodillado junto a Oketra mientras la savia vital de la diosa la abandonaba; sus ojos ya se hab铆an tornado grises y apagados. No hab铆a m谩s vida en la plaza. La mayor铆a de la gente hab铆a huido ante la llegada de los eternos, pero Kawit permanec铆a all铆. Lo 煤nico que deseaba era ver a su diosa una 煤ltima vez. Un grupo cada vez mayor de ungidos se reun铆a en torno a la deidad, aplicando aceite en su piel y vend谩ndola para prepararla de cara al destino que quisiera que aguardase a las divinidades ca铆das.
En medio del proceso, ning煤n muerto prest贸 atenci贸n a Kawit cuando recogi贸 una de las flechas de Oketra, lo bastante larga como para semejar una lanza en manos de la humana. Aunque ya no estaba imbuida con la luz divina de Oketra, Kawit a煤n sent铆a una energ铆a vibrante en su interior, un eco de la presencia de la diosa.
Era una guerrera devota de Oketra, orgullosa y poderosa. Y aquel d铆a vengar铆a a su deidad.
Oy贸 un chasquido retumbante a sus espaldas y se volvi贸 a tiempo de ver a un eterno minotauro cargando contra ella a toda velocidad, hacha en mano. Kawit apenas consigui贸 levantar su nueva lanza para detener la embestida.
Without Weakness
El minotauro se estrell贸 contra la punta de la lanza y Kawit sinti贸 un estallido de poder. Con un destello de luz blanca, el minotauro se desintegr贸 y el poder de Oketra redujo a polvo la armadura de lazotep.
Kawit se qued贸 de pie, jadeando mientras su furia continuaba medrando. No la saciar铆a hasta acabar con el 煤ltimo de los eternos.
Y entonces lo vio.
Primero fueron los cuernos, la larga silueta curva que sus ojos conoc铆an tan bien. Aquellos cuernos estaban por todas partes y sab铆a que solo pod铆an pertenecer a una entidad.
Aquel era el mism铆simo Dios Fara贸n.
Omniscience
Era inmenso, mayor que cualquier dios. Un extra帽o huevo dorado flotaba entre sus cuernos serpentinos. Y era un drag贸n. Su mente dud贸 por un segundo y se pregunt贸 si no se tratar铆a de un farsante, de una fuerza maligna que hab铆a suplantado al Dios Fara贸n. ¿Aquel impostor hab铆a causado la destrucci贸n de la ciudad y convertido el Luxa en sangre? ¿Aquel impostor hab铆a provocado la muerte de su querida y bella diosa?
La lucidez de su ira le proporcion贸 la respuesta, y esta la golpe贸 con tal fuerza que Kawit comprendi贸 la verdad inmediatamente.
"Ese drag贸n no es un impostor: es nuestro Dios Fara贸n. Es el ser al que hemos venerado toda nuestra vida". El est贸mago se le revolvi贸 y la sangre le hirvi贸 en la cabeza.
Kawit rugi贸 su desaf铆o a los cielos oscuros y alz贸 su lanza contra el Di... No, aquel nombre ya no ten铆a sentido: contra el drag贸n.
―¡Te matar茅! ―proclam贸 antes de salir corriendo hacia 茅l a toda velocidad.
Su grito atrajo la atenci贸n de un gran grupo de eternos que corrieron, serpentearon y volaron a interceptarla.
"Oketra, velad por m铆. Otorgadme fuerza". Kawit no sab铆a a qui茅n rogaba en realidad, pero eso no mengu贸 la confianza que Oketra le proporcionar铆a.
Y la diosa respondi贸. Un escudo brillante y ondulante envolvi贸 a Kawit, una manifestaci贸n tangible del poder y el amor de Oketra. Los eternos se estrellaron contra la barrera y salieron despedidos mientras Kawit continuaba cargando contra el drag贸n.
"Oketra, ayudadme a abatir a mi enemigo". Kawit arroj贸 la lanza y esta vol贸 con una velocidad y una precisi贸n que sab铆a que no podr铆a conseguir por s铆 misma. El arma centelle贸 en el cielo como si hubiera salido disparada del arco de la diosa y continu贸 su trayectoria hacia el cuello del drag贸n desprevenido.
Oketra's Avenger
Los eternos que la rodeaban segu铆an arremetiendo en vano contra el escudo de fuerza. El amor de Oketra la proteg铆a. Kawit vengar铆a a la diosa ese mismo d铆a.
En el 煤ltimo instante posible, el drag贸n gir贸 la cabeza hacia el proyectil y este se detuvo de repente en pleno vuelo. La lanza cay贸 en picado, neutralizada, y se parti贸 en dos al golpear la roca.
El drag贸n observ贸 por un segundo el arma rota y entonces habl贸 con una voz retumbante cual tempestad.
―En otro mundo, ni帽a, en un momento distinto... ―Entonces hizo una pausa y le dedic贸 un instante de atenci贸n―. Quiz谩 me habr铆as resultado 煤til. ―No hab铆a odio ni c贸lera en su mirada, sino un divertimento fr铆o. Finalmente, le dio la espalda y continu贸 su camino, olvidando que aquella humana hab铆a existido.
Aquel desinter茅s consigui贸 lo que una granizada de furia no hab铆a logrado. Kawit se desmoron贸 bajo el peso de la indiferencia del drag贸n, at贸nita al comprender cu谩ntas cosas de su vida hab铆a destruido 茅l sin emoci贸n alguna. Morir desgarrada con furia y decisi贸n habr铆a sido m谩s compasivo.
Cay贸 de rodillas casi inconscientemente y su escudo empez贸 a desvanecerse. Parpade贸 una 煤ltima vez y entonces desapareci贸.
Los eternos se aproximaron, pero Kawit no ten铆a fuerzas suficientes ni para gritar.
Merciless Eternal

Amenakhte oy贸 pasos, pisadas ligeras en lugar del tintineo del metal contra la piedra, y pens贸 que podr铆a resultar seguro decir una palabra. En cuesti贸n de minutos, no ser铆a capaz de articular nada en absoluto.
―Ayuda... ―mascull贸 con la boca llena de sangre, que gorgote贸 junto con la palabra, apenas comprensible. Quiz谩 ser铆a m谩s f谩cil morir, pero entonces record贸 al ni帽o que se ocultaba debajo de 茅l, al valiente y astuto joven que incluso ahora permanec铆a en silencio, prudente para no llamar la atenci贸n de los asesinos.
Mientras la sangre manaba de su boca, Amenakhte se dio cuenta de lo sediento que estaba, de cu谩nto bien le har铆a un trago de agua. "Todo ir谩 bien. Solo necesito un poco de agua".
―Ayuda ―repiti贸 con m谩s fuerza y claridad. Pronunciar la palabra requiri贸 un mayor esfuerzo que cualquier otra cosa que hab铆a hecho aquel d铆a, incluso si 煤nicamente en la 煤ltima hora hab铆a luchado por toda una vida.
Alguien le dio la vuelta y ahog贸 un grito. Amenakhte mir贸 a su salvadora, pero ten铆a la vista nublada. Solo pudo distinguir que se trataba de una humana, no de un eterno del ej茅rcito que hab铆a segado las calles.
―Por favor... ―Tosi贸 y escupi贸 m谩s sangre―. Por favor, salva al ni帽o.
Hab铆a intentado escapar de la muerte. Todos lo hab铆an intentado, pero las langostas, la destrucci贸n de la Hekma, la ca铆da de los dioses... Hab铆a sido demasiado. El mundo, todo lo que cre铆an sobre 茅l, les hab铆a sido arrebatado en cuesti贸n de un d铆a.
As铆 que huyeron. Y entonces descubrieron el aut茅ntico terror de las Horas, el aut茅ntico significado del regreso del Dios Fara贸n. Los eternos caminaban entre ellos, innumerables como las langostas, homicidas como el dios escorpi贸n y despiadados como deb铆a de ser el propio Dios Fara贸n. Sus hojas centelleaban, sus hechizos estallaban y sus v铆ctimas mor铆an.
Amenakhte era grande y pose铆a los hombros anchos y el torso fuerte de un guerrero, pero no era h谩bil luchando y nunca hab铆a sido valiente. Los eternos mataban indistintamente a fugitivos y a quienes presentaban batalla, y Amenakhte hab铆a sido presa del miedo hasta que vio al ni帽o llorando en plena calle.
No era su hijo. Estaba seguro. Hab铆a visto a su hijo una vez, pocos a帽os antes, aunque aquellos encuentros fortuitos sol铆an ser irrelevantes y nadie hablaba de ellos. Sin embargo, se hab铆a fijado en los hombros anchos del ni帽o y en su abundante cabello moreno, tan parecido al suyo. "Ese joven es mi hijo". Su coraz贸n hab铆a rebosado orgullo aquel d铆a, a pesar de que no pod铆a compartirlo con nadie; ni siquiera con la madre del peque帽o, a quien rara vez ve铆a.
El ni帽o que hab铆a visto llorando en las calles no ten铆a cabellos morenos ni hombros anchos y fuertes, pero algo hab铆a conmovido a Amenakhte como en el d铆a en que hab铆a reconocido a su propio hijo. Los eternos hab铆an comenzado a marchar por ambos extremos de la calle, con sus armas reflejando la luz de los soles y sus pies met谩licos resonando duramente contra la piedra.
Amenakhte hab铆a corrido hacia el ni帽o para llev谩rselo y ponerlo a salvo, pero los eternos estaban por todas partes y sus hojas hab铆an descendido sobre 茅l. Solo hab铆a tenido tiempo de interponerse entre el diluvio de acero y el ni帽o para protegerlo de todas las pu帽aladas.
"Ser茅 tu escudo, peque帽o".
Hab铆a sufrido todas las perforaciones, todos los cortes, pero ¿acaso no era ancho de hombros? ¿No era de constituci贸n fuerte? Con cada pu帽alada, hab铆a pensado en el ni帽o que proteg铆a y su 煤nica esperanza hab铆a sido mantenerlo con vida.
Tras unos segundos que hab铆an parecido una eternidad, la violencia hab铆a cesado y el estruendo met谩lico se hab铆a alejado. Amenakhte no se hab铆a atrevido a moverse por temor a atraer de nuevo a los eternos, pero pronto hab铆a descubierto que no habr铆a podido hacerlo aunque hubiera querido. El ni帽o hab铆a permanecido en silencio, sin dejarse vencer por el p谩nico. Ni siquiera ahora se mov铆a. "Qu茅 valiente y astuto. Te salvar茅, joven".
Y ahora, la mujer estaba all铆 y Amenakhte dejar铆a al ni帽o en sus manos. Entonces podr铆a morir finalmente.
La mujer no dijo nada, pero se arrodill贸 a su lado y le estrech贸 una mano. Ten铆a los dedos c谩lidos y suaves. Eran casi tan agradables como un trago de agua. Amenakhte levant贸 la vista hacia su rostro y, aunque no pod铆a verla bien, sab铆a que era hermosa.
―¿Salvar谩s... al ni帽o? ―Era extra帽o, pero las palabras flu铆an con m谩s facilidad que antes; brotaban como la sangre. La mujer asinti贸 y, aunque lo ve铆a todo borroso, Amenakhte distingui贸 que estaba llorando.
"No sientas l谩stima por m铆", quiso decir. "Vamos, ll茅vate al peque帽o". Sin embargo, sus labios se negaban a moverse.
La mujer se inclin贸 sobre 茅l y le susurr贸 al o铆do.
―El ni帽o est谩... Estar谩 bien ―solloz贸 ella―. Yo lo... Lo salvar茅.
Al igual que sus manos, su voz era c谩lida y l铆quida, cual gota dorada de miel lamida del panal. Amenakhte not贸 que su vista se atenuaba e intent贸 beber del rostro de ella, de su hermoso rostro, un 煤ltimo rayo de sol antes de caer en la noche vasta, oscura y eterna.

Amonkhet: Favor

Tres dioses han sucumbido desde que el Portal al m谩s all谩 se abri贸 y revel贸 horrores inimaginables. Hazoret la Ferviente y Bontu la Venerada son las 煤nicas que quedan para proteger a los mortales de Amonkhet. ¿Ser谩n capaces de impedir la masacre hasta que el Dios Fara贸n regrese para defender a su pueblo?


La desesperaci贸n hizo caer de rodillas a la diosa.
Por tercera vez en el mismo d铆a, un dolor insoportable la invadi贸 y merm贸 sus fuerzas, corroyendo su coraz贸n y su esp铆ritu.
"Otro dios ha muerto".
Hazoret observ贸 el horizonte, donde los enjambres de langostas a煤n mancillaban la luz de los soles. Por todas partes, los horrores del desierto arrasaban las calles de Naktamun y aterrorizaban a los ciudadanos.
Desde que ten铆a memoria, sus hermanos y ella hab铆an defendido a su pueblo frente a las pesadillas del mundo. Juntos repel铆an la oscuridad, proteg铆an a los mortales de las maldiciones de Amonkhet y daban caza a las sombras que acechaban m谩s all谩 de Naktamun.
Sin embargo, el cuidador de la Hekma hab铆a ca铆do.
La arquera dorada, la hermana cuyas flechas abat铆an a cualquiera que amenazase la ciudad, hab铆a ca铆do.
El viajero ind贸mito, el m谩s fuerte de los hermanos y guardi谩n del desierto, hab铆a ca铆do.
"Bontu y yo somos las 煤nicas que quedamos".
Una mir铆ada de s煤plicas resonaban en su mente. La avalancha de miedos mortales reca铆a sobre sus hombros y crec铆a en peso y volumen cada vez que un dios fallec铆a.
Hazoret apret贸 los dientes y se oblig贸 a levantarse. No pod铆a rendirse; no ahora, cuando sus hijos la necesitaban m谩s que nunca. No cuando parec铆a que todas las promesas del Dios Fara贸n se estaban rompiendo y sus hermanos ca铆an uno tras otro a manos de una deidad oscura.
"Tengo que velar por mis hijos. Tengo que proteger a Bontu".
Hazoret cerr贸 los ojos y abandon贸.
Abandon贸 su autocontrol. Abandon贸 la moderaci贸n. Abandon贸 todo rastro de duda e incertidumbre y se arroj贸 hacia delante, precipit谩ndose hacia el fervor, hacia la acci贸n, hacia la furia, la llama y la danza irrefrenable de su frenes铆 de combate. Su lanza de dos puntas atraves贸 a incontables momias del desierto mientras cargaba por la ciudad como un rel谩mpago dorado que surcaba las calles. El llanto de un ni帽o la hizo saltar una avenida de lado a lado para protegerlo del derrumbe de un muro y llevarlo a los brazos de sus camaradas que hu铆an. Un infernal gigantesco emergi贸 del suelo destrozando varios edificios y se lanz贸 a por un grupo de ciudadanos. Con una palabra y un pensamiento, Hazoret liber贸 una r谩faga de fuego que vol贸 hacia el monstruo y lo redujo a cenizas.
Chaos Maw
Luch贸 con toda la furia de una deidad desatada. Los mortales se reagrupaban all谩 por donde pasaba y luchaban con fervor renovado; la presencia de Hazoret avivaba su c贸lera y su poder. Mientras ensartaba en su lanza a un horror del desierto, un remolino de acero atrajo su atenci贸n. Una mortal que bland铆a dos khopeshes se abr铆a paso a cuchilladas entre una manada de hienas reanimadas, movi茅ndose a una velocidad sobrenatural. Las bestias lanzaban dentelladas y gru帽铆an a su alrededor, pero la humana acab贸 con ellas f谩cilmente esquivando sus mand铆bulas, cercenando tendones y cortando sus extremidades para incapacitarlas.
Cuando la mujer clav贸 sus armas en la 煤ltima hiena de la manada, Hazoret por fin vio su rostro: era Samut, la disidente; Samut, quien hab铆a blasfemado contra el Dios Fara贸n; Samut, quien le hab铆a preguntado "¿es eso el para铆so?" cuando el Portal se abri贸 para revelar los yermos y desatar el terror que ahora los consum铆a.
La mortal levant贸 la cabeza tras terminar su macabro trabajo y sus ojos se cruzaron con los de Hazoret. El campe贸n Djeru corri贸 para alcanzar a Samut y tambi茅n levant贸 la mirada hacia la diosa.
―¡Gran Hazoret, ¿qu茅 podemos hacer?! ―pregunt贸 la humana en voz alta.
La deidad observ贸 el caos que se extend铆a por su amada ciudad.
Defendeos unos a otros, hijos m铆os. Llevaos a quienes pod谩is y buscad refugio en las arenas del desierto. Debemos sobrevivir hasta que el Dios Fara贸n regrese para enmendar este mal.
―El Dios Fara贸n no va a...
No tenemos tiempo para palabras ni dudas ―asever贸 Hazoret con toda su fuerza de voluntad. Samut y Djeru se inclinaron sumisamente ante su diosa, silenciados por el poder de esta.
Hazoret suspir贸 y se tranquiliz贸 m铆nimamente. Se arrodill贸 y atraves贸 a la humana con su mirada.
Eres fuerte, Samut, y de voluntad firme. Emplea esa fuerza para proteger a tus cong茅neres. Amonkhet te necesita. Tambi茅n a ti, Djeru, mi 煤ltimo campe贸n.
El rugido escalofriante de una sierpe de arena atrajo la atenci贸n de Hazoret. La diosa prepar贸 su arma y se levant贸.
―Obedeceremos, gran Hazoret. Defenderemos a nuestros hermanos y hermanas ―respondi贸 Djeru con voz clara y decidida. En cambio, Samut todav铆a miraba a la diosa con dudas en los ojos.
―¿Y qui茅n os proteger谩 a vos? ―pregunt贸 la mortal.
Una peque帽a sonrisa revolote贸 por el rostro de la deidad.
Marchaos y luchad. Yo sobrevivir茅.
No muy lejos de all铆, un monumento se vino abajo cuando varias sierpes de arena chocaron contra 茅l, persiguiendo a un grupo de visires cuyos hechizos eran in煤tiles contra sus duras escamas. Hazoret no dio tiempo a Samut y Djeru para protestar y emprendi贸 la carrera contra las bestias profanadoras, con su arma y sus llamas preparadas y un grito de batalla en la garganta.

"No es suficiente".
Por cada vida mortal que salvaba, sab铆a que una decena de ellas se perd铆an. El coraz贸n se le encog铆a de temor y tristeza. Cada muerte vac铆a provocaba una nueva punzada de culpa en ella. Muchas de las v铆ctimas eran ni帽os demasiado j贸venes como para haberse enfrentado a las pruebas. Se supon铆a que la Hora de la Gloria ofrecer铆a a los mortales una 煤ltima oportunidad de demostrar que eran dignos, pero los hab铆a convertido en presas, en v铆ctimas del hambre incesante del desierto. Cada muerte se traduc铆a en un nuevo individuo que sufr铆a la cruel maldici贸n de los errantes, condenados a regresar como muertos vivientes y perseguir a los mismos amigos por quienes hab铆an perecido luchando.
Hazoret anhelaba el regreso de su Dios Fara贸n. ¿Qu茅 hab铆a podido ocurrir para causar su demora? ¿Ser铆a posible que los tres dioses invasores hubieran saboteado la gran labor que mostrar铆a la senda hacia el m谩s all谩?
Hazoret neg贸 con la cabeza. "脡l jam谩s nos abandonar铆a".
Su mirada vag贸 hacia el coraz贸n de la ciudad, donde el trono vac铆o del Dios Fara贸n se alzaba majestuosamente. Otro recuerdo de su promesa de regresar.
Ahora estaba cubierto de langostas, una mancha negra sobre el horizonte rojo sangre.
Un rugido gutural surgi贸 de la garganta de Hazoret cuando prendi贸 el aire de los alrededores y envi贸 una llamarada para limpiar el trono. Un sinf铆n de langostas se desintegraron en el fogonazo, pero el humo apenas se hab铆a despejado antes de que un enjambre a煤n mayor reemplazara al que la diosa hab铆a calcinado.
Forbid
Por todas partes, Naktamun continuaba sucumbiendo.
La desesperaci贸n cal贸 en el coraz贸n de Hazoret. Los ruegos en su cabeza se hab铆an vuelto ensordecedores, un estruendo solo igualado por el zumbido de las langostas.
Y as铆, la diosa rez贸.
Rez贸 para que el Dios Fara贸n regresase. Para que cumpliera la profec铆a. Para que llegase y trajese orden al caos una vez m谩s.
Y mientras rezaba, por encima del trono, el cielo ondul贸 como distorsionado por un espejismo. Con un retumbo grave, el aire se quebr贸. Una mota de vac铆o negro se manifest贸 en el aire del desierto; un min煤sculo agujero en el tejido de la realidad.
El vac铆o creci贸 y el cielo rojo alrededor de 茅l se consumi贸 y desmenuz贸 como papel quemado, descomponi茅ndose en la nada. Desde el agujero se extendieron grietas y un crepitar de energ铆a azul que refulgi贸 y se fundi贸 en negro, dejando marcas de quemaduras en el aire. Los fragmentos de realidad segu铆an desapareciendo en el agujero, precipit谩ndose hacia el olvido mientras la grieta creciente consum铆a el espacio sobre el trono hasta formar un inmenso portal.
De 茅l surgieron en primer lugar unos cuernos dorados, relucientes e impecables. A continuaci贸n emergi贸 la silueta perfecta del drag贸n, enorme y 谩gil; sus grandes alas y afiladas garras irradiaban poder.
El Dios Fara贸n hab铆a regresado.
Behold my Grandeur
Hazoret alz贸 los brazos con j煤bilo mientras las alabanzas danzaban en sus labios. En verdad era tan majestuoso como lo recordaba: su inmensa silueta dorada encarnaba la perfecci贸n. En su mente, las voces que gritaban desesperadamente callaron de forma s煤bita y un 茅xtasis reverencial se propag贸 entre los mortales de la ciudad. Las voces de Amonkhet clamaban de alivio y regocijo.
El Dios Fara贸n aterriz贸 ante su trono y sus garras repiquetearon contra la piedra pulida. Baj贸 la mirada y contempl贸 la marea de muerte y desolaci贸n que arrasaba Naktamun.
Y entonces sonri贸.
Imminent Doom
El pavor se adue帽贸 de Hazoret. Las 煤ltimas palabras de Rhonas acudieron a su mente mientras observaba c贸mo una oleada de mortales desesperados corr铆an hacia el drag贸n entre gritos de exultaci贸n. El Dios Fara贸n inclin贸 la cabeza hacia ellos, alz贸 una garra y Hazoret sinti贸 c贸mo el aire crepitaba con energ铆a.
Una chispa de luz violeta prendi贸 entre los dedos del Dios Fara贸n y del cielo cay贸 un diluvio de llamas oscuras que consumieron todo aquello que tocaron.
Torment of Hailfire
Las alabanzas de los ciudadanos se convirtieron en alaridos cuando la destrucci贸n descendi贸 desde los cielos.
Hazoret corri贸 hacia los mortales m谩s pr贸ximos y se inclin贸 sobre ellos para tratar de protegerlos de aquella magia devastadora. Con un giro de su lanza, conjur贸 un escudo de arena y llamas que se arremolin贸 en torno a ella y Hazoret apret贸 los dientes mientras el hechizo del Dios Fara贸n ca铆a en los alrededores.
Los mortales a sus pies chillaban y gem铆an y la mente de la diosa trabajaba a toda prisa para asimilar aquel giro de los acontecimientos.
"El Dios Fara贸n ha regresado, pero solo trae la destrucci贸n. Las Horas transcurren y las profec铆as son falsas, una manipulaci贸n oscura y perversa de sus aut茅nticas intenciones".
Una jaqueca la abrum贸 cuando intent贸 recordar el pasado, c贸mo era el Dios Fara贸n antes de haberse marchado. El escudo flaque贸 cuando Hazoret perdi贸 la concentraci贸n al pensar en la advertencia final de Rhonas y las dudas de Samut. Tanto el dios como la mortal hab铆an hablado en contra del Dios Fara贸n, pero cuando Hazoret intentaba sopesar sus palabras, la cabeza le estallaba de dolor. La imposibilidad de que el Dios Fara贸n no fuese justo y bondadoso contradec铆a lo que le mostraban los sentidos.
"Trae la destrucci贸n de su pueblo, de sus hijos".
Hazoret levant贸 la vista hacia el Dios Fara贸n. Su hechizo al fin hab铆a cesado y sus ojos vagaron hacia el Portal al m谩s all谩, en la lejan铆a. Hazoret sigui贸 la mirada y, para su sorpresa, el tercer dios, el que ten铆a cabeza de escarabajo, a煤n estaba ante el Portal. A pesar del caos que se hab铆a desatado en torno a 茅l, permanec铆a espeluznantemente inm贸vil, cual estatua a帽il en medio del pandemonio. El Dios Fara贸n extendi贸 las alas y dobl贸 las rodillas, dispuesto a levantar el vuelo.
¡Salve, Nicol Bolas, Dios Fara贸n de Amonkhet!
Aquellas palabras atrajeron la atenci贸n del drag贸n y desconcertaron por completo a Hazoret. Bontu se aproxim贸 al trono con paso firme y se arrodill贸 ante el Dios Fara贸n. Hazoret se llev贸 las manos a la cabeza y la estrech贸 con fuerza para tratar de pensar con claridad. El nombre que Bontu hab铆a pronunciado, Nicol Bolas, hab铆a provocado otra oleada de dolor insoportable. La diosa estaba segura de algo: una magia desconocida reten铆a sus recuerdos.
Os he servido fielmente en vuestra ausencia, gran Dios Fara贸n ―dijo la voz 谩spera de Bontu en medio del estruendo―. He cosechado 煤nicamente a los m谩s ambiciosos y poderosos para ser dignos de serviros. He erradicado a los disidentes de todas las simientes y purgado Naktamun de aquellos que arruinar铆an vuestra labor. Y he mantenido los hilos que entrelazasteis en el tejido de mis hermanos. ―Bontu hizo una profunda reverencia―. Soy vuestra, Nicol Bolas. Vivo para serviros. Ordenad, y ser谩 cumplido.
Mientras escuchaba a Bontu, Hazoret aferr贸 su lanza con m谩s y m谩s fuerza. Finalmente, no pudo contenerse.
¡Hermana, ¿qu茅 significa eso?!
El drag贸n y la diosa se giraron hacia ella y, por primera vez en su vida, Hazoret se sinti贸 diminuta.
El Dios Fara贸n se volvi贸 hacia Bontu y pronunci贸 sus primeras palabras.
―Mata a tu hermana.
Sin dudar ni por un instante, Bontu levant贸 una mano y dirigi贸 una r谩faga de energ铆a oscura contra Hazoret.
La diosa del fervor grit贸 cuando el hechizo la alcanz贸 de pleno. Sinti贸 c贸mo su mente se deshac铆a y los confines del olvido carcom铆an su cordura, arrancando pensamientos y recuerdos. En el interior de su mente, conjur贸 fuegos sanadores para detener la expansi贸n de las sombras con una llama cauterizadora.
Oblivion
Hazoret se libr贸 de su lucha mental justo a tiempo de evitar una segunda r谩faga de energ铆a parti茅ndola en dos con el extremo 铆gneo de su lanza. Sin embargo, un tercer ataque la alcanz贸 en un brazo y entorpeci贸 sus movimientos y su mente.
El primer hechizo de Bontu no solo hab铆a asaltado la memoria de Hazoret: tambi茅n hab铆a devorado el bloqueo de su mente.
De repente, la diosa lo record贸 todo.
La magnitud del enga帽o de Nicol Bolas y la traici贸n de Bontu cayeron a plomo sobre ella, embotando sus instintos y distray茅ndola del combate actual. La culpa de haber dado muerte a sus hijos entorpeci贸 sus movimientos y la rabia impotente de haber descubierto la cruel manipulaci贸n de su propio cometido ralentiz贸 sus reacciones. "Bontu lo ha planeado todo", se percat贸. El primer ataque no hab铆a sido un simple asalto mental: su objetivo era distraer a Hazoret para entorpecerla, puesto que siempre hab铆a sido m谩s veloz que su hermana, lo suficiente como para esquivar sus golpes y hechizos.
Bontu se hab铆a preparado para aquel combate.
El alcance de su traici贸n hizo que la mente de Hazoret hirviera de furia y desesperaci贸n.
¡¿Por qu茅, Bontu?! ―grit贸.
Su hermana solt贸 una risa 谩spera y chirriante. Para los mortales que la oyeron, son贸 cruel y confiada, pero Hazoret oy贸 desesperaci贸n y un deje de tristeza.
¿Has olvidado qui茅n soy, hermana? Yo encarno la ambici贸n. Nicol Bolas destruy贸 a todos los que se opusieron a 茅l. En lugar de ello, eleg铆 unirme a su poder. Eleg铆 sobrevivir.
¡Elegiste traicionar a tu mundo! ―Hazoret proyect贸 un chorro flam铆gero contra Bontu, pero esta absorbi贸 el hechizo con su bast贸n.
Este mundo es Nicol Bolas. ―Bontu la se帽al贸 con su bast贸n y el fuego surgi贸 de vuelta hacia Hazoret, alterado por la magia necr贸tica de la diosa―. Y t煤 no eres digna.
Hazoret retrocedi贸 a toda prisa para evitar las llamas oscuras y se agach贸 tras las ruinas de un edificio. Oculta en el refugio, se arm贸 de determinaci贸n.
En una fracci贸n de segundo, abandon贸 la cobertura levantando una nube de arena y apareci贸 detr谩s de Bontu a la velocidad del rayo, lanza en alto y dispuesta a atravesar a su hermana. El arma perfor贸 la carne, pero entonces Bontu se desvaneci贸 entre volutas de humo. Hazoret recul贸 tosiendo al respirar aquel gas venenoso y busc贸 a su hermana con la mirada. Las arenas estallaron bajo sus pies y Bontu emergi贸 del suelo, apres谩ndole un brazo entre sus fauces. Hazoret lanz贸 un grito y la presi贸n de las mand铆bulas la oblig贸 a soltar su lanza.
Descarg贸 una lluvia de pu帽etazos y patadas contra su hermana, pero Bontu resisti贸 mientras una energ铆a m谩gica recorr铆a sus escamas y la proteg铆a del asalto. En un arranque de inspiraci贸n, Hazoret prendi贸 su propio brazo dentro de la boca de Bontu. Con un alarido, su hermana al fin liber贸 el brazo aplastado y las diosas tropezaron al separarse la una de la otra.
Hazoret recogi贸 su lanza mientras un brazo colgaba en un costado, inutilizado. Bontu respiraba a bocanadas, con las fauces y el rostro chamuscados por la r茅plica inesperada. Al ver a su hermana alzar el bast贸n, Hazoret se prepar贸 para otro asalto m谩gico. Para su sorpresa, el arma brill贸, pero no lanz贸 ning煤n ataque contra ella.
De pronto, Hazoret oy贸 una nueva serie de gritos a sus espaldas y se volvi贸 hacia ellos. El coraz贸n se le hel贸 al ver c贸mo una horda de horrores surg铆a de las ruinas y las sombras y se cern铆a sobre los mortales. La magia de Bontu hab铆a convocado a las bestias oscuras y las hab铆a incitado a matar a todo el que encontraran en su camino.
Hazoret volvi贸 a lanzarse a la batalla como un rel谩mpago, repeliendo a los monstruos y luchando desesperadamente por proteger a sus hijos. Sin embargo, cuando atraves贸 al primer horror, la criatura revent贸 e impregn贸 su lanza de una brea negra. Los dem谩s horrores se abalanzaron sobre Hazoret y se fundieron en una ci茅naga densa que la inmoviliz贸. Hazoret grit贸 de pura frustraci贸n y trat贸 de conjurar calor y llamas, pero la brea solo se endureci贸 y la apres贸 a煤n m谩s.
Tu fanatismo y tu compasi贸n te hacen predecible, hermana ―le susurr贸 Bontu al o铆do. Su bast贸n golpe贸 la brea endurecida y Hazoret ahog贸 un grito cuando el calor y la fuerza abandonaron su cuerpo. Por el rabillo del ojo, vio a Bontu meter la mano en la brea y sinti贸 c贸mo la apresaba y la arrastraba de vuelta al trono, de vuelta al drag贸n embaucador. Hazoret intent贸 resistirse, pero la magia de Bontu drenaba lenta y constantemente su fuerza vital.
Con un empuj贸n, su hermana la arroj贸 a los pies de Nicol Bolas y se arrodill贸 de nuevo.
He hecho lo que me hab茅is pedido, mi Dios Fara贸n. Existo para servir.
El enorme drag贸n baj贸 la mirada hacia la deidad postrada y suplicante. Despacio, levant贸 una garra... y descarg贸 un rayo de energ铆a oscura contra Bontu. La diosa se desplom贸 retorci茅ndose de agon铆a.
―Tu utilidad ha terminado ―dijo con desprecio el drag贸n―. S铆rveme en la muerte, peque帽a diosa.
Nicol Bolas les dio la espalda y se dispuso a dejar atr谩s a las dos deidades moribundas de Amonkhet.
Bontu solt贸 un rugido primitivo mientras se arrastraba hacia 茅l, todav铆a sufriendo convulsiones a causa del dolor. El drag贸n se volvi贸 y la observ贸 con una expresi贸n de divertimento y superioridad. Los pasos lentos y vacilantes de Bontu cobraron fuerza y la diosa carg贸 contra Nicol Bolas.
Un monumento se derrumb贸 en el camino de Bontu y una multitud de muertos vivientes surgi贸 entre los escombros; hab铆a tanto momias del desierto como ciudadanos de Naktamun alzados por la maldici贸n de los errantes. La diosa tropez贸 con los escombros y los muertos vivientes se lanzaron sobre ella. Bontu los apart贸 a manotazos, pero debilitada como estaba, las criaturas que normalmente no habr铆an sido m谩s que un estorbo consiguieron derribar a la deidad.
Cuando Nicol Bolas vio desaparecer a Bontu bajo la monta帽a de muertos vivientes, su fr铆a y cruel risa retumb贸 en toda la ciudad devastada de Naktamun. Con un batir de alas, se elev贸 en el cielo y vol贸 hacia el Portal y el dios escarabajo que aguardaba all铆.
Hazoret presenci贸 la marcha del drag贸n mientras o铆a c贸mo los muertos vivientes ro铆an y se amontonaban sobre su presa. Sinti贸 c贸mo su propia vida se apagaba poco a poco.
De pronto, percibi贸 un estallido de poder a su lado y levant贸 la vista a tiempo de ver surgir una onda de descomposici贸n bajo el amasijo de muertos vivientes. Bontu emergi贸 con violencia de su sepultura, levant谩ndose con un estertor y arrojando hacia el cielo los cuerpos inertes de los monstruos. Su hechizo hab铆a acabado con todos los seres vivos y muertos de los alrededores.
Bontu's Last Reckoning
Las miradas de Bontu y Hazoret se cruzaron y la diosa chacal sinti贸 c贸mo la brea que la apresaba se ablandaba y se derret铆a.
Y por cuarta vez en el mismo d铆a, un dolor insoportable invadi贸 a Hazoret y le atraves贸 el vientre cuando Bontu falleci贸 y el hechizo necr贸tico del drag贸n cort贸 las 煤ltimas l铆neas m铆sticas que un铆an a la diosa al mundo.
Hazoret era la 煤nica que quedaba, el 煤ltimo pilar de Amonkhet.