"El mundo fue aplastado bajo el tal贸n del poderoso Dios Fara贸n y
una Hora nunca mencionada comenz贸 cuando el sol rojo sangre ti帽贸 la
tierra de carmes铆. Y as铆 imper贸 la Hora de la Devastaci贸n y el Dios
Fara贸n culmin贸 su gran proyecto, dejando ruinas a su paso mientras la
oscuridad consum铆a y destru铆a por completo la ciudad".
Samut corr铆a sin detenerse.
"Tenemos que huir de la ciudad y llegar al desierto".
La orden de Hazoret ard铆a en un rinc贸n de sus pensamientos mientras avanzaban. Djeru y ella hab铆an obedecido a la diosa y se hab铆an separado de ella para poner rumbo a la periferia de Naktamun. Sus n煤meros crec铆an en el trayecto a medida que otros supervivientes se un铆an a la lucha.
Pero sus n煤meros tambi茅n mermaban a medida que la destrucci贸n provocada por los dioses arrasaba la ciudad.
"Llegar al desierto".
El variopinto grupo de ciudadanos lleg贸 a un edificio situado cerca de donde la Hekma se alzaba apenas horas antes. El cuartel, donde hasta entonces hab铆an residido los visires de Kefnet que ayudaban a cuidar y reparar la barrera, parec铆a completamente abandonado excepto por algunos enjambres de langostas que se hab铆an pegado a varias superficies. Samut hizo un gesto a los dem谩s para que se refugiasen tras un muro y escal贸 la superficie irregular de piedra para llegar al tejado y otear los alrededores.
Ante ella, los desiertos de Amonkhet se extend铆an hasta el horizonte. El viento empujaba nubes de arena y las dunas ondulantes proyectaban sombras extra帽as, aunque Samut no distingu铆a si se deb铆a a la luz, al viento o a que ocultaban alg煤n horror desconocido. Lo que s铆 sab铆a era que hab铆a ruinas en las afueras de la ciudad, lugares en los que podr铆an refugiarse temporalmente, pero m谩s all谩 de eso, no conoc铆a nada del exterior.
Hazoret a煤n cre铆a que el Dios Fara贸n tal vez regresar铆a para salvarlos a todos de la oscuridad. Algunos miembros del grupo parec铆an compartir su opini贸n y todav铆a mencionaban al Dios Fara贸n en sus gritos de batalla o susurraban plegarias para que enmendase aquella cat谩strofe. Sin embargo, Samut conoc铆a la verdad.
Oy贸 varios gritos procedentes de la calle. Samut mir贸 hacia abajo y vio que todos los supervivientes se帽alaban atr谩s, en direcci贸n a la ciudad. En el cielo hab铆a un vac铆o tenebroso y de aquel abismo incomprensible surgi贸 una inmensa criatura dorada. Por un momento, Samut arrug贸 la frente, confusa. Entonces repar贸 en los cuernos dorados del ser.
La sangre abandon贸 el rostro de Samut.
"Ha llegado".

Entonces, el drag贸n alz贸 las garras y una lluvia de fuego negro descendi贸 de los cielos.
Samut grit贸 por encima del estruendo y apremi贸 a los supervivientes para que se refugiaran en el interior del edificio. Contuvo su desesperaci贸n al ver c贸mo una explosi贸n de fuego aniquilaba a un joven minotauro que intentaba volver junto a ellos. Samut salt贸 a la calle y corri贸 a recoger en brazos a una ni帽a aven, para luego regresar al cuartel a toda velocidad y llevarla junto a los dem谩s. Una vez que todos se pusieron a salvo, entr贸 con ellos. Djeru los estaba reuniendo en el centro de la estancia, lejos de ventanas y puertas. El escalofriante estruendo de los proyectiles estallando contra las paredes y los edificios cercanos reverber贸 en los huesos de todos, acompa帽ados de los sollozos de los m谩s j贸venes.
―Por... ¿Por qu茅 nos hace esto el Dios Fara贸n? ―dud贸 con p谩nico en los ojos un joven naga que apenas ten铆a edad para ser un disc铆pulo.
―El Dios Fara贸n es un embustero ―afirm贸 Samut en voz lo bastante alta como para que todos la oyeran―. No es el gran redentor: es un intruso, un farsante de otro mundo.
―N-no puede ser verdad. Esa... bestia no puede ser nuestro Dios Fara贸n ―protest贸 un hombre robusto que Samut conoc铆a: era Masikah, de la simiente Ahn.
―¿Acaso no tienes ojos para ver y o铆dos para escuchar? ¿Tu coraz贸n no siente nada? ¡Las muertes de nuestros dioses! ¡La destrucci贸n de nuestra ciudad! ¡Este hechizo de fuego infernal, procedente de las garras del mism铆simo Dios Fara贸n! ―exclam贸 Samut con una convicci贸n g茅lida mientras miraba a Masikah a los ojos.
―¡Nos han traicionado! ―grit贸 alguien del grupo―. ¡Nuestros dioses han sido traicionados! ―Varios gritos furiosos secundaron la opini贸n.
―Los dioses oscuros son sus heraldos, no sus adversarios. ―Samut pas贸 un brazo por los hombros de Masikah―. Tenemos que afrontar la verdad y luchar por sobrevivir.
Entonces se volvi贸 y se dirigi贸 a todos los presentes, mir谩ndolos a los ojos uno a uno.
―He descubierto la historia encubierta de nuestro pueblo. He visto ruinas y lugares ocultos en las arenas. ―El tono de Samut se suaviz贸 poco a poco―. Esperaba equivocarme, haber ca铆do en la locura y que los sacrilegios que hab铆a descubierto no fueran ciertos. Pero mis mayores temores se han hecho realidad.
Los supervivientes murmuraron entre ellos. Algunas caras se endurecieron con ira, mientras que otras se volvieron hacia Samut y aguardaron sus siguientes palabras. Abri贸 la boca para continuar la arenga, pero entonces sinti贸 un dolor punzante en el pecho. Samut se encorv贸 y luch贸 por respirar, con los dientes apretados. Cuando levant贸 la cabeza, vio a los refugiados aferr谩ndose el pecho, todos ellos con el rostro congelado en una expresi贸n de agon铆a. Uno de los m谩s j贸venes vomit贸.
"¿Cu谩l de ellas ha ca铆do?".
Samut pronunci贸 sus pr贸ximas palabras con resoluci贸n.
―Cuatro de nuestros dioses han muerto. ¡Cuatro! ―grit贸 por encima de los gemidos y llantos del grupo. Algunos sacudieron la cabeza, tratando de negar la verdad que Samut acababa de anunciar. Otros simplemente enmudecieron, con la mirada perdida. Samut insisti贸.
»Yo vivo por la gloria de mis dioses. Rechazo las mentiras del falso Dios Fara贸n. Tenemos que presentar batalla y proteger lo que es nuestro. Debemos sobrevivir. Debemos oponernos al Gran Intruso.
―Yo luchar茅 a tu lado.
Samut se gir贸, sorprendida y con el pecho lleno de emoci贸n. Tras ayudar a un joven a recuperarse, Djeru se puso en pie y se dirigi贸 a los dem谩s.
―Samut es mi m谩s vieja amiga, pero, m谩s que nadie, consider茅 un vil sacrilegio sus palabras contra el Dios Fara贸n. Ahora he visto m谩s que suficiente para comprender que dice la verdad.
Se hizo un silencio inc贸modo entre los supervivientes, hasta que el joven naga intervino.
―Pero ¿qu茅 haremos? ―pregunt贸 mirando al resto.
―¿Qu茅 podemos hacer? ―balbuce贸 alguien. Se oyeron murmullos de duda entre el grupo.
―Buena pregunta ―a帽adi贸 una voz clara y firme―. ¿Qu茅 podemos hacer contra unos dioses oscuros que asesinan deidades y contra un drag贸n que provoca lluvias de fuego?
Varios supervivientes se hicieron a un lado cuando Hapatra dio un paso al frente. Samut mir贸 a Djeru antes de responder a la visir.
―Hazoret nos pidi贸 a Djeru y a m铆 que protegi茅ramos a quienes pudi茅semos y nos ocult谩ramos en las arenas del desierto. Que sobrevivi茅ramos. Nos opondremos al intruso manteni茅ndonos con vida.
Algunas cabezas asintieron con aprobaci贸n.
―Pero yo voy a regresar a la ciudad ―a帽adi贸 Samut.
Camin贸 a zancadas hasta la puerta mientras desenvainaba sus khopeshes y se volvi贸 para dirigirse a todos.
―No os pido que me acompa帽茅is. Escapar y sobrevivir honrar铆a la petici贸n de Hazoret y ser铆a un valiente acto de desaf铆o al intruso. ―La voz de Samut se quebr贸 al decir sus pr贸ximas palabras―. Pero no podr铆a soportar la muerte de nuestra 煤ltima diosa. Aunque Hazoret nos orden贸 huir, yo regresar茅 para intentar defender a quien me ha cuidado desde siempre.
―Ir茅 contigo, hermana ―afirm贸 Djeru desenvainando su arma antes de volverse hacia los dem谩s―. Los hijos de los dioses nunca hemos temido la muerte. Yo dediqu茅 mi vida gustosamente a la b煤squeda de un glorioso m谩s all谩. Ahora la dedicar茅 con orgullo a defender la aut茅ntica divinidad.
Otros guerreros se pusieron en pie y desenfundaron sus armas o empu帽aron sus bastones con absoluta determinaci贸n en el rostro.
―Yo no os acompa帽ar茅.
Todos se volvieron hacia Hapatra.
―Mi coraz贸n anhela la m谩s m铆nima oportunidad de vengar la muerte de mi a帽orado Rhonas, pero s茅 que mis venenos estar谩n mejor empleados al servicio de los supervivientes. ―Desenvain贸 un pu帽al y lo sostuvo con reverencia delante del pecho mientras una peque帽a serpiente se deslizaba brazo arriba―. Soy el colmillo quebrado de Rhonas y s茅 d贸nde golpear para detener a los muertos vivientes y otros monstruos. Acabar茅 con cualquiera que amenace a nuestra gente mientras buscamos refugio entre las arenas. ―Hapatra mir贸 a Samut con una intensidad ardiente―. Dejo la seguridad de nuestra diosa en tus manos, Samut.
La guerrera correspondi贸 el gesto con sus khopeshes.
―No es f谩cil conocer nuestras propias fortalezas y sacrificar nuestros deseos por el bien de los dem谩s. Agradezco tu valent铆a.
Entonces se volvi贸 hacia los supervivientes y alz贸 un arma.
―¡Los dem谩s, conmigo! ¡Encontraremos y defenderemos a nuestra 煤ltima diosa!
Samut apret贸 los dientes. "Son imparables".

Mientras se levantaba atropelladamente, Samut advirti贸 que solo quedaban otros cuatro combatientes; el resto hab铆an muerto a manos del interminable ej茅rcito de guerreros eternos. La cruel broma de las Horas prometidas rept贸 por los pensamientos de Samut. "La Hora de la Eternidad, en la que los muertos dignos se alzar谩n de nuevo en un glorioso m谩s all谩", pens贸 con rabia. "Salvo que el «glorioso m谩s all谩» consiste en masacrar a todos tus semejantes".
El minotauro conjur贸 una llama intensa que envolvi贸 la punta de su lanza. Djeru se levant贸 y se situ贸 junto a Samut.
―Nunca... Nunca hab铆a visto muertos vivientes capaces de usar la magia.
―Y yo nunca hab铆a visto cad谩veres de campeones recubiertos de lazotep y enviados a destruir la ciudad ―contest贸 ella―. Hoy es un d铆a de descubrimientos.
―Qu茅 suerte la nuestra ―a帽adi贸 Djeru con una sonrisa falsa.
―Si de verdad son nuestros antiguos campeones, este tiene que ser 茅l ―coment贸 Samut.
Djeru y ella retrocedieron a medida que el minotauro avanzaba, haciendo girar su lanza por detr谩s de s铆 con una mano para crear un c铆rculo cegador de luz. Djeru asinti贸. Un campe贸n brutal con una lanza llameante: solo pod铆a ser Neheb el Digno, un iniciado legendario, experto por igual en combate cuerpo a cuerpo y hechicer铆a. Samut y Djeru todav铆a eran ni帽os cuando Neheb super贸 las cinco pruebas. "El mejor guerrero de su generaci贸n", les ense帽aban los maestros. "Luchad como Neheb", les dec铆an los instructores de combate.

―Podemos derrotarlo, hermana ―dijo 茅l adoptando una postura defensiva sin quitar los ojos de encima a Neheb.
―Pero ¿de qu茅 servir铆a? No podemos vencer a todos los antiguos campeones de Amonkhet, ni en sue帽os. Lo m谩s importante es encontrar a Hazoret.
Neheb blandi贸 su arma con fuerza y envi贸 un arco de fuego contra Samut. La guerrera salt贸 a un lado para esquivarlo, pero Neheb no les dio ni un respiro y descarg贸 una lanzada contra Djeru. Este levant贸 su arma para desviar el golpe y el minotauro embisti贸 para asestarle un pu帽etazo tremendo en la cara que hizo caer a Djeru de espaldas. Samut solt贸 un rugido y carg贸 dispuesta a lanzar un tajo desde arriba con sus dos khopeshes, pero Neheb respondi贸 inclinando el torso hacia atr谩s y propin谩ndole una patada en el est贸mago. La fuerza del golpe lanz贸 a Samut a varios metros de distancia y la dej贸 sin aire en los pulmones. En un abrir y cerrar de ojos, Neheb aprovech贸 la oportunidad para enarbolar su lanza, dispuesto a empalar a Djeru antes de que se levantara.
Un destello deslumbr贸 a todos los combatientes. Samut se levant贸 de un salto y vio que el forastero Gideon se hab铆a interpuesto entre Neheb y Djeru; el brillo dorado de su invulnerabilidad hab铆a interceptado la lanza llameante del minotauro. Junto a 茅l, los otros cuatro forasteros se unieron a la batalla y sus hechizos volaron por doquier en su asalto contra los eternos. Neheb descarg贸 golpe tras golpe contra Gideon, pero ninguno consegu铆a atravesar la luz dorada.
Samut no dej贸 escapar la oportunidad. Corri贸 hacia el minotauro eterno y lo apu帽al贸 en la espalda con ambos khopeshes, haci茅ndole hincar una rodilla en el suelo. Las hojas agrietaron la armadura de lazotep y dejaron dos agujeros profundos. Samut extrajo las armas y apu帽al贸 de nuevo, esta vez perforando la base del cuello. Neheb, o m谩s bien la monstruosidad que anta帽o hab铆a sido Neheb, se retorci贸 y se estremeci贸 por unos segundos, hasta que finalmente yaci贸 inerte.
"As铆 que es posible destruirlos", pens贸 Samut. Mir贸 alrededor y vio a los forasteros rematando a los 煤ltimos eternos. La mujer de orejas puntiagudas e inquietantes ojos verdes, Nissa, comenz贸 a ayudar a varios heridos sanando sus cortes y contusiones.
Djeru se levant贸 y dio una palmada a Gideon en la espalda.
―Es la segunda vez que me salvas hoy. En la primera, me sent铆 furioso. Ahora te estoy agradecido.
Gideon quiso responder, pero Jace lo interrumpi贸.
―Estamos desperdiciando tiempo y energ铆as, Gideon. Nicol Bolas recre贸 este lugar a su imagen y semejanza. Aqu铆 茅l tiene ventaja. Debemos proceder con cuidado, pero cuanto m谩s nos retrasemos, m谩s tiempo tendr谩 para prepararse contra nosotros.

―De acuerdo, iremos a por 茅l ahora mismo. ―Gideon se dispuso a seguir adelante, pero Samut lo sujet贸 por una mano.
―Os acompa帽ar茅 ―dijo ella.
Gideon dud贸, pero entonces intervino Djeru.
―No, no lo haremos, Samut. Esa no es nuestra lucha.
―¿C贸mo puedes decir eso? ―le espet贸 Samut con rabia―. Si quieren acabar con el intruso, con el responsable de todo esto...
―Entonces, los ayudaremos quit谩ndonos de en medio.
Samut estaba furiosa, pero Djeru le puso una mano en el hombro.
―Eres una luchadora muy superior a m铆, Samut. ―Djeru neg贸 con la cabeza antes de que ella pudiera protestar―. Otra gente quiz谩 nos considere parejos, pero t煤 y yo sabemos la verdad. Solo hay una cosa que se me da mejor que a ti: medir el potencial de los dem谩s.
Samut record贸 que Djeru hab铆a liderado la antigua simiente de ambos, lo bien que conoc铆a las virtudes y defectos de todos sus camaradas, y guard贸 silencio.
―Como dijo una vez una guerrera sabia ―continu贸 Djeru―: "No es f谩cil conocer nuestras propias fortalezas y sacrificar nuestros deseos por el bien de los dem谩s".
Samut solt贸 un bufido.
―No creas que vas a convencerme con halagos, hermano.
―Los forasteros acabar谩n con el Di... con el intruso. ―Djeru volvi贸 la vista hacia los grandes cuernos del horizonte, hacia el segundo sol situado entre ellos―. Nosotros debemos cumplir nuestro prop贸sito: encontrar a la 煤ltima diosa de Amonkhet, defenderla y proteger a la gente de nuestra ciudad.
Samut mir贸 a Djeru con seriedad y suspir贸. Entonces lo sujet贸 por un hombro y lo atrajo para abrazarlo.
―Cu谩nto agradezco tenerte de nuevo a mi lado.
Se volvi贸 hacia los forasteros, los cinco desconocidos con marcas extra帽as y que pose铆an poderes ins贸litos. No sab铆a si confiar en ellos ni en su capacidad para derrotar al intruso. Los mir贸 a los ojos uno a uno mientras hablaba.
―Por lo que ha hecho a nuestra gente, a nuestros dioses, a nuestro mundo... Matadlo. Matad al gran destructor. Matad al drag贸n intruso. Matad a Nicol Bolas.
Samut no estaba acostumbrada al sigilo ni a seguir a otros.
Tras dejar a los forasteros planeando su batalla contra el drag贸n, Samut, Djeru y el peque帽o pelot贸n de guerreros hab铆an encontrado a algunos supervivientes m谩s. Los grupos de eternos que vagaban por Naktamun parec铆an haber disminuido en n煤mero, pero solo porque los ciudadanos hab铆an muerto, huido o, en casos extremadamente raros, se hab铆an escondido lo bastante bien como para escapar con vida. Un silencio ins贸lito se hab铆a apoderado de las calles de Naktamun, perturbado por los ocasionales zumbidos de las langostas y los gemidos de los cad谩veres reanimados por la maldici贸n de los errantes.
Un joven visir de Hazoret lideraba la marcha a hurtadillas. Se llamaba Haq y les hab铆a hablado de la batalla que hab铆a presenciado entre Bontu y Hazoret, de la traici贸n de Bontu y de la crueldad del Dios Fara贸n. El joven no deb铆a de tener m谩s de unos catorce a帽os y no pod铆a haber ejercido m谩s de un a帽o o dos como visir, pero hab铆a relatado los hechos con una calma y una elocuencia inusuales para alguien de su edad.
―Tras la muerte de Bontu, el dios escarabajo despert贸 a los eternos y atac贸 la ciudad ―hab铆a explicado Haq―. Yo me encontraba en el templo de la gran Hazoret y dispuse de tiempo suficiente para escapar, mas perd铆 el rastro de mi diosa durante el caos de la invasi贸n.
Sin embargo, al ser un visir de Hazoret, el coraz贸n de Haq lat铆a unido al de su diosa y pod铆a sentir su presencia vagamente. Hab铆a seguido los movimientos de la deidad para tratar de encontrarla, pero unas momias errantes lo hab铆an arrinconado en un almac茅n. Haq se hab铆a escondido en unos barriles de pescado en sal hasta que el grupo de Samut hab铆a pasado por all铆.
Ahora, el joven les mostraba el camino. Samut rez贸 en voz baja para que a煤n estuvieran a tiempo de ayudar a Hazoret, pero entonces call贸. Resultaba extra帽o rezar a una diosa a la que pretend铆as salvar.
Haq los condujo por un callej贸n a los pies de un gran monumento, dobl贸 una esquina y de pronto recul贸 un paso. Cuando el resto del grupo lleg贸 junto a 茅l, todos contuvieron el aliento.
El cuerpo de Rhonas yac铆a all铆 mismo. Algunos supervivientes cayeron de rodillas. Otros se acercaron lentamente, estirando las manos hacia 茅l, desesperados por desmentir la realidad que ten铆an ante s铆. Pero cuando sus dedos temblorosos tocaron las escamas doradas y la vestimenta divina, aquella muerte irrefutable abati贸 al grupo. Hubo l谩grimas, llantos furiosos y abrazos en silencio. Djeru se aproxim贸 al dios, se arrodill贸 a su lado y le toc贸 el rostro.
La ira volvi贸 a hervir en el interior de Samut y entonces camin贸 hasta el cad谩ver de Rhonas. Trep贸 a su pecho mientras los testigos ahogaban gritos de incredulidad y se irgui贸.
―Hermanos, hermanas, ahora lloramos, pero resistiremos. Si cre茅is que el Dios Fara贸n os est谩 poniendo a prueba, cargad conmigo para demostrar vuestra val铆a. Si cre茅is que nos traicion贸 a todos, un铆os a m铆 para luchar por el ma帽ana. ¡Encarnaremos la fuerza que Rhonas nos mostr贸 con sus ense帽anzas y nos otorg贸 en su prueba!

De pronto, Djeru se levant贸 con la vista clavada en el horizonte.
―Samut, tenemos que buscar refugio.
Samut se gir贸 y entrecerr贸 los ojos para seguir la mirada de Djeru. Una violenta tormenta de arena se acercaba desde el Portal al m谩s all谩. Antes, la tormenta se habr铆a estrellado contra la Hekma y habr铆a golpeteado la barrera, pero ahora que esta hab铆a desaparecido, los remolinos de arena y los vientos aullantes se aproximaban a una velocidad alarmante, como un muro de polvo y oscuridad.
Samut alert贸 al grupo, baj贸 al suelo de un salto y se dispuso a correr por donde hab铆an venido, pero entonces, Haq le sujet贸 una mano y se帽al贸 atr谩s, directamente hacia la tormenta.
―Hermana, Hazoret viene hacia aqu铆. Y no est谩 sola.
Samut mir贸 brevemente al joven y desenvain贸 sus khopeshes.
―¡Guerreros, preparaos! ¡Manteneos firmes!
Los supervivientes prepararon las armas y se cubrieron la boca con sus ropas. Muchos de ellos corrieron a resguardarse detr谩s de la pared del monumento. Samut, Djeru y Haq permanecieron donde estaban y se inclinaron hacia delante cuando la tormenta pas贸 sobre ellos.
Las arenas les mordieron la piel incluso bajo la ropa y las armaduras. Los tres se taparon los ojos con los brazos y clavaron los pies en el suelo para aguantar el vendaval. El mundo se sumi贸 en la penumbra; la tormenta de arena era lo bastante densa como para eclipsar la mayor铆a de la luz de los soles y el rugido del viento ahog贸 cualquier otro sonido.
Entonces, Samut vio algo: una sombra inmensa se aproximaba desde el coraz贸n de la tormenta. La silueta creci贸 y adopt贸 una forma m谩s clara, hasta que pronto se distinguieron dos pies inmensos corriendo hacia ellos. Hazoret emergi贸 de las nubes de arena y Samut sinti贸 que el coraz贸n se le aceleraba de nuevo al contemplar a la diosa.
Su entusiasmo decay贸 en cuanto asimil贸 lo que ve铆a. Hazoret no ten铆a buen aspecto. Sosten铆a su lanza en una mano, mientras que el otro brazo le colgaba a un lado. Su cuerpo dorado presentaba heridas y cortes y la diosa ten铆a la respiraci贸n entrecortada y acelerada.
―¡Gran Hazoret, hemos venido a buscaros! ―grit贸 Haq en medio de la tormenta. La diosa gir贸 la cabeza hacia ellos y en su rostro se reflejaron determinaci贸n y sorpresa a partes iguales.
―Huid.
La orden reson贸 en la cabeza de Samut con la fuerza de un mandato y la humana retrocedi贸 varios pasos antes de recuperar el control de s铆 misma. Hazoret se dio la vuelta y centr贸 su atenci贸n en el camino por el que hab铆a venido. Entonces, Samut comprendi贸 que la sombra inmensa que hab铆a atribuido al resto de la tormenta era en realidad una silueta mucho mayor.
Una cola de escorpi贸n surgi贸 entre los remolinos de arena y Hazoret desvi贸 el aguijonazo, para luego saltar hacia un lado justo antes de que el dios escorpi贸n se abalanzara sobre ella. "Hazoret se mueve m谩s despacio, con dificultad", advirti贸 Samut. Y lucha con una sola mano".
A pesar de sus heridas, Hazoret combati贸 con poder y decisi贸n. El dios escorpi贸n se gir贸 para apresarla, pero ella desapareci贸 entre una explosi贸n de llamas y arena. El monstruoso escorpi贸n chasque贸 las mand铆bulas y Samut lo vio cambiar de direcci贸n r谩pidamente y volverse hacia la penumbra, siguiendo a Hazoret mediante alg煤n sentido desconocido para la humana.
―Hazoret est谩 preparando un hechizo ―avis贸 Haq. Samut mir贸 hacia el lugar que se帽alaba el visir y vio un peque帽o anillo de fuego crepitante y agitado por el viento. En la oscuridad, a trav茅s de las arenas, Samut vio aparecer otros puntos de luz mientras o铆a el estruendo de nuevos golpes tit谩nicos.
―¡Todo el mundo atr谩s! ¡A cubierto! ―grit贸 Djeru alej谩ndose del c铆rculo de fuego. Samut y Haq lo siguieron y los supervivientes se protegieron tras el monumento junto al que hab铆an pasado antes.
El aire chisporrote贸 con energ铆a y un inmenso pilar de llamas estall贸 en plena tormenta; el viento aviv贸 sus lenguas de fuego, que lamieron a trav茅s de la arena. El mism铆simo aire pareci贸 arder cuando las espirales de llamas crearon una gigantesca columna de fuego ondulante, tan alta como los mayores monumentos de Naktamun. El calor del fogonazo ampoll贸 la piel expuesta de los supervivientes y pareci贸 devorar la tormenta de arena; el hechizo de fuego lo consum铆a todo a su alcance.
Samut levant贸 una mano para protegerse los ojos del calor y mir贸 hacia el origen del fuego. Sobre el fondo rojo anaranjado, distingui贸 la silueta de Hazoret. Sosten铆a la lanza en la mano buena y se帽alaba hacia la pira ardiente, con el brazo temblando por la concentraci贸n.
Los segundos pasaron lentamente y Hazoret al fin baj贸 el brazo. El pilar de llamas se mantuvo encendido y la diosa cay贸 de rodillas, apoy谩ndose sobre la lanza para no desplomarse en el suelo.
―El... El monstruo ha ca铆do en la trampa de fuego ―susurr贸 Haq. En efecto, cuando las llamas empezaron a apagarse lentamente, Samut distingui贸 al dios escorpi贸n en el centro de la pira, con el caparaz贸n blanqueado, incandescente.
―Es imposible que siga vivo ―dijo Djeru entre dientes.
Sin embargo, el dios escorpi贸n dio un paso vacilante, con un brazo estirado hacia Hazoret. Luego otro paso. Y otro.
Su caparaz贸n se enfri贸 y el tono blanco se torn贸 naranja y, poco a poco, negro una vez m谩s. Segu铆a avanzando, ganando fuerza y decisi贸n a cada paso que daba.
Hazoret levant贸 la vista hacia 茅l y trat贸 de ponerse en pie, pero tropez贸 y volvi贸 a caer de rodillas.
Y entonces, el dios escorpi贸n comenz贸 a correr.
El destello de una cola. El sonido repugnante de un aguij贸n perforando carne.

La lanza de Hazoret refulgi贸 de calor.
El destello de un tajo.
El crepitar de la carne.
Una neblina sangrienta se evapor贸 en el aire cuando el filo al rojo cauteriz贸 el corte.
Hazoret se agach贸 y resoll贸 con fuerza. La sangre se filtraba por la herida que le hab铆a salvado la vida. A sus pies, el brazo amputado se ennegreci贸 y el veneno consumi贸 la carne.
El implacable dios escorpi贸n avanz贸 de nuevo.
Samut solt贸 un grito salvaje y se lanz贸 a la batalla; el terror, la ira, el dolor y el sufrimiento se fundieron en una fuerza candente. Percibi贸 vagamente que Haq y otros magos empezaron a preparar hechizos detr谩s de ella. Ten铆a ante s铆 la mole imposible del dios escorpi贸n. Samut era diminuta, intrascendente.
Pero le daba igual.
El instinto de apoder贸 de ella y Samut canaliz贸 energ铆a m谩gica hacia sus piernas. Salt贸 y vol贸 sobre las arenas, propuls谩ndose por encima de Hazoret hacia el dios oscuro y empu帽ando los khopeshes con las hojas apuntando hacia abajo. Se estamp贸 contra el costado del dios y sus armas perforaron el caparaz贸n, clav谩ndose en 茅l y d谩ndole un punto de apoyo temporal. La sorpresa se convirti贸 en revelaci贸n cuando comprendi贸 que el calor del hechizo de Hazoret deb铆a de haber ablandado la coraza impenetrable del dios.
Samut rio con una mezcla de frenes铆 de batalla y aut茅ntico disfrute. Tir贸 de sus armas y empuj贸 hacia abajo para deslizarse por el cuerpo del dios, ayud谩ndose de la gravedad para ganar impulso. Descolg贸 los pies mientras ca铆a cortando el costillar del dios en direcci贸n al abdomen. Sus hojas surcaron el caparaz贸n reblandecido como un ibis surcando el cielo azul.
El dios escorpi贸n rugi贸 y levant贸 una mano. La deidad con cabeza de alima帽a intent贸 aplastar a la humana da帽ina como una alima帽a, pero Samut afloj贸 sus khopeshes y se impuls贸 hacia atr谩s con las piernas, clavando sus armas en el brazo del dios. Cort贸 dos delgadas l铆neas en el caparaz贸n antes de que el dios la lanzara por los aires agitando la mano.
Una nube de arena atrap贸 a Samut y amortigu贸 el aterrizaje. Mientras se levantaba, ligeramente aturdida, un mago minotauro avanz贸 con las manos encendidas de poder y molde贸 las arenas para formar una masa compacta y arrojarla contra las piernas del dios escorpi贸n. A su lado, otros magos lanzaban proyectiles de fuego y rel谩mpagos contra el ser.
―¡Samut, empujadlo hacia el r铆o! ―grit贸 Djeru desde lejos, y Samut lo vio corriendo junto a otros dos guerreros hacia un grupo de obeliscos. Una sonrisa se dibuj贸 en su rostro cuando comprendi贸 el plan de Djeru.
―¡Conmigo! ―grit贸 a los dem谩s supervivientes para que cargaran junto a ella.
Los mortales plantaron cara al dios debilitado y lo asaltaron con armas y hechizos. Un aven grazn贸 cuando la deidad lo atrap贸 al vuelo y lo estruj贸 entre sus dedos. Un guerrero con dos hachas desapareci贸 bajo un pie, aplastado en el acto. Una rociada de veneno del aguij贸n del dios cay贸 sobre un grupo de magos desprevenidos y los ahog贸 en la ponzo帽a.

―¡Tenemos que hacerlo retroceder! ¡Solo un poco m谩s! ―grit贸 Samut.
De pronto, una voz retumb贸 detr谩s de ella.
―¡Dios oscuro! ¡Acabar茅 contigo en el nombre de Rhonas!
Samut se volvi贸 y contempl贸 una escena que la dej贸 sin habla.

La criatura se cubri贸 con ambos brazos, pero la potencia del impacto lo hizo retroceder trastabillando y provoc贸 una lluvia de fragmentos de su caparaz贸n, agrietado en los antebrazos.
En ese momento, Djeru y su equipo salieron corriendo hacia el dios escorpi贸n con una cuerda tensada entre ellos y lo hicieron tropezar. El monstruo perdi贸 el equilibrio y se precipit贸 sobre los obeliscos, cuyos extremos puntiagudos se convertir铆an en un lecho de pu帽ales para el inmenso dios.
Sin embargo, Samut advirti贸 que la trayectoria de la ca铆da no coincid铆a con la inclinaci贸n de los obeliscos.
Sin decir una palabra, emprendi贸 la carrera y salt贸 de nuevo, impulsada por una fuerza m谩gica. Samut se estrell贸 contra el dios en plena ca铆da y lo empuj贸 hacia la derecha lo justo para que un trascendental crujido resonara en todo el campo de batalla cuando un obelisco perfor贸 el pecho del dios escorpi贸n de lado a lado.

―Gracias, hijos m铆os.
Hazoret coje贸 hacia el dios escorpi贸n apoy谩ndose en su lanza, con el joven Haq a su lado. Los fieles corrieron a ayudar a la diosa, pero esta los detuvo con un gesto.
―Todos vosotros hab茅is hecho m谩s de lo que podr铆a pediros. M谩s de lo que ning煤n mortal ha hecho jam谩s. Pero debo poner fin a esto yo misma.
Samut, Djeru y los dem谩s se hicieron a un lado mientras Hazoret se aproximaba al dios escorpi贸n, que continuaba debati茅ndose d茅bilmente. Hazoret contempl贸 a la colosal bestia y las l谩grimas afloraron en sus ojos.
―Has asesinado a mis hermanos y hermanas, pero s茅 que no fue por deseo ni intenci贸n propias. Descansa, hermano. Que mi fuego te libere de esta forma y estas cadenas oscuras.
Hazoret levant贸 su lanza de dos puntas y atraves贸 al dios escorpi贸n justo donde el obelisco sobresal铆a del caparaz贸n. El arma eman贸 un calor sofocante y un humo negro surgi贸 del dios escorpi贸n mientras ard铆a desde dentro, hasta que su caparaz贸n se consumi贸 finalmente y el ser qued贸 reducido a ceniza.
Cuando termin贸, Hazoret retir贸 su lanza y la clav贸 en el suelo. La diosa mir贸 alrededor hasta encontrar a Samut y se arrodill贸 junto a la mortal. Samut se irgui贸 con perplejidad. Hazoret le tendi贸 la gigantesca mano y Samut levant贸 las suyas para estrechar uno de los dedos de la diosa. Sinti贸 el calor y el sosiego que desprend铆a la deidad.
―Samut, en la arena afirmaste creer que yo no era quien me obligaban a ser. Que confiabas en que proteger铆a a mis hijos cuando m谩s me necesitasen.
Samut mir贸 a la diosa a los ojos y sonri贸.
―Y lo hab茅is hecho, amable Hazoret. Os estamos agradecidos.
Hazoret neg贸 con la cabeza.
―No lo habr铆a conseguido sin vosotros. Vosotros, mis queridos hijos, me hab茅is protegido a m铆 cuando m谩s os necesitaba.
»Mi coraz贸n es vuestro. Gracias, Samut la Puesta a Prueba. Hab茅is superado todas las pruebas y vencido a la oscuridad que aguardaba allende.
Las l谩grimas de alegr铆a incontenible cayeron por el rostro de Samut. El orgullo, la fuerza y el amor infinito de su diosa inundaron su cuerpo. Sab铆a que aquel momento no era m谩s que un peque帽o triunfo ante la oscuridad abrumadora, pero una llama de esperanza permanec铆a viva, rescatada de la destrucci贸n y escudada de los vientos del Gran Intruso.
La euforia ahog贸 todo lo dem谩s.
Y dentro de su alma, una fuerza poderosa crepit贸 y se encendi贸.
Un torrente de energ铆a recorri贸 el cuerpo de Samut, quien sinti贸 c贸mo sus m煤sculos se contra铆an y su mente se expand铆a. Estaba cayendo, cayendo a trav茅s del espacio, a trav茅s de ondas deslumbrantes de 茅ter, movi茅ndose a una velocidad imposible sin moverse en absoluto, precipit谩ndose a trav茅s de una grieta en la propia realidad. El aire del desierto dio paso repentinamente a una brisa fresca y Samut se sorprendi贸 al ver que estaba entre vegetaci贸n desconocida, cuyas hojas se mec铆an a sus pies.
Levant贸 la vista y sus ojos no terminaron de comprender lo que ve铆an. En el cielo no hab铆a soles; de hecho, el mundo parec铆a sumido en una extra帽a oscuridad moteada con unos peculiares puntos de luz que danzaban y titilaban como gemas lejanas. Unos patrones de color extra帽os bailaban en el cielo y algunos de los puntos brillantes parec铆an relucir m谩s que el resto. Samut se frot贸 los ojos. Si observaba el tiempo suficiente, las luces parec铆an formar una especie de patr贸n, una luminiscencia conectada que semejaba casi familiar, como un pensamiento que flotaba justo fuera del alcance del recuerdo, o los fragmentos susurrados de un sue帽o olvidado...

Un p谩nico grave creci贸 en el interior de Samut. "Esto no es Naktamun. No es Amonkhet. Estoy en... otro mundo".
Pens贸 en los forasteros, en sus hechizos ins贸litos, sus ropas peculiares y sus marcas extra帽as.
"Soy... como ellos. Soy una caminante entre mundos".
Sacudi贸 la cabeza y grit贸 de pura frustraci贸n. Ten铆a que regresar a su mundo. Necesitaba volver junto a Hazoret, a煤n gravemente herida, y ayudar a su gente a escapar.
Samut ech贸 a correr y tir贸 de su memoria y su instinto, empleando magia todav铆a nueva y no dominada. Mientras sus piernas se mov铆an a toda prisa, not贸 la misma sensaci贸n indescriptible de antes. De pronto, una fuerza la arranc贸 de la realidad y la magia se entrelaz贸 con las fibras de sus m煤sculos. Su cuerpo sirvi贸 como medio para un hechizo que no sab铆a que pod铆a emplear. Se precipit贸 de nuevo a trav茅s del azul deslumbrante y los colores turbulentos. Mientras ca铆a, sinti贸 vagamente la presencia de otros mundos que dejaba a un lado, planos, hasta que por fin, con una sacudida, aterriz贸 de rodillas sobre la c谩lida arena familiar y se regocij贸 ante la presencia de Hazoret.
Alrededor de ella, los dem谩s supervivientes la observaban completamente at贸nitos. Hab铆an presenciado c贸mo su campeona se desvanec铆a en la nada, para luego reaparecer antes de que ninguno llegase a reaccionar.
―Hija m铆a...
La c谩lida voz de Hazoret vibr贸 en la mente de Samut y esta intent贸 levantarse y responder... pero su cuerpo se desplom贸 y Samut se desmay贸, completamente falta de energ铆a.
Hazoret la sostuvo en la mano y se la entreg贸 con cuidado a dos mortales que corrieron a hacerse cargo de ella y tumbarla boca arriba. Djeru se arrodill贸 junto a Samut, con la frente arrugada de preocupaci贸n.
Un sonoro estruendo y un estallido de poder atrajeron la atenci贸n de todos hacia el cielo.
El drag贸n dorado sobrevolaba la ciudad y entre sus garras crepitaban rel谩mpagos. Ten铆a la mirada fija en las calles y su risa retumbaba por todas partes.
―Los forasteros deben de estar combatiendo al Gran Intruso. ―Djeru se puso en pie y envain贸 su khopesh.
―¡Deber铆amos luchar junto a ellos! ―urgi贸 una guerrera khenra.
―No, es una batalla en la que no podremos ayudar ―replic贸 Djeru―. Apenas nos quedan fuerzas para seguir.
―Entonces, ¿no haremos nada? ―gru帽贸 la khenra.
―Resistiremos.
Los supervivientes se volvieron hacia Hazoret. La diosa extrajo su lanza del suelo y levant贸 la mirada hacia Nicol Bolas.
―Cuando los dioses 茅ramos ocho, luchamos juntos contra el drag贸n... y fuimos derrotados. Ignoro si esos forasteros podr谩n detenerlo, mas espero que as铆 sea.
Hazoret baj贸 la vista hacia la congregaci贸n de supervivientes.
―Por ahora, hijos m铆os, debemos resistir, perdurar y sobrevivir. Nos adentraremos en el desierto y buscaremos refugio entre sus arenas y espejismos. Mientras respire como 煤ltima deidad de Amonkhet, velar茅 por vosotros.
―Y nosotros, por vos. ―Djeru se arrodill贸 ante Hazoret y se golpe贸 el pecho con un pu帽o. Uno a uno, los dem谩s fieles emularon el gesto.
Hazoret mostr贸 una sonrisa triste y baj贸 la mirada hacia Samut, su campeona inesperada, la hija que hab铆a visto la verdad y reunido valor para desafiar a los dioses porque los amaba con pasi贸n.
Y la deidad emprendi贸 la marcha hacia las arenas del horizonte con su pueblo en pos de ella, mientras el drag贸n invasor descend铆a sobre sus adversarios entre las ruinas de Naktamun.

"Pero mientras el Gran Intruso tra铆a la perdici贸n a Naktamun, Hazoret, la Superviviente Divina, madre y protectora de los mortales de Amonkhet, guio a sus hijos para salvarlos de una muerte segura. Y as铆 sucedi贸, y as铆 suceder谩, que la deidad y los mortales marcharon hacia un futuro ignoto".
—Haqikah, superviviente de Amonkhet