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Ixalan: La Carrera (II)

VRASKA

El r铆o se estaba estrechando mucho. Vraska mir贸 por encima del borde del bote y vio que la orilla estaba a pocos palmos de distancia.
Frente a ellos, dos enormes rocas se alzaban, una a cada lado del r铆o, como columnas de entrada a un pa铆s maravilloso. El bote tendr铆a espacio para deslizarse entre ellas, pero no mucho m谩s.
Le dol铆an las ampollas.
Movi贸 m谩s despacio el remo izquierdo y comenz贸 a girar el barquito hacia la orilla.
Hac铆a horas que Jace hab铆a dejado de intentar mantener el hechizo de invisibilidad. La noche cay贸 y las luces de los insectos, adem谩s de otros brillos extra帽os que Vraska no reconoc铆a, iluminaban la jungla. La pendiente de las orillas era demasiado escarpada para sacar el bote del r铆o. Si no fuera por los enormes dinosaurios que sin duda se ocultaban en la jungla, habr铆a pensado que el ambiente era de lo m谩s encantador.
Pantano
—Dormiremos en el bote —dijo Vraska. Solt贸 los remos y sise贸 al tocarse una de las ampollas.
El astrolabio taumat煤rgico yac铆a sobre la madera que separaba a los dos Planeswalkers. Jace lo tom贸 y mir贸 a la direcci贸n en la que apuntaba.
—Este cacharro ser铆a m谩s 煤til si nos dijera c贸mo de lejos estamos... —dijo Vraska mientras estiraba los brazos por turno. Entrelaz贸 los dedos y suspir贸.
Jace no respondi贸.
Mir贸 hacia arriba, y la magia de sus ojos ilumin贸 los contornos de su rostro. Sobre ellos se materializ贸 un gigantesco caballo de tiro que brillaba con una suave luz azul. La ilusi贸n atraves贸 el follaje y galop贸 por el cielo nocturno.
Aquel caballo espectral servir铆a de aviso para Malcolm.
Espero que el resto de la tripulaci贸n llegue pronto.
El aire pod铆a cortarse con un cuchillo. Ol铆a a vegetaci贸n en crecimiento, a cosas que brotaban, se alimentaban, mor铆an, se pudr铆an y volv铆an a crecer sobre otras cosas que tambi茅n se alimentaban y mor铆an. Vraska record贸 que su tripulaci贸n sol铆a cantar en las noches de calma chicha como esta cuando estaban en mitad del mar. Le encantaban aquellos momentos en grupo. Ella y su tribu, enemigos de todos salvo de ellos mismos.
Existe un castillo profundo y antiguo... —comenz贸 a cantar.
Jace la mir贸 como si le hubiera crecido una segunda cabeza. Vraska sonri贸 y sigui贸 a lo suyo.
De sus ventanas surge un extra帽o brillo.
Es un bello laberinto de descomposici贸n...

Vraska se detuvo. Jace escuchaba con inter茅s.
—¿Quieres que siga? —pregunt贸 con una sonrisa cansada. Jace sonri贸.
Ella se acerc贸 m谩s a 茅l y continu贸 cantando en susurros. Quiz谩 la m煤sica mantendr铆a a raya a los posibles dinosaurios que los acecharan.
... pues, alg煤n d铆a, reinar谩 la putrefacci贸n”.
Jace, tambi茅n cansado, emiti贸 un ruidito de aprobaci贸n.
—Qu茅 canci贸n m谩s alegre.
—Los Golgari no tienen mucho de lo que alegrarse. —Vraska se ech贸 de nuevo hacia atr谩s y cerr贸 los ojos.
La voz de Jace era so帽olienta.
—Calz贸n me ense帽贸 otra canci贸n.
—¿La de los higos?
—Vaya canci贸n m谩s grosera. Pero que mucho. Ese trasgo es peque帽o, pero mat贸n.
Jace guard贸 silencio despu茅s de eso y, apenas un instante despu茅s, ya se hab铆a dormido. Vraska se pregunt贸 si era capaz de hacer eso a voluntad.
Por encima de ellos se escuchaba el sonido de peque帽as criaturas aladas; las aves nocturnas cantaban en la espesura de la jungla.
Abri贸 un ojo dorado y le ech贸 un vistazo a Jace. Al segundo tel茅pata m谩s peligroso del Multiverso.
Podr铆a destrozarme la mente con tanta facilidad como yo canto.
Y sin embargo... no lo har铆a. Nunca lo har铆a. No despu茅s de haberla escuchado como hizo (como nadie lo hab铆a hecho nunca).
En ese momento, Vraska supo que, al margen de sus recuerdos, aquel era un hombre en el que pod铆a confiar... y alguien que, a cambio, confiar铆a en ella. No necesitaba a nadie para sentirse completa ni a nadie que la validara. Y, si 茅l no la correspond铆a... bueno, no pasaba nada; todav铆a ten铆a un libro de historia en casa por terminar. Pero si la correspond铆a... Vraska imagin贸 que 茅l le preparar铆a t茅 cuando ella tuviera d铆as malos. La escuchar铆a cuando lo necesitara. La animar铆a a perseguir sus propios objetivos.
En general, no sonaba nada mal. Quiz谩s le pedir铆a una cita cuando todo esto terminase. Hac铆a mucho tiempo que no sal铆a con nadie. No obstante, de momento Vraska estaba satisfecha con lo que hab铆a. Una misi贸n con un objetivo claro y un buen amigo a su lado: eso era lo que necesitaba.
Vraska ten铆a muchas ganas de petrificar a quienquiera que le hubiera robado los recuerdos a 茅l.
El brillo de las plantas a su alrededor y el de las estrellas envolv铆a el peque帽o bote en un halo de calidez entre las sombras. Cuando Vraska cerr贸 los ojos, sinti贸 que la fresca brisa de la invisibilidad la cubr铆a de nuevo.

JACE

Despu茅s de su turno de guardia, Jace durmi贸 profundamente. La tranquilidad y el aire libre eran cambios bienvenidos, despu茅s de los meses que hab铆a pasado durmiendo en una hamaca junto al resto de la tripulaci贸n.
Vraska y Jace abandonaron el bote a la ma帽ana siguiente. Remaron hasta la orilla y atracaron en la ribera.
Aqu铆 y all谩 brotaban masas de roca y de mantillo de forma desordenada; cualquier amago de sendero se perd铆a entre los ruidos y el caos de la jungla a la luz del d铆a. Vraska sac贸 la espada y la utiliz贸 como machete improvisado para despejar el camino.
Al final, los dos llegaron a un camino ancho y despejado. Vraska envain贸 la espada, aliviada.
—Ya era hora. Las ampollas de usar la espada son casi tan molestas como las de remar —gru帽贸.
Jace frunci贸 el ce帽o.
—A lo mejor no deber铆amos ir por aqu铆 —dijo.
Se帽al贸 al sendero que atravesaba la fronda.
—Es probable que este camino lo hicieran los dinosaurios.
Vraska suspir贸.
—¿Los dinosaurios hicieron este camino al cruzar una y otra vez por la jungla?
—No, es obra de los dinosaurios le帽adores —explic贸 Jace con la cara muy seria y sin un 谩pice de sarcasmo.
Vraska solt贸 una risotada. Jace neg贸 con la cabeza.
—No te burles de la noble industria de le帽a dinos谩urica.
La risa de Vraska se vio interrumpida por un olor extra帽o en el aire.
Una gruesa columna de humo negro inund贸 de repente la arboleda.
El humo era pegajoso, una neblina tintada que ol铆a vagamente a mirra. Envolvi贸 los 谩rboles, ocult贸 la poca luz que se colaba a trav茅s de las ramas y oscureci贸 el d铆a por completo.
Jace grit贸 de asombro y ampli贸 su percepci贸n para detectar las amenazas.
Vraska estaba de pie en el centro del camino, luchando con un enemigo que apenas era visible. La niebla era demasiado espesa para ver; se acerc贸 a la mente del enemigo, reconoci贸 el hechizo responsable de aquella oscuridad y lo desactiv贸.
El humo negro se disip贸 y dej贸 a la vista a una conquistadora. La vampira gru帽铆a como un animal, con la barbilla cubierta de sangre seca, mientras que su armadura negra y dorada reluc铆a. Llevaba el sello de una rosa grabado en la coraza y las puntas afiladas de su yelmo se cern铆an peligrosamente sobre la gorgona. Hab铆a restos de sal marina sobre ella, lo que llev贸 a Jace a pensar que era una de las supervivientes del otro barco naufragado.
Jace levant贸 la mano y cre贸 la ilusi贸n de una densa tormenta.
Una cortina de lluvia cay贸 desde lo alto; el verde del camino se oscureci贸 y, por encima de sus cabezas, se escuch贸 el sonido de un trueno.
Vraska permaneci贸 impert茅rrita, pero la vampira se qued贸 muy sorprendida. Inquieta, dio un brinco, pero bloque贸 justo a tiempo un golpe de espada de Vraska con la hombrera de su armadura. Sin desenvainar la espada, se arroj贸 sobre la gorgona en un frenes铆 de patadas y pu帽etazos. Vraska trat贸 de blandir la espada para defenderse, pero un fuerte pu帽etazo a la mand铆bula la interrumpi贸. Comenz贸 a acumular la magia necesaria para petrificar a la vampira.
Jace extendi贸 la mano de nuevo, buscando la mente de la vampira, pero la confusi贸n del forcejeo era demasiada —y 茅l llevaba demasiado tiempo sin practicar— y un guantelete descarg贸 un golpe contra su frente. Perdi贸 la concentraci贸n y cay贸 al suelo.
La tormenta ilusoria desapareci贸 y la luz del sol volvi贸 a colarse entre las ramas de la jungla.
Mareado, Jace vio c贸mo la vampira se agachaba y buscaba algo; encontr贸 el astrolabio taumat煤rgico a los pies de Jace y, tras hacerse con 茅l, corri贸 de nuevo hacia la espesura de la jungla.
Vraska solt贸 un juramento y se puso en pie con dificultad. Ten铆a una mano sobre los ojos y resoplaba de dolor. Parpade贸 para deshacerse de su propia magia y gru帽贸, frustrada.
Le dio una patada a un 谩rbol.
Jace cerr贸 los ojos y se concentr贸.
—Podemos seguirla.
Abri贸 los ojos y levant贸 la cabeza para conjurar otro caballo enorme que galop贸 hacia lo alto para se帽alizar su posici贸n a la tripulaci贸n.
Vraska segu铆a rabiosa.
—Esa maldita vampira tiene que haberse enterado de lo que le hice al otro capit谩n. No debimos dejar viva a la tripulaci贸n.
Jace suspir贸.
—Mir谩ndolo de forma objetiva, no te equivocas.
Vraska le dio otra patada al 谩rbol.
—Cuando la encuentre, recuperaremos el astrolabio. Despu茅s podr谩s patear todos los 谩rboles que quieras —dijo Jace con determinaci贸n.
La gorgona inspir贸 profundamente, guard贸 silencio un momento y asinti贸. Mir贸 a Jace con un leve ce帽o.
—¿Est谩s seguro de que puedes seguirla?
—Completamente.
Despacio, Jace cerr贸 los ojos y se concentr贸.
Intent贸 encontrar la mente de la vampira.
En su lugar, lo que encontr贸 fueron dos furiosos mon贸logos internos.
Tishana se adelant贸 demasiado, ¿c贸mo lo hace ese elemental para ir tan r谩pido?, a la izquierda, esquivar rama, eso es... ¡Pero! All铆 arriba. Alguien de la Coalici贸n Az贸far nos da la espalda. ¡¿No ser谩 la pirata de piel verde?!
Lenta y poco cauta. T铆pica torpeza del Imperio del Sol. Mujer de piel verde m谩s adelante. Se dice que posee el astrolabio. Siguiendo la ilusi贸n; invocando una serpiente para enfrentarse a ellos...
Abri贸 de golpe los ojos por la sorpresa y, con un solo movimiento, se dio la vuelta, con los brazos cruzados delante de 茅l.
Una inmensa serpiente voladora, una ilusi贸n, se arroj贸 sobre 茅l y se quebr贸 a cada lado de su defensa ps铆quica.
La fuente de la ilusi贸n era una mujer trit贸n subida a las espaldas de un enorme elemental.
Mir贸 a la fuente del otro mon贸logo mental: una mujer que llevaba una armadura de placas de acero, adornada con el mismo patr贸n de plumas que el dinosaurio que montaba. A su lado colgaba un arma semicircular, y su trenza larga se agit贸 en el aire cuando carg贸 sobre 茅l.
Clavar las garras
El proceso de pensamiento de Jace pas贸 de la idea a la conclusi贸n. Levant贸 una mano cuando la humana se acercaba, sinti贸 un escalofr铆o en la nuca y la mujer tir贸 con fuerza de las riendas de su dinosaurio. La bestia se detuvo y la mujer sobre ella mir贸 desesperadamente a cada lado.
—¿Ad贸nde se fueron?
Las agallas de la mujer trit贸n se agitaron.
—¡Es una ilusi贸n!
Levant贸 la mano y unas lianas brotaron del suelo de la jungla para enredarse en torno a las piernas de Jace.
Cay贸 cuan largo era, y la invisibilidad que hab铆a proyectado se desvaneci贸.
Vraska sali贸 de entre los 谩rboles y se puso delante de 茅l. Grit贸 para llamar la atenci贸n de la jinete y de la trit贸n:
—¡Esperen! ¿Por qu茅 nos persiguen?
Jace se dio permiso para explorar la superficie de la mente de la trit贸n.
—La trit贸n conoce la existencia del astrolabio.
Las agallas de la trit贸n temblaron de sorpresa e ira.
Vraska torci贸 el gesto.
—¿Qui茅nes son ustedes?
Jace se puso en pie y las lianas en torno a sus pies recularon. Se coloc贸 al lado de Vraska y mir贸 de frente a sus oponentes.
El elemental de Tishana se puso en posici贸n de ataque, pero ella lo apacigu贸 poni茅ndole una mano en el costado.
—Me llamo Tishana, soy una anciana de los Heraldos del R铆o y protectora de Orazca. Uno de los nuestros escuch贸 un fruct铆fero rumor acerca de ti, pirata.
Jace se rega帽贸 a s铆 mismo. Al final, aquel trit贸n de la taberna de Zabordada s铆 que hab铆a o铆do su conversaci贸n.
La jinete que estaba al lado de la trit贸n se puso muy recta.
—Yo soy Huatli, del Imperio del Sol, poetisa guerrera y desterradora de intrusos.
Jace no pudo evitar darse cuenta del temblor en el p谩rpado de Huatli cuando pronunci贸 las palabras “poetisa guerrera”.
Tishana observaba a Vraska.
—Nadie debe poseer la ciudad ni lo que esta custodia. Entr茅game ese astrolabio o muere aqu铆 mismo.
—Si insistes... —ronrone贸 Vraska. Sus ojos comenzaban a despedir un fulgor m谩gico.
Jace bloque贸 su mirada con la mano.
—No lo tenemos —intervino.
Vraska dej贸 escapar un sonido de frustraci贸n y apart贸 suavemente la mano de delante de sus ojos. Impaciente, se cruz贸 de brazos.
Si la trit贸n le hab铆a escuchado, su rostro no delat贸 lo que pensaba. En vez de eso, inclin贸 la cabeza a un lado como si escuchara.
Jace regres贸 con curiosidad a la superficie de la mente de la trit贸n. A trav茅s de una conexi贸n invisible, sent铆a los movimientos de una intrusa a trav茅s de la jungla, por delante de ella. Su v铆nculo con los 谩rboles y el suelo que pisaba era delicado, mientras que la intrusa dejaba un rastro en la vegetaci贸n que pisaba. Vivir esa sensaci贸n en primera persona era incre铆ble; Jace no sab铆a que un poder semejante existiera.
La trit贸n mir贸 a Jace.
—Hay una vampira cerca —dijo—. ¿Es ella quien tom贸 el artefacto y se dio a la fuga?
La jinete del dinosaurio desped铆a un sutil brillo ambarino, y su dinosaurio dej贸 escapar un gru帽ido profundo. Jace comenz贸 a o铆r el movimiento de otros dinosaurios cercanos. Equilibr贸 su peso y cerr贸 los pu帽os.
—La vampira nos rob贸 el astrolabio.
Algo lanz贸 una dentellada en la jungla, a sus espaldas. Vraska y Jace dieron un salto al escuchar el ruido.
La jinete sonri贸 y apart贸 un poco a su dinosaurio. Ten铆a una sonrisa de superioridad.
—Gracias por cooperar.
La trit贸n trep贸 r谩pidamente a su elemental y las dos mujeres penetraron r谩pidamente en la selva.
En cuanto se marcharon, Vraska volvi贸 la cabeza hacia Jace.
—¿Puedes rastrear los pasos de la vampira? —le pregunt贸.
Jace asinti贸 y escuch贸, en busca de la mente de la inmortal.
Sonri贸.
—Puedo rastrear m谩s que eso.
Vraska asinti贸 y los dos se adentraron tambi茅n en la espesura. Mientras Jace corr铆a, envi贸 una se帽al m谩s al resto de su tripulaci贸n, y el caballo ilusorio trot贸 por el cielo en la misma direcci贸n que aquel que lo invocaba.

HUATLI

Huatli puso una mano sobre su montura mientras corr铆an y, a trav茅s de su conexi贸n, le envi贸 una breve r谩faga de magia.
Un dinosaurio percibe a trav茅s del olor lo que un humano ve con los ojos; y Huatli hab铆a aprendido a comunicarse con su montura a la perfecci贸n despu茅s de a帽os de entrenamiento.
Buscar. Sangre. Descomposici贸n. Vampiro.
El dinosaurio olisque贸 el aire, baj贸 la cabeza en actitud cazadora y aument贸 la velocidad.
Las hojas pasaban a toda prisa. Huatli escudri帽贸 a lo lejos mientras las ramas sobre su cabeza comenzaban a separarse y el paisaje mostraba 谩rboles cada vez m谩s gruesos. Las criaturas m谩s peque帽as se apartaban a su paso, y Huatli escuch贸 que las aves y los dinosaurios chillaban en se帽al de aviso sobre las ramas mientras ella y su depredador corr铆an por debajo.
—Esto nos llevar谩 alg煤n tiempo —dijo Huatli.
Les llev贸 nueve horas.
Territorio virgen
Isla
Cruzaron escarpadas laderas, valles solitarios e incluso hicieron que sus monturas vadearan un lago. Cada vez que se acercaban a la vampira, esta apretaba el paso; y cada vez que se deten铆an a recuperar el aliento, se maravillaban de la tenacidad de su enemiga.
—Es muy r谩pida para estar muerta, ¿no? —jade贸 Huatli mientras se masajeaba un calambre en el muslo. Su dinosaurio beb铆a con avidez del lago.
Tishana no se mostr贸 impresionada.
—A la complejidad del universo no le importa lo r谩pido que se confeccione el tejido, sino la firmeza de la conexi贸n entre sus fibras.
Por sexta vez ese d铆a, Huatli puso los ojos en blanco.
Bosque
Arboleda P茅talo Solar
La trit贸n y la jinete llegaron finalmente a la otra orilla del lago.
Huatli sinti贸 la alegr铆a de su dinosaurio; la presa estaba casi a su alcance. Pronto vio una figura con una armadura dorada apoyada contra un 谩rbol, jadeando de agotamiento.
—¡Yo me ocupo de ella, Tishana! —grit贸 Huatli.
La trit贸n fren贸 el trote de su elemental y se mantuvo a distancia.
El dinosaurio avanzaba con la cabeza baja, listo para atacar, mientras se acercaban. La vampira volvi贸 el rostro hacia ellos, pero no tuvo tiempo para responder cuando el dinosaurio abri贸 sus fauces y la agarr贸 por la cintura.
La vampira profiri贸 un chillido de sorpresa y el dinosaurio de Huatli la arroj贸 contra el tronco de un enorme 谩rbol.
Huatli desmont贸 y camin贸 hacia ella.
Su enemiga era m谩s alta que ella y ten铆a el alzacuellos de sus ropajes manchado de sangre. Los encajes que sobresal铆an de su armadura estaban empapados de sudor; ten铆a el aspecto de una ni帽a que rehusara ponerse nada que no fuera su traje favorito, al margen de si este resultaba c贸modo o apropiado para la ocasi贸n.
—Lo que te falta de sangre te sobra en sudor —dijo Huatli mientras descargaba una patada directa contra la coraza de la vampira.
Esta cay贸 de nuevo al pie del 谩rbol con un gru帽ido ahogado. Jade贸 y tir贸 de su alzacuellos.
Huatli sonri贸.
—¿Qu茅? ¿No hab铆a junglas en Torrez贸n? ¿Te pica la ropa?
Un brillo dorado se encendi贸 en sus ojos y su dinosaurio emiti贸 un gru帽ido sordo.
Atrapa, orden贸 Huatli. El dinosaurio se lanz贸 hacia adelante y tom贸 a la vampira una vez m谩s entre sus mand铆bulas.
El mordisco no era lo suficientemente fuerte para atravesar su armadura, pero s铆 para levantar a la vampira del suelo. Ella se sacud铆a y protestaba, intentando desenvainar su espada mientras golpeaba y ara帽aba la gruesa piel del dinosaurio.
—Sacude —dijo Huatli en voz alta.
El dinosaurio sacudi贸 a la vampira con fuerza y la conquistadora aull贸 con la voz rota.
Una extra帽a br煤jula sali贸 volando de su bolsillo y cay贸 al suelo.
Huatli se agach贸 a recogerla. Era un objeto hermoso y trabajado que desped铆a una energ铆a que se sent铆a incluso a trav茅s de la palma de su mano.
Suelta, orden贸 Huatli.
La vampira cay贸 al suelo, cubierta por las babas del dinosaurio.
Huatli intent贸 detectar al carn铆voro m谩s cercano y lo invoc贸 con una descarga m谩gica y una invitaci贸n: ¡Devora! Sinti贸 c贸mo el depredador se conectaba con ella desde la jungla. Huatli se subi贸 a toda prisa a su montura y la espole贸 en direcci贸n a la espesura.
Los mejores guerreros del Imperio del Sol nunca mataban directamente, pero no permit铆an que una pobre bestia hambrienta se fuese sin un bocado.
Huatli trot贸 hasta Tishana con una sonrisa en la boca.
—¡V谩monos antes de que la vampira pueda seguirnos! Tengo el astrolabio.
Por toda respuesta, la trit贸n sonri贸. Sus dientes eran peque帽os cuchillos organizados en una fila.
—Fant谩stico.
Tishana tom贸 el astrolabio y lo examin贸. Le dio la vuelta, investig谩ndolo cuidadosamente, como se har铆a con alguna escritura sagrada.
Entrecerr贸 los ojos y dirigi贸 a Huatli una mirada astuta.
El astrolabio comenz贸 enseguida a emitir una luz ambarina que lat铆a.
Las agallas de los laterales del rostro de Tishana vibraron. La trit贸n cerr贸 los ojos.
Huatli no dijo ni una palabra y esper贸. Sab铆a que la Heraldo del R铆o sent铆a algo que era invisible para ella. Despu茅s de unos instantes, la trit贸n volvi贸 a abrir los ojos de golpe. Ten铆a una expresi贸n maravillada.
—El final de nuestra peregrinaci贸n se acerca.
Esta vez, Huatli estaba demasiado emocionada para poner los ojos en blanco.
—¿En serio?
—Es parte de la tierra a nuestro alrededor, pero est谩 separada para mantenerse oculta. No se mueve, pero el camino que conduce a ella est谩 encantado para que cambie siempre...
Tishana cerr贸 los ojos de nuevo y se帽al贸. Su dedo apuntaba en paralelo a la l铆nea ambarina del astrolabio.
—Est谩 a medio d铆a de viaje en esa direcci贸n.
Huatli asinti贸 con resoluci贸n.
—¡Entonces, mejor no esperar!
Tishana no se movi贸.
Su montura se apart贸 liger铆simamente de Huatli. Fij贸 los ojos en el astrolabio.
Huatli se puso a la defensiva.
—Tishana, dijimos que ir铆amos juntas.
—S铆 —respondi贸 la trit贸n—, eso dijimos.
Huatli se lanz贸 hacia el astrolabio, pero cuando estaba por alcanzarlo se vio interrumpida por un golpe en la cara con una tela enorme que la descabalg贸.
Huatli cay贸 al suelo, el cuerpo cubierto por completo por una inmensa s谩bana. Intent贸 liberarse, pero el tejido se enred贸 en su cuerpo y lo apret贸. A trav茅s de 茅l, escuch贸 que su dinosaurio chillaba y bramaba antes de que todo quedase en un repentino silencio. Un silencio que rompieron los aplausos y v铆tores de un grupo.
La Coalici贸n Az贸far.
Una voz femenina conocida se rio.
—Su茅ltala, Amelia.
La s谩bana puso a Huatli en pie de nuevo y se desenred贸 hasta liberarla. Huatli trastabill贸, mareada de dar tantas vueltas.
Frente a ella se encontraba una contramaestre pirata con las manos preparadas, y la s谩bana —¿realmente hab铆a arrastrado la vela entera desde la playa?— se at贸 en torno a ambas manos de Huatli.
Huatli jade贸. Su garrapi茅 estaba delante de ella, agach谩ndose para atacar, con las fauces abiertas... y convertido en piedra.
La pirata de piel verde que ya hab铆a conocido antes roz贸 con la mano la nueva estatua. Se agach贸 para mirar a Huatli y sonri贸.
—Me llevar茅 ese astrolabio de nuevo, si no te importa.
Los bucles de la mujer, que parec铆an lianas, se retorcieron de puro placer. Tom贸 el astrolabio que yac铆a a los pies de Huatli.
—¡¿C贸mo nos alcanzaste?! —escupi贸 Huatli.
La mujer verde chasc贸 la lengua varias veces y sacudi贸 la cabeza.
—La vampira a la que persegu铆as segu铆a el astrolabio en l铆nea recta. En estos terrenos, no es una t谩ctica muy efectiva. Es mucho m谩s f谩cil buscar atajos con un ojo en el cielo y un tel茅pata en el suelo.
Detr谩s de ella, una sirena se arregl贸 las plumas con el pico, y el hombre de azul de antes inclin贸 la cabeza con una sonrisa.
—¿Alguna pregunta m谩s? —dijo la capitana.
Huatli utiliz贸 su furia para canalizar toda la energ铆a que pudiese en un hechizo. Sus ojos se ti帽eron de 谩mbar y, tras ella, se escuch贸 el grito de una manada de garrapi茅s en la jungla. Jam谩s se quedar铆a sin montura en estos parajes.
A medida que los dinosaurios se acercaban, los piratas huyeron en la direcci贸n opuesta. Huatli logr贸 liberarse de la s谩bana que le atenazaba las manos y busc贸 a Tishana. ¡Maldita Heraldo del R铆o! ¡¿D贸nde se hab铆a metido esa traidora?!
La respuesta lleg贸 en forma de rumor de agua lejano.
Huatli no quiso esperar a ver de qu茅 se trataba.
Corriente captora
Detr谩s de ella vio a Tishana, de pie con los brazos extendidos; los 谩rboles gem铆an y se retorc铆an mientras una corriente de agua invocada por ella avanzaba a trav茅s de la jungla, arras谩ndolo todo.
Huatli solo tuvo tiempo de ordenar a los dinosaurios que se retiraran. Suspir贸 de alivio cuando el r铆o conjurado pas贸 de largo a su lado y sigui贸 su camino buscando a los enemigos.
Los piratas huyeron entre gritos y se dispersaron, pero Huatli habr铆a jurado que vio escapar a la mujer de piel verde y al hombre de azul.
—Ahora est谩s sola, poetisa guerrera —dijo Tishana dram谩ticamente—. Debo detener a Kumena yo misma.
Huatli puso los ojos en blanco una vez m谩s mientras Tishana desaparec铆a en la espesura de la jungla.
¡Muy bien! ¡Si quiere romper nuestro acuerdo, es cosa suya!
Huatli solt贸 un juramento de lo m谩s creativo. Empez贸 a conjurar un hechizo para invocar a una nueva montura. Ten铆a que seguir el olor de la mujer de piel verde. Puede que su gu铆a trit贸n se hubiera marchado, pero ya estaba tan cerca de su objetivo que no necesitaba a Tishana.
Una voz le hizo pegar un brinco.
—¡PLANESWALKER, DETENTE!
Angrath estaba all铆, alto como un 谩rbol y tan ancho como un cuernorromo. Ten铆a la cabeza de una bestia con cuernos y su cuerpo vibraba con un poder a duras penas contenido. Llevaba las cadenas incandescentes sobre los hombros, y jadeaba de cansancio.
Angrath.
Todo hab铆a empezado cuando el pirata la atac贸. Todo vino a partir de que ese pirata le hiciera ver lo que vio. Huatli hizo una mueca y corri贸 en la misma direcci贸n en la que hab铆an huido los piratas.
Angrath fue detr谩s de ella.
—¡ESPERA! ¡QUIERO HABLAR CONTIGO!
—¡PUES YO NO QUIERO O脥RLO! —le grit贸 Huatli.
Mir贸 a su derecha. Angrath estaba muy cerca.
Huatli corri贸 m谩s r谩pido, pero se oy贸 el ruido de una cadena y esta se enred贸 en torno a su tobillo, arroj谩ndola al suelo.
Ocult贸 su miedo detr谩s de una m谩scara de valor, levant贸 la mano y empez贸 a conjurar un hechizo para invocar a tantos dinosaurios y bestias de la selva como pudiera.
—¡Detente! —suplic贸 Angrath.
Camin贸 hacia ella y se arrodill贸. Sus cadenas, esta vez fr铆as y negras, se desparramaron sobre la tierra.
El coraz贸n de Huatli palpitaba con fuerza. Estaba m谩s aterrorizada que nunca. ¿A qu茅 jugaba ese asesino?
—Eres como yo —dijo 茅l.
—¡Nunca ser茅 como t煤! —grit贸 Huatli, desafiante.
—No, idiota. No de esa manera —replic贸 Angrath, con los ojos llenos de impaciencia—. Eres una Planeswalker como yo. No te har茅 da帽o.
Angrath se puso en pie sin dejar de mirarla.
Huatli iba a exigir respuestas, pero Angrath habl贸 con voz calmada y decidida.
—Aquello que nos impide marcharnos de este plano se oculta en esa ciudad. Si lo encontramos, podremos ayudarnos mutuamente a escapar a otros mundos.
Un atisbo de esperanza maravillada se impuso entre la confusi贸n de Huatli.
Angrath continu贸:
—Lo 煤nico que tenemos que hacer es matar a todo aquel que intente tomar Orazca antes que nosotros.
Las esperanzas de Huatli desaparecieron. Una sensaci贸n de malestar se extendi贸 por su barriga.
Genial, pens贸, el monstruo asesino quiere ser mi amigo.

VRASKA

El astrolabio taumat煤rgico comenz贸 a vibrar en la mano de Vraska.
El coraz贸n le dio un salto mientras corr铆a con Jace a su lado y la tripulaci贸n detr谩s de ella.
La corriente de agua que la trit贸n hab铆a invocado era una astuta distracci贸n, pero los piratas de El Beligerante no se dejaban vencer tan f谩cilmente.
Malcolm ech贸 a volar, se adelant贸 y regres贸 con la voz quebrada de emoci贸n.
—¡Est谩 sobre las colinas de all谩!
—¡Sigan corriendo! —grit贸 Vraska a su tripulaci贸n. Estaban muy cerca; muy, muy cerca.
Los 谩rboles eran distintos en esta parte de Ixalan. Vraska y los suyos hab铆an cruzado una cordillera y ahora corr铆an a trav茅s de un laberinto de niebla y vegetaci贸n. De vez en cuando, dejaban atr谩s un 谩rbol con hermosas hojas amarillentas; y en las rocas junto a ellos se apreciaban vetas de oro que brillaban por debajo del musgo y el liquen que las cubr铆a.
La misma tierra parec铆a ansiosa de revelar los secretos que guardaba.
La tripulaci贸n de El Beligerante lleg贸 a un claro y, uno por uno, todos se detuvieron. Por encima del verde de las colinas, los chapiteles dorados de Orazca destacaban contra el cielo.
Chapiteles de Orazca
Las agujas iluminaban el horizonte. Los edificios estaban ocultos por una barrera de 谩rboles de vegetaci贸n tan exuberante que Vraska se pregunt贸 si las propias colinas no ser铆an la ciudad enterrada, cubierta por un manto de jungla impenetrable.
Guard贸 el astrolabio, que palpitaba y brillaba, indicando la inmensa magia que los rodeaba en ese momento.
—Dentro hay algo m谩s que el Sol Inmortal. El encantamiento que nos liga a este mundo tambi茅n est谩 aqu铆 —escuch贸 a sus espaldas.
Vraska se dio la vuelta. Jace hab铆a llegado hasta ella mientras el resto de la tripulaci贸n descansaba antes de iniciar la 煤ltima etapa del viaje.
Ella asinti贸.
—A煤n no he averiguado lo que realmente hace ese Sol Inmortal. Hay demasiados rumores; no quiero inventarme teor铆as.
—Puede ser, literalmente, la llave de nuestra libertad.
—Puede —admiti贸 Vraska—. Tambi茅n puede que conceda la vida eterna sin la necesidad de beber sangre. Puede que haga invencible al Imperio del Sol. Puede ser una fuente de poder inimaginable, pero demasiado inestable para que nadie lo controle.
—Creo que es algo que no deber铆a estar aqu铆 —dijo Jace—. Algo que trajeron a este mundo.
Se rasc贸 la barbilla, pensativo.
—Tambi茅n podr铆a ser solo un pedrusco sin utilidad alguna. ¿A lo mejor Lord Nicolas es un ge贸logo aficionado?
—No lo descartar铆a. —Vraska se encogi贸 de hombros—. Creo que tiene aficiones un tanto extra帽as.
Jace se encogi贸 de hombros cuando Amelia lo llam贸. Camin贸 hacia el resto de la tripulaci贸n y comenz贸 a charlar.
Parec铆a muy diferente sin su capucha. Vraska nunca lo hab铆a visto sin ella antes de que lo rescatara de la isla.
Abstra铆da, se pregunt贸 si su cabello ser铆a tan suave como parec铆a.
—Vraska, ¿vienes?
—Solo estoy descansando un poco. Re煤ne a la tripulaci贸n.
Jace llam贸 al resto y Vraska recompuso r谩pidamente su expresi贸n para darle un aire m谩s autoritario.
Mientras se acercaba a la tripulaci贸n de El Beligerante, el suelo bajo sus pies se inclin贸.
Los marineros gritaron de sorpresa. Malcolm alz贸 el vuelo y Calz贸n trep贸 al hombro de Amelia. Varios miembros de la tripulaci贸n buscaron fren茅ticamente algo a lo que agarrarse, pero no hab铆a escapatoria del temblor de la tierra. El claro comenz贸 a sacudirse con m谩s violencia y una grieta apareci贸 en la roca frente a ellos.
—¡Miren! —Amelia se帽al贸 a los chapiteles lejanos.
Estaban empezando a alzarse m谩s y m谩s hacia el cielo. La propia ciudad emerg铆a de la jungla con cada sacudida del terremoto. Las ramas se part铆an, los 谩rboles eran arrancados de sus ra铆ces; los alasolares, aterrados, echaban a volar en bandadas mientras la ciudad se revelaba ante ellos poco a poco.
Ilustraci贸n por Titus Lunter
Malcolm aterriz贸 junto a Vraska. Sus ojos ten铆an una expresi贸n aterrada.
Vraska lo agarr贸 por el hombro.
—¿Esto es por acercarnos?
—Alguien debe de haber llegado antes a la ciudad.
Se帽al贸 al astrolabio taumat煤rgico que Vraska llevaba en la mano. Era cierto que todos sus puntos brillaban con una intensidad que nunca hab铆a visto antes.
El rugido de una bestia gigantesca se escuch贸 por encima del temblor de la tierra.
Vraska se qued贸 congelada; el bramido le hab铆a producido un espasmo de terror. Sus temores se intensificaron cuando escuch贸 otro sonido a un volumen parecido, y despu茅s otro... y otro.
Algo se hab铆a despertado.
El claro comenz贸 a llenarse de agua y Vraska busc贸 de d贸nde ven铆a. No muy lejos se hab铆a abierto una fisura en la tierra y el agua del r铆o flu铆a a trav茅s de ella como si fuera un ca帽贸n a los pies de la ciudad.
La tierra se sacudi贸 una vez m谩s bajo los pies de Vraska y la ciudad dorada de Orazca se elev贸 a煤n m谩s.
Ahora que la vegetaci贸n centenaria se hab铆a apartado, la ve铆a mejor. Era incre铆ble; la ciudad se hab铆a abierto como los p茅talos de una flor.
Como indicaba su nombre, los edificios estaban construidos con un oro fin铆simo y decorados de turquesa, 谩mbar y jade. Sus calles y pendientes pasaban sobre r铆os revueltos y cataratas y, en lo m谩s alto, se ve铆an unos extra帽os motivos y s铆mbolos grabados con dedicaci贸n.
Vraska sinti贸 una gran emoci贸n y un deseo ansioso de enfrentarse y conquistar aquello que se hubiera despertado en la lejan铆a. Indic贸 al resto de la tripulaci贸n que la siguieran, pero, en cuanto ech贸 a andar, otro terremoto sacudi贸 la tierra y Vraska cay贸 al suelo.
—¡Vraska!
Gir贸 la cabeza y contuvo el aliento. El borde del claro en el que se encontraban se hab铆a dividido en dos y Jace estaba agarrado a una pe帽a que se balanceaba peligrosamente, intentando no caerse.
Los dem谩s piratas se apartaron cuando el agua del r铆o cercano comenz贸 a llegar hasta ellos. El volumen de la corriente aument贸 y, pronto, una ola torrencial amenaz贸 con destrozar todo lo que quedaba sobre aquel altiplano.
Vraska se meti贸 en el agua y camin贸 hasta donde pudo; despu茅s nad贸 con la corriente en direcci贸n a Jace. Escupi贸 agua de r铆o e intent贸 alcanzar la mano que 茅l le tend铆a.
En cuanto sus dedos se rozaron, el suelo se inclin贸 una 煤ltima vez y la mano de Jace resbal贸 sobre la suya.
—¡JACE!
Vraska observ贸 c贸mo Jace ca铆a por el precipicio, con los ojos muy abiertos por el p谩nico y las manos extendidas en un gesto de desesperaci贸n.
Vraska grit贸 de pena y de rabia. Era imposible distinguir el fondo de la catarata.
Ilustraci贸n por Wesley Burt
Se inclin贸 hacia delante para intentar ver d贸nde hab铆a ca铆do Jace, y la piedra cedi贸 bajo su peso.
Vraska cay贸; el vapor de agua le golpeaba los brazos mientras buscaba desesperadamente alg煤n lugar donde asirse.
No tuvo tiempo de gritar, solo de reposicionar su cuerpo para hendir la superficie del agua con los pies.
Vraska se hundi贸 hasta el fondo del lago recientemente formado.
Agit贸 los brazos y se impuls贸 con furia, intentando nadar hacia la superficie.
El agua se apretaba contra su cuerpo y la catarata que ca铆a desde arriba amenazaba con succionarla a煤n m谩s hacia abajo, pero Vraska no pensaba morir as铆 como as铆. No cuando el objetivo de su misi贸n se hallaba tan cerca.
Sinti贸 que sus dedos rozaban la superficie del agua y pate贸, desesperada por respirar. Por fin emergi贸, tom贸 una bocanada de aire y escupi贸. Los pies le dol铆an por el impacto del agua y, mientras pateaba para mantenerse a flote, not贸 unos futuros cardenales en las piernas. Enormes muros de piedra y de oro hab铆an surgido de la tierra a cada lado del lago, y la ciudad despertada de Orazca se alzaba sobre ellos en lo alto.
De repente sinti贸 un dolor sordo, sibilante, serrante en las sienes y grit贸 mientras una imagen aparec铆a de repente en su cabeza.
Isla
La imagen se desvaneci贸 y Vraska gimi贸 de dolor.
El p谩nico se apoder贸 de ella una vez m谩s y, desesperadamente, ech贸 a nadar hacia la orilla, estirando el cuello para ver ad贸nde se dirig铆a. Segu铆a en Ixalan, pero la imagen de su cabeza hab铆a sido R谩vnica.
¡¿Qu茅 era eso?!
Estaba alarmada y confusa. Trataba de llegar a toda costa al punto donde el nuevo r铆o se encontraba con los muros de la ciudad que hab铆an brotado de la tierra.
Entonces Vraska vio a Jace. Estaba sujeto a una roca cerca de la orilla; ten铆a una herida en la cabeza y la sangre manaba de ella, pero sus ojos estaban encendidos de magia. Brillaban con una expresi贸n ausente, mientras que su rostro expresaba una mezcla de confusi贸n y dolor.
¡¿Lo ha visto tambi茅n?!
—¡Jace! —aull贸, nadando hacia 茅l, haciendo el esfuerzo de arrastrar sus ropas a trav茅s del agua lodosa, luchando por evitar la corriente de la catarata—. ¡Jace, tu cabeza...! ¡AH!
Sello del Pacto entre Gremios
Vraska boque贸.
Estaba vestida con una t煤nica azul con capucha y yac铆a sobre la tarima central del Foro de Azor. Niv-M铆zzet, el parun de los 脥zzet, la miraba desde arriba. Distingui贸 tambi茅n las caras de los corredores del laberinto de cada gremio de R谩vnica. Esto es un recuerdo, se percat贸 Vraska. El recuerdo estaba coloreado de sentido, sensaci贸n de pertenencia, responsabilidad. Era el d铆a en el que Jace se convirti贸 en el Pacto entre Gremios viviente.
De repente, la imagen se disip贸, se desvaneci贸, y Vraska se hall贸 nadando de nuevo entre la corriente.
Est谩 record谩ndolo todo, pens贸 con p谩nico.
La memoria de Jace estaba regresando de una sola vez, como una corriente que se desbordaba. Pronto recordar铆a todo lo que Vraska era. Pronto recordar铆a su resentimiento mutuo, su gremio, su trabajo... y nada de lo que hab铆a sucedido en los 煤ltimos meses importar铆a. Recordar铆a que 茅l era el Pacto entre Gremios y que ella era una asesina. Y su amistad, con toda certeza, se romper铆a.
Medio ahogada entre bocanadas de agua, Vraska nad贸 a toda prisa hacia Jace. Estaba sangrando, roto... perdido en la agon铆a de sus recuerdos.
Todo ha terminado, se lament贸 Vraska con un peso en el coraz贸n, mientras sal铆a del agua y se acercaba al mago mental. Un p谩lpito doloroso en la cabeza le advirti贸 que otro recuerdo iba a invadir su percepci贸n. Cerr贸 los ojos para prepararse y el pasado de Jace, fuera de control, inund贸 su mente.

Ixalan: La carrera (I)

La guarnici贸n de la fortaleza Adanto ya se hab铆a acostumbrado a los ataques frecuentes, a las tempestades violentas y a todo tipo de agresiones que proced铆an de las tierras salvajes a su alrededor. Sin embargo, jam谩s imaginaron qui茅n llegar铆a a su noble barricada desde la costa.
Guardias y sacerdotes se asomaron por encima de los altos y gruesos muros y vieron que se acercaba una figura consumida y grotesca. Se trataba de un hierofante, un cl茅rigo vamp铆rico, que se encontraba cubierto de arena y ten铆a las mejillas hundidas de hambre. Su mirada irradiaba furia y llevaba la barba descuidada. A todo juicio, parec铆a un loco.
—¡He conquistado las olas y la mism铆sima muerte, alabemos a santa Elenda! —grit贸 a las caras que lo observaban desde arriba.
Los guardias se miraron entre s铆 con incertidumbre. El hombre bajo ellos se rasg贸 la t煤nica y cay贸 de rodillas, con las manos de largas u帽as cerradas en oraci贸n. Sus rezos eran altos y claros, como si no le importara que le escuchasen. Los guardias mortales retrocedieron, inc贸modos; quienquiera que fuera, era evidente que se hab铆a entregado al Ayuno de Sangre.
—¡Milagros maravillosos! ¡Venas vac铆as y lenguas sedientas, ella nos dio la vida! ¡Regoc铆jense, ignorantes!
Los guardias humanos no se atrevieron a abrir la puerta. Un vampiro en mitad del Ayuno de Sangre era terriblemente peligroso. En este estado le era imposible distinguir entre la sangre de un fiel y la sangre de un pecador. En vez de eso, uno de los guardias pidi贸 ayuda a una sacerdotisa.
El hambriento vampiro comenz贸 a rezar m谩s fervientemente desde fuera de la fortaleza.
—Renunci茅 a alimentarme para acercarme a Santa Elenda, la bendita, ¡y aqu铆 estoy!
Busc贸 dentro de un zurr贸n harapiento que le colgaba del brazo y arroj贸 varias piezas de metal al suelo. Los guardias reconocieron un sextante aplastado, un astrolabio roto y otros instrumentos de navegaci贸n totalmente estropeados.
—¡Sab铆a que no necesit谩bamos estas herramientas enga帽osas! —aull贸 el vampiro—. ¡Fue mi fe en Elenda lo que nos trajo hasta aqu铆!
La sacerdotisa vamp铆rica de Adanto se hab铆a acercado al port贸n. A trav茅s de las gruesas puertas de madera, habl贸 con el vampiro que se encontraba al otro lado.
—Hoy no arrib贸 ning煤n barco a nuestras costas. ¿En qu茅 bajel viniste?
—¡En el que proporciona la sacrosanta fe inviolable! —rugi贸 el vampiro—. ¡El barco m谩s hermoso de la Legi贸n del Crep煤sculo! Estoy aqu铆 gracias al Coraje de su Majestad.
La sacerdotisa se arremang贸 e hizo una se帽a para que los guardias abrieran las puertas. Estos levantaron los tablones y tiraron de las enormes cadenas hasta que el vampiro hambriento entr贸 tambale谩ndose.
La sacerdotisa contuvo un grito.
—¿Hierofante Mavren Fein?
—¡Santa Elenda fue la primera! —continu贸 Mavren Fein su discurso—. Su sacrificio es nuestra vida. ¡Su generosidad es el modelo de nuestro 茅xito! Yo pas茅 por el rito hace doscientos a帽os y, gracias a la gu铆a de Santa Elenda, la Primera, ¡alcanzaremos la inmortalidad sin tener que beber sangre!
La sacerdotisa se hab铆a agachado a recoger las piezas rotas que Mavren Fein hab铆a tra铆do consigo. Lo mir贸, a煤n perpleja.
—¿Estas eran las herramientas de navegaci贸n de vuestro barco?
—Sab铆a que no las necesitar铆amos —escupi贸 Mavren Fein por toda respuesta.
De repente se qued贸 muy quieto, olisque贸 el aire y levant贸 la cabeza para mirar a los guardias en las almenas de la fortaleza.
Los guardias se apartaron de su vista, pero no lo suficientemente r谩pido.
Mavren Fein sise贸 y corri贸 hacia el muro, con los ojos fijos en los humanos en lo alto. Comenz贸 a trepar por 茅l con las garras; las astillas de madera de las plataformas saltaban mientras 茅l sub铆a como un animal feroz. Su rostro era una m谩scara terrible con los colmillos hacia fuera y los ojos muy abiertos. Cuando consigui贸 llegar hasta lo alto, gate贸 y agarr贸 al primer guardia humano que se encontr贸 con unas u帽as tan afiladas como cuchillos.
El hombre solt贸 un grito de sorpresa cuando Mavren Fein mordi贸 salvajemente el metal que le cubr铆a el cuello. Aunque nadie reaccion贸 a tiempo para detener el frenes铆 sangriento del vampiro, el ataque fue en vano: sus colmillos no pudieron atravesar la armadura. Mientras, el resto de guardias se acerc贸 corriendo y lo patearon para arrojarlo abajo. El vampiro aterriz贸 en el suelo con un ruido sordo y la sacerdotisa de Adanto se arroj贸 sobre 茅l. Lo inmoviliz贸 para impedir que saltase de nuevo.
—Vuestra piedad es evidente, Mavren Fein —gru帽贸 la sacerdotisa con esfuerzo—, pero vuestro Ayuno de Sangre debe terminar si dese谩is quedaros en Adanto. Finalizad ya el Ayuno, hierofante. Vuestra misi贸n requerir谩 que teng谩is todos los sentidos alerta.
La sacerdotisa logr贸 que Mavren Fein se incorporara y, luchando con 茅l, comenz贸 a arrastrarlo hacia las celdas de la prisi贸n.

Cl茅riga inspiradora
La Legi贸n del Crep煤sculo no sol铆a hacer prisioneros a largo plazo, pero las celdas serv铆an para que los prisioneros se recuperasen del todo antes de sentenciarlos.
Mavren Fein fue arrastrado a la cripta de debajo de la iglesia, en el centro de la fortaleza. Las paredes estaban revestidas de madera e iluminadas por delicadas l谩mparas de aceite. La sacerdotisa abri贸 una puerta de hierro al final de la b贸veda y guio a Mavren Fein a trav茅s de ella. Por un hueco que hab铆a en la pared que divid铆a las celdas llegaban, quedos, los sonidos de un hombre que se lamentaba.
—Manuel mat贸 a un compatriota en una pelea por un juego de cartas —le dijo la sacerdotisa a Mavren Fein, se帽al谩ndole la celda de al lado—. 脡l ser谩 quien rompa vuestro Ayuno al llegar el crep煤sculo. Lo preparar茅 todo para la ceremonia.
La sacerdotisa cerr贸 la puerta con llave y abandon贸 la cripta.
Mavren camin贸 por el per铆metro de su celda. El est贸mago le rug铆a y los dientes le casta帽eteaban de emoci贸n.
—Di, criminal, ¿sabes qui茅n es Santa Elenda? —pregunt贸 a trav茅s de la pared.
Al otro lado se escuch贸 un sollozo. Mavren Fein cerr贸 los ojos y alz贸 las manos.
—Santa Elenda, la m谩s devota entre las devotas, la Primera y la Leal. Naci贸 mortal; fue una monja guerrera que, junto a sus hermanos y hermanas de fe, custodiaba el Sol Inmortal en las monta帽as de Torrez贸n. ¡Escucha!
El sollozo se convirti贸 en un gemido.
—Pedro el Maligno los mat贸 a todos. ¡Ese traidor de los suyos, pecador, ambicioso e infame!
Mavren escupi贸.
—Pero ella... ella sobrevivi贸; fue m谩s orgullosa que ninguno. Ten铆a los cabellos negros como alas de cuervo y las u帽as como el fulgor de un rel谩mpago. Sali贸 fuera y se enfrent贸 a Pedro, pero... mientras tanto, el Sol Inmortal fue robado por una bestia alada que lleg贸 del cielo.
Los gemidos se hab铆an callado. Parec铆a que Manuel escuchaba.
—La bestia se llev贸 el Sol Inmortal muy lejos, al oeste, ¡y Santa Elenda la persigui贸! ¡Oh, su devoci贸n! ¡Bendita sea Santa Elenda!
—¿C贸mo... se convirti贸 en el primer vampiro? —mascull贸 Manuel desde la celda adyacente. Solt贸 un peque帽o grito cuando Mavren Fein estrell贸 su cuerpo contra la pared que los separaba.
—¡Era un genio, una visionaria! Recurri贸 a la magia negra y se arrog贸 la carga de la inmortalidad hasta que el Sol Inmortal volviese a ser encontrado. Bendita sea Santa Elenda, la Primera y la Leal, maravillosa y brillante. Busc贸 y busc贸 durante siglos y regres贸, ¡s铆!, regres贸 a Torrez贸n, e instruy贸 a los nobles en su rito para que pudi茅ramos compartir su sacrificio y unirnos a ella en su b煤squeda. ¡Genio y visionaria, bendita por el Crep煤sculo!
Mavren Fein desliz贸 las u帽as por la pared de madera.
—Yo fui de los primeros. Estuve ah铆 cuando ella se embarc贸 de nuevo hacia el oeste y esper茅 pacientemente el d铆a en que la seguir铆a. Paciencia, paciencia, paciencia... Se me da bien esperar.
Mavren Fein guard贸 silencio. El 煤nico ruido que se escuchaba era la respiraci贸n acelerada de Manuel en la celda de al lado.
El vampiro se arrodill贸; las manos le temblaban por la debilidad que le causaba el Ayuno de Sangre.
Introdujo los dedos por el hueco que hab铆a en la pared que lo separaba del humano.
Y Manuel grit贸.
Con un solo movimiento, Mavren Fein tir贸 del panel y desgaj贸 la madera de las paredes. Apart贸 los trozos de un tir贸n y se introdujo entre ellos para lanzarse sobre su presa.
Un segundo despu茅s, sus colmillos estaban sobre el cuello del criminal y un olor cobrizo de la sangre se extendi贸 por la estancia.
Mavren Fein bebi贸 con abandono.
La sacerdotisa y los guardias, alarmados por el repentino esc谩ndalo, bajaron corriendo a las celdas y se detuvieron ante la visi贸n que se alzaba delante de ellos. Observaron con reverencia mientras Mavren Fein se alimentaba. El vampirismo era una maldici贸n, una carga que uno aceptaba en aras de un bien mayor. La condici贸n de este vampiro se la hab铆a impuesto 茅l mismo; era algo triste, pero necesario. Lo que era suyo nunca volver铆a a sus manos sin este tipo de sacrificios.
Mavren Fein jade贸 y se limpi贸 la boca con el pu帽o de la manga. Poco a poco parec铆a volver en s铆, y al final se qued贸 muy quieto.
—Sacerdotisa —dijo con voz calma y medida—, decidme c贸mo os llam谩is. —Era el opuesto completo al vampiro que hab铆a desvariado antes.
—Mardia —dijo esta, e inclin贸 la cabeza—. Siento no haber podido realizar la ceremonia completa para concluir vuestro Ayuno de Sangre...
—Est谩 bien, piadosa Mardia —dijo Mavren Fein. Termin贸 de limpiarse y se puso en pie con las manos entrelazadas—. Lamento profundamente las molestias.
—Decidme, ¿el resto de vuestra tripulaci贸n est谩 muerta? —pregunt贸 Mardia, que hizo r谩pidamente una se帽al de bendici贸n con las manos.
Mavren suspir贸 y asinti贸.
—S铆, nadamos hacia la orilla cuando nos destruyeron los instrumentos de navegaci贸n. Una l谩stima, pero no pienso cejar en nuestra misi贸n.
—¿Qu茅 recursos podemos proporcionaros, hierofante?
Mavren Fein sonri贸, gentil.
—Ropa nueva y un b谩culo. No necesito astrolabio alguno.

VONA

Vona, la Asesina de Mag谩n
Vona de Yedo, la Daga de los Pecadores, la Asesina de Mag谩n, se hab铆a ganado su reputaci贸n a trav茅s de siglos de guerra. La Guerra de la Apostas铆a la mantuvo entretenida; fue una garant铆a de que su espada siempre estar铆a h煤meda y su sed, saciada. En el continente de Torrez贸n, los reinos cayeron uno tras otro bajo el dominio de la Iglesia y la Corona unificadas, y Vona disfrut贸 de todas sus conquistas.
Y ahora, desde la cubierta de su barco, miraba con voracidad el velero de la Coalici贸n Az贸far al que se acercaban.
El mejor d铆a de la vida de Vona fue, por supuesto, el de su segundo nacimiento, que pas贸 arrodillada en una iglesia trabajando en el hechizo que entregar铆a su vida a la Corona y a la Iglesia a perpetuidad. A menudo pensaba en aquella primera vez en la que prob贸 la sangre de hereje y en la promesa que hizo mientras lanzaba el hechizo: “Que la sed sea nuestra penitencia; el servicio, nuestra vida. Que ahora y para siempre, la sangre de los pecadores nos sirva de sustento hasta que descubramos la inmortalidad verdadera”.
Vona record贸 el 铆mpetu de los comienzos de su nueva vida, el aguijoneo insidioso del hambre. Sus dones eran incre铆bles; pod铆a caminar con el silencio de un depredador y matar con la misma facilidad. Nunca tuvo miedo de ir sola por la noche, porque el alma de la noche lat铆a en su coraz贸n, corr铆a por sus venas. ¿Por qu茅 querr铆a la Iglesia que todos dejaran de desear la sangre?
Claro est谩, se guard贸 su opini贸n para s铆 misma durante siglos. Cuando todo Torrez贸n qued贸 finalmente unificado bajo el yugo de la Legi贸n del Crep煤sculo, a Vona le cost贸 abandonar la guerra como estilo de vida. Hab铆a adquirido un t铆tulo nobiliario y tierras, pero su territorio era pobre y rocoso, y pronto fue evidente que sus capacidades de administraci贸n eran mucho peores que sus dotes para el asesinato.
Su ennui dur贸 toda una d茅cada. Una noche, en un acceso de aburrimiento, decidi贸 romper la monoton铆a con algo divertido: algo tan mundano como un juego de ni帽os, una forma m谩s de matar el tiempo. Acech贸 a todos y cada uno de sus sirvientes humanos en sus lechos y en sus campos y, durante una feliz semana, los mat贸 uno a uno, como parte de su juego inocente. Cuando hubo terminado, abandon贸 sus humildes posesiones.
Eso ocurri贸 cincuenta a帽os atr谩s.
En cuanto la reina Miralda anunci贸 que estaba organizando una flota para viajar en busca de Santa Elenda —la 煤nica y verdadera—, Vona se ofreci贸 para dirigir el primer barco que abandonase el puerto. La impulsaba la sed. Siempre la terrible sed. Daba igual si sus presas eran justos o pecadores; lo importante era que encontrar铆a algo con lo que alimentarse en el camino.
El sistema solo funcionaba si no le dec铆a a nadie lo poco que le importaban las reglas que la gobernaban. El secreto lo hac铆a m谩s emocionante.
Acorazado de la Legi贸n del Crep煤sculo
Y ahora, una nave de la Coalici贸n Az贸far hab铆a aparecido a la vista de Vona.
Vona estaba en la proa del barco, mirando al mar con ojos acerados e inhumanos. Ahora su misi贸n la llenaba de emoci贸n y manten铆a a raya el ennui.
El Beligerante, dec铆a el nombre escrito en uno de los lados del barco, y su tripulaci贸n estaba distra铆da por la tierra que se divisaba enfrente de ellos. Una sirena que volaba por encima del m谩stil se hab铆a dado cuenta de la presencia de Vona, pero no era m谩s que una gota en un cielo que se oscurec铆a por momentos.
Vona ten铆a sed y, por la naturaleza tornadiza de sus lealtades, sab铆a que El Beligerante estaba lleno de pecadores listos para ser devorados. Abordar un barco pirata no dejaba de ser ir贸nico, pero era algo necesario para saciarla.
Una ola repentina propuls贸 violentamente el barco hacia delante; Vona se agarr贸 a la borda para mantener el equilibrio.
—¿De d贸nde ha venido esta tormenta? —le grit贸 a su navegante.
El humano examin贸 la l铆nea de costa con el sextante.
—Alguien la habr谩 invocado. Los Heraldos del R铆o de Ixalan son famosos por su dominio de los eleme...
—¡Me importa un bledo por lo que sean famosos! C茅ntrate en el barco de la Coalici贸n Az贸far. ¡Ya casi estamos a punto de abordarlos!
Vona mir贸 c贸mo su sacerdote levantaba el b谩culo y conjuraba un humo negro y espeso que envolvi贸 el barco de los conquistadores. El Beligerante estaba cerca; seductoramente cerca (y, por los cielos, Vona estaba hambrienta).
Sin embargo, el cielo hab铆a pasado de un color gris de lluvia al negro m谩s terror铆fico. El mar alz贸 el barco de Vona en la cresta de una ola antes de volver a estrellarlo contra la superficie de las aguas. Los marineros se apresuraron a alzar las velas a barlovento, pero las olas incesantes amenazaban con derribar el propio barco.
Vona vio la l铆nea de costa, la arena blanca de la playa... y las rocas. Abri贸 mucho los ojos y los cerr贸 con fuerza justo cuando su barco se estrell贸 contra el costado de varias de ellas.
Cay贸 por la borda y se sumergi贸 entre las olas, con el cuerpo tan lacio como una mu帽eca mecida por los violentos envites del mar, y, poco a poco, logr贸 emerger a la superficie.
Naufragio consumado
Detr谩s de ella estaba su barco destrozado. A su alrededor, los cuerpos de su tripulaci贸n como manchas sobre la arena blanca y pr铆stina. Y, ante ella, un muro de jungla espesa y oscura.
Tambale谩ndose y resbalando en las rocas del fondo del mar, Vona recorri贸 el camino que la separaba de la orilla, con el agua a la cintura, hasta llegar a la arena.
Camin贸 unos pasos por la playa y tropez贸 con varios trozos de madera rota y envuelta en algas marinas. Unos chapoteos a su espalda le indicaron que no era la 煤nica superviviente y, poco despu茅s, algunos miembros de la tripulaci贸n emergieron jadeando, cubiertos de harapos, tratando de alcanzar la orilla como ella. Le importaban del mismo modo que los desconocidos en un mercado: estaban vivos y ten铆an sus prop贸sitos, objetivos y tareas; pero, para ella, su funci贸n era perif茅rica.
La tripulaci贸n de Vona solo era un medio para alcanzar un fin. Ellos hab铆an llegado a las costas de Ixalan y, por tanto, hab铆an alcanzado su fin. Pero... ¿y ella? Su prop贸sito era m谩s elevado, algo que le hab铆a encomendado la reina en persona.
En su coraz贸n se agit贸 un viejo sentimiento. Vona de Yedo, la Asesina de Mag谩n, estaba ahora m谩s cerca de Santa Elenda que nunca.
Una sonrisa salvaje se extendi贸 por su rostro. Por fin.
Termin贸 de salir del agua y camin贸 a trompicones. Algunos de los suyos gritaban pidiendo ayuda o golpeaban las olas de forma pat茅tica; Vona los ignor贸. Llevaban d铆as persiguiendo el bajel de la Coalici贸n Az贸far y Vona le hab铆a dicho a su navegante que se preparase para el abordaje; la idea era alimentar a los vampiros para la expedici贸n en tierra que vendr铆a despu茅s. Al fin y al cabo, su estirpe necesitar铆a fuerzas. Ahora, mientras Vona miraba el barco pirata que yac铆a encallado junto al suyo, comprendi贸 que aquello no pod铆a ser fruto de la casualidad.
Se sinti贸 exultante. Si los rumores son ciertos, la extranjera que lleva el astrolabio es su capitana.
La vampira se detuvo para considerar sus opciones. Pod铆a esperar a que la capitana emergiera... o emboscarla aprovechando la espesura de la jungla. Volvi贸 a sonre铆r. Hab铆a pasado mucho tiempo desde que mat贸 a su 煤ltima presa.
Unos pocos piratas estaban llegando a la orilla. Vona olisque贸 el aire.
Un hombre con gesto dolorido se sent贸 en la arena, sujet谩ndose lo que parec铆a un brazo roto. Sus ropas eran los trapos propios de un contrabandista de la Coalici贸n Az贸far y su rostro evocaba una tela de lino arrugada. Sus ojos coincidieron con los de Vona y cay贸 de espaldas. Trat贸 de apartarse con movimientos agotados.
—¡No, por favor! ¡No soy un criminal!
Vona se acerc贸 con pasos largos y mir贸 al pirata desde arriba.
—¿Reconoces la soberan铆a de la reina Miralda?
—¡S-s铆, por supuesto!
La vampira hizo una mueca de desd茅n.
—Entonces sabr谩s lo que piensa su majestad de los mentirosos. Te juzgo culpable de enga帽o y te declaro criminal ante la Iglesia.
Una neblina de ruidos y de arena salpic贸 su sentencia. Vona silenci贸 de forma efectiva el grit贸 que emerg铆a de la garganta del pirata.
Bebi贸 con avidez y sinti贸 que la sangre del pecador fortalec铆a sus justos prop贸sitos. En alguna parte del fondo de su cabeza, sab铆a que estaba ensuciando la playa, pero no le import贸. El mar se ocupar铆a de limpiarla.
La vampira inspir贸 hondo, satisfecha, y tom贸 una espada que la marea hab铆a arrastrado junto a ella.
Se encamin贸 hacia la espesura verde de la jungla.
No era una persona paciente. Sab铆a que sus soldados la seguir铆an en cuanto se recuperasen.
Por otra parte, tampoco los necesitaba para esta tarea. Era la Asesina de Mag谩n e iba a hacerse con el Sol Inmortal.
Palad铆n de los Ensangrentados

JACE

Jace se alegraba de acordarse de que sab铆a nadar.
En el caos de la tormenta, hab铆a sido proyectado por la borda junto a Vraska. Se agarr贸 a un tabl贸n de madera que flotaba para ahorrar energ铆as. Suspir贸 aliviado cuando vio a Vraska emerger a la superficie y una ola de agua salada le llen贸 la boca. Ella nad贸 hacia 茅l con brazadas firmes y confiadas, y ambos comenzaron a impulsarse hacia la costa.
—Alguien inici贸 esa tormenta —apunt贸 Jace, escupiendo agua de mar.
—Hab铆a unos elementalistas en la costa, sobre esa roca de all铆 —dijo Vraska—. Ya no los veo.
Jace ech贸 un vistazo en esa direcci贸n. A su izquierda estaba el barco de la Legi贸n del Crep煤sculo que los hab铆a estado persiguiendo. Estaba encallado entre las rocas, pero uno de sus botes segu铆a entero. Este flotaba en 谩ngulo oblicuo sobre el agua poco profunda de un delta cercano.
—¿Ves eso? Nos podr铆a servir para navegar el r铆o hacia el interior del continente —dijo Vraska—. Voy a volver a por la tripulaci贸n. No te mueras.
Jace asinti贸 a rega帽adientes y sigui贸 avanzando hacia la playa. Acababa de sobrevivir a un desastre n谩utico; no ten铆a ninguna intenci贸n de morirse ahora.
La playa era m谩s salvaje y destartalada que la de la Isla In煤til. Estaba salpicada de rocas traicioneras y algas marinas, y la marea baja hac铆a que todo apestase a mar. El aire estaba cargado por efecto de la tormenta conjurada y la brisa llevaba trazas de humedad.
La imagen le provoc贸 malestar. Era hora de marcharse antes de que hubiera sangre. Se sinti贸 como si estuviera en el puesto de salida de una carrera, como si alguien fuese a abrir una puerta y un conejo saliera corriendo para que 茅l lo atrapara.
Empez贸 a dirigirse hacia el bote varado. Ahora que hab铆a salido del mar, ve铆a los tremendos da帽os que hab铆a causado la tormenta. El Beligerante hab铆a acabado incrustando en uno de los lados del barco de la Legi贸n del Crep煤sculo. De cada barco sal铆an trozos del otro y ambas estructuras de madera estaban casi entrelazadas. Jace distingui贸 algunos cuerpos flotando en el agua, pero no se atrevi贸 a mirar con m谩s detenimiento para saber cu谩les de ellos eran amigos y cu谩les enemigos.
Sinti贸 un repentino peso en el pecho. Malcolm. Calz贸n. Gavven. Amelia... Todos ellos eran las 煤nicas personas que recordaba haber conocido en su vida.
Jace escuch贸 un susurro que se hizo m谩s fuerte en su mente. Sonaba hambriento, furioso, como alg煤n tipo de animal. Mir贸 a su derecha y vio a un vampiro con armadura que corr铆a a toda prisa hacia 茅l por la arena.
El p谩nico se apoder贸 de Jace, pero cuando el instinto tom贸 el control, su percepci贸n se ralentiz贸 hasta casi detenerse.
La mente del vampiro se mostr贸 ante 茅l como cristal tallado y destellos de fr谩gil energ铆a. Jace se inclin贸 hacia el cristal y, consciente de la inmensidad de su propio poder, hizo un esfuerzo para rozarlo solo en un punto m铆nimo, como la cabeza de un alfiler. Carg贸 esa sutil expresi贸n de poder con una simple orden: duerme.
El tiempo volvi贸 la normalidad y Jace dej贸 escapar un sonido de asombro. El vampiro delante de 茅l se tambale贸 y cay贸 cuan largo era sobre la arena, roncando.
Jace se detuvo y contempl贸 la figura a sus pies, feliz y sorprendido.
—¡JACE!
Vraska corr铆a hacia 茅l.
CIERRA LOS OJOS, le grit贸 mentalmente, tan fuerte que 茅l lo oy贸.
Jace cerr贸 los ojos a toda prisa y escuch贸 algo que ca铆a en la arena detr谩s de 茅l.
Se dio la vuelta y mir贸. A sus pies hab铆a un vampiro petrificado. Parec铆a como si lo hubieran sacado de un museo. El vampiro se hab铆a quedado congelado en mitad de la carrera; sus ropajes se hab铆an solidificado con curvas y arrugas imposibles de tallar. El detalle era tan grande que se le ve铆an hasta los poros de la cara. Si Jace no lo hubiera sabido, habr铆a pensado que era una estatua esculpida por el m谩s grande de los maestros. Era casi hermosa.
Vraska se detuvo delante de 茅l.
—Hemos perdido a Edgar —dijo secamente, y se volvi贸 hacia el barco. Jace la sigui贸, abandonando a su suerte al vampiro dormido y a su compa帽ero petrificado.
Los tripulantes de El Beligerante que hab铆an sobrevivido al naufragio estaban intentando recuperarse y, a la vez, se preparaban para un enfrentamiento. Hab铆a varios vampiros que tambi茅n nadaban hacia la costa con facilidad, a pesar del peso evidente de sus armaduras. Parec铆a que sus dotes les serv铆an para algo m谩s que alimentarse.
Calz贸n correte贸 por la arena hacia Vraska, agitando la cola.
—¡Nosotros pelear, t煤 irte! —la exhort贸.
Vraska se arrodill贸 para estar a su altura.
—Nos iremos juntos. Somos una tripulaci贸n —dijo suavemente.
Calz贸n neg贸 con la cabeza.
—¡Nosotros pelear contra Crep煤sculo, t煤 buscar Sol! ¡Hablar despu茅s!
—¿C贸mo nos encontrar谩s? —pregunt贸 Vraska.
Calz贸n se帽al贸 a Jace.
—¡Seguir ilusi贸n bonita!
Vraska asinti贸.
—Jace crear谩 algo de gran tama帽o cuando salgamos de ese bote, m谩s arriba del r铆o. Que Malcolm eche un vistazo desde arriba a cada hora para buscarnos —se dirigi贸 resuelta a Calz贸n.
El trasgo asinti贸 y volvi贸 trastabillando hacia los supervivientes con dos cuchillos en cada mano, como si fuera un mu帽eco asesino.
—¡Calz贸n! —grit贸 Vraska una vez m谩s.
El trasgo se dio la vuelta y el resto de la tripulaci贸n escuch贸 atentamente las palabras de su capitana.
—No hemos venido para establecernos. Dejen a los habitantes de Ixalan en paz —dijo la gorgona—. Pero maten a todos los vampiros que encuentren.
El trasgo sonri贸. La tripulaci贸n de El Beligerante sac贸 las armas y carg贸 contra los vampiros que quedaban.
Jace sinti贸 un escalofr铆o a pesar del calor tropical. Se alegraba de estar en el bando de los piratas.
—¡Beleren! Ven conmigo —llam贸 ella antes de echar a correr.
Jace y Vraska corrieron por la arena de la playa en direcci贸n al peque帽o bote que aguardaba a煤n en la desembocadura del r铆o. Bajo ellos, el suelo dej贸 de ser una superficie h煤meda y suave para convertirse en tierra seca que se les met铆a en los zapatos a su paso. Dejaron atr谩s el cuerpo de uno de los piratas empapado de su propia sangre, y Vraska solt贸 un juramento. La sangre del cad谩ver dejaba un rastro y se internaba en la jungla.
Sin dejar de correr, Vraska mir贸 a Jace por encima del hombro.
—Jace, tienes que ocultarnos.
脡l entorn贸 los ojos y obedeci贸: invoc贸 un velo de invisibilidad sobre 茅l mismo y sobre Vraska, que escondi贸 sus movimientos mientras avanzaban por la playa. Tambi茅n conjur贸 una ilusi贸n para borrar sus huellas.
Vraska meti贸 los pies en el agua poco profunda del estuario y, chapoteando, subi贸 al bote. Jace se aup贸 tambi茅n y trat贸 de recuperar el aliento.
Ocultos bajo la ilusi贸n de Jace, Vraska puso a punto las velas.
El bote era peque帽o, seguramente pensado para peque帽os viajes de pesca y exploraci贸n. Sus velas negras se agitaron y una repentina brisa del interior los empuj贸 hacia la jungla.
—Usemos el viento mientras podamos. Seguramente tendremos que remar bastante —apunt贸 Vraska.
Observaron la batalla que se iniciaba en la playa, pero cuando pasaron un bloque de vegetaci贸n formado por varios 谩rboles entrelazados, perdieron de vista lo que quedaba de El Beligerante. Los ruidos de la batalla y de las olas fueron reemplazados por los de los insectos y los chillidos de peque帽os reptiles que surcaban el cielo.
Aqu铆 la jungla era distinta a la de la Isla In煤til. Jace se maravill贸 ante el tama帽o de los 谩rboles: en su isla eran raqu铆ticos, seguramente para no ocupar demasiado espacio, pero aqu铆 los 谩rboles eran altos y con muchas ramas. Se sinti贸 peque帽o, como si fuera una versi贸n en miniatura de s铆 mismo en medio de un jard铆n inmenso.
Vraska estaba intentando que la escasa brisa sirviese para hinchar las velas. Al cabo de un rato, se rindi贸 y sac贸 los remos de debajo del asiento. Ten铆a el ce帽o fruncido de preocupaci贸n.
—Te preocupa el resto de tu tripulaci贸n —dijo Jace.
Vraska asinti贸.
—S铆, pero saben cuidarse solos —respondi贸—. Soy su capitana, no su madre. Nos encontrar谩n una vez que neutralicen la amenaza.
El follaje de los 谩rboles comenzaba a cerrarse sobre sus cabezas.
Bosque
El verdor y las sombras rodearon la embarcaci贸n, y el r铆o comenz贸 a estrecharse hasta convertirse en un profundo canal. Las ramas se entrelazaban sobre ellos y el sol desapareci贸 por completo. El aire era h煤medo, pesado y ol铆a a tierra mojada.
Jace mir贸 sobre el borde del bote. Un banco de peces nadaba juguetonamente a su lado, aunque apenas distingu铆a sus formas en el agua turbia.
Ech贸 un vistazo hacia arriba; Vraska lo miraba con una expresi贸n extra帽a que no pod铆a interpretar. Parec铆a... muerta de dudas.
—¿Qu茅 pasa? —le pregunt贸.
Ella inspir贸 hondo.
—Ni t煤 ni yo somos de aqu铆 —solt贸.
Jace parpade贸.
—Es evidente. Dijiste que somos de R谩vnica...
Vraska hizo un moh铆n. No parec铆a estar segura de hablar, pero tampoco quer铆a call谩rselo.
—R谩vnica no est谩 en este plano.
Las cejas de Jace saltaron hacia arriba.
—¿Este plano?
Vraska intentaba encontrar la forma de expresar lo que quer铆a decir. Guard贸 el astrolabio que Jace le hab铆a devuelto y movi贸 las manos.
—Me dijiste que tu cuerpo desapareci贸 y volvi贸 a aparecer cuando llegaste y que viste un s铆mbolo sobre tu cabeza, ¿verdad?
Jace asinti贸.
Vraska resopl贸 y se calm贸 un poco. Una sombra extra帽a oscureci贸 el bote y, sin previo aviso, su cuerpo desapareci贸.
Jace se incorpor贸 tan r谩pido que le falt贸 poco para caerse al r铆o.
Escuch贸 un golpe seco y se dio la vuelta: Vraska hab铆a vuelto a aparecer al otro extremo del bote, el mismo que hab铆a ocupado antes (teniendo en cuenta que la barca hab铆a seguido su curso), y el s铆mbolo del tri谩ngulo rodeado por un c铆rculo se mostraba sobre su cabeza.
Jace abri贸 mucho la boca.
Vraska extendi贸 las manos en se帽al de “¡sorpresa!”.
—Yo tambi茅n soy uno de ellos. Y, en general, cuando nosotros... —Se se帽al贸 a s铆 misma y a Jace— hacemos esto —Hizo un gesto que lo abarcaba todo—, podemos viajar a otros planos de existencia. Somos caminantes de planos o, si lo prefieres, Planeswalkers.
Era demasiada informaci贸n de una vez. Jace comenz贸 a formular la primera de las treinta preguntas que se le hab铆an ocurrido inmediatamente.
Vraska alz贸 la mano para hacerle callar.
—¡D茅jame terminar! Ahora bien, siempre que intentamos cambiar de plano, hay algo que nos lo impide, como si no pudi茅ramos marcharnos. ¿Cierto o no? Creo que Orazca no solo guarda el Sol Inmortal, sino tambi茅n el encantamiento que nos impide escapar. Me dijeron que lanzase un hechizo para contactar con otro plano cuando encontr谩semos el Sol Inmortal. Y, despu茅s de eso, creo que podremos marcharnos.
—¿C贸mo es posi...?
—Jace, me ense帽贸 a navegar un drag贸n. ¿Qui茅n sabe lo que es posible y lo que no a estas alturas?
Jace estaba absurdamente emocionado con este rompecabezas que resolver. Clav贸 la vista en Vraska y formul贸 sus pensamientos en alto.
—Pens谩bamos que el astrolabio apuntaba a la ciudad, pero apunta a cualquier lugar donde brote una magia poderosa. —Se帽al贸 al bolsillo de Vraska—. En vez de al norte magn茅tico, se帽ala al norte et茅rico y a grandes dep贸sitos de magia similar. Por eso me se帽alaba a m铆 cuando me encontraron, y por eso seguramente te se帽ala a ti ahora. Intent茅 dec铆rtelo en el barco antes de que nos estrell谩ramos.
Ella sac贸 el astrolabio. La aguja la se帽alaba a ella, pero poco a poco iba cambiando a medida que el signo sobre su cabeza se desvanec铆a.
Jace asinti贸, confirmando su propia teor铆a, y ajust贸 una corona en uno de los lados para que el segundo rayo apuntara hacia lo que ahora sab铆a que era el norte et茅rico. Lo encendi贸 y lo apag贸; el punto que se帽alaba a Orazca permaneci贸 est谩tico.
—Podemos usarlo para trazar adecuadamente nuestra ruta si calculamos el 谩ngulo entre el norte et茅rico y Orazca... o podemos seguir simplemente la direcci贸n que apunta a los grandes dep贸sitos de magia, como ven铆as haciendo. Es una opci贸n menos elegante, pero funciona.
—Es... incre铆ble —dijo Vraska, parpadeando mientras miraba el astrolabio taumat煤rgico. Sonri贸 y termin贸 por re铆r—. ¡La barrera debe de usar la misma magia que empleamos para cambiar de plano! Por eso el astrolabio apunta all铆. ¡Lo descubriste!
Jace ocult贸 su mirada vergonzosa encogi茅ndose de hombros. Vraska continu贸:
—Estaba segura de que el ser que me mand贸 aqu铆 acabar铆a conmigo si no encontraba aquello a lo que apuntaba este chisme. Pero ahora tenemos una oportunidad, gracias a ti.
—Todos tenemos nuestros talentos —respondi贸 Jace humildemente.
Vraska sonri贸.
—¡Y los tuyos son incre铆bles! —Se detuvo un instante y algo cambi贸 en su rostro, se dulcific贸—. Jace, siento mucho haberte ocultado esto. No sab铆a si pod铆a confiar en ti cuando te encontr茅. No tengamos m谩s secretos.
Las corrientes del r铆o lam铆an los lados del barco mientras ella remaba.
—Nunca tuve la oportunidad de darte las gracias por esa noche, cuando est谩bamos atracados en Zabordada. Nadie hab铆a escuchado nunca mi historia como t煤. Gracias.
Jace sonri贸.
—Tu historia merece ser contada. Gracias por compartirla conmigo.
La dulce sonrisa que ella esboz贸 le hizo pensar. Era vulnerable y sincera, y ambos se miraban a los ojos.
Vraska hab铆a dejado de remar.
Todo en aquella jungla era brillante y v铆vido. Todo parec铆a tener un significado. Jace bull铆a, lleno de miles de preguntas, cada una de ellas distinta a la otra. Una mezcla de cuestiones mundanas y fant谩sticas. ¿Le gustaba a Vraska leer? ¿Cu谩les eran las propiedades metaf铆sicas del espacio entre planos? ¿Por qu茅 caminar por los planos era distinto a lanzar un hechizo normal? ¿Cu谩l era su postre favorito?
Sin embargo, algo en el fondo de sus pensamientos le llam贸 la atenci贸n.
Observ贸 las orillas del r铆o. Se qued贸 callado durante varios segundos, utilizando su energ铆a para detectar si alguien los segu铆a. El hechizo de invisibilidad sobre el bote segu铆a en pie. A su alrededor, el territorio estaba vac铆o en m谩s o menos una milla, pero hab铆a gente en las fronteras. Se concentr贸 tanto como pudo para aumentar el rango de su percepci贸n.
Vraska lo mir贸 atentamente.
—¿Ves a alguien?
Jace asinti贸.
—Una humana, una vampira, una trit贸n... y un minotauro.
Confusa, Vraska frunci贸 el ce帽o.
—¿Un minotauro?

HUATLI

Los gruesos manglares dieron paso a la arena esponjosa, y Huatli sinti贸 que su montura se hund铆a un poco a cada paso por la hermosa playa que la rodeaba. Se dio la vuelta y le hizo un gesto a su segundo al mando. Esta era la zona en la que se hab铆a visto por 煤ltima vez a los tritones.
Era la zona en la que encontrar铆a a quien la guiar铆a hasta la ciudad dorada.
Huatli, jinete de dinosaurios
Huatli se anim贸 pensando en el desaf铆o.
A su vez, el garrapi茅 sobre el que montaba gorje贸 de emoci贸n.
La conexi贸n entre dinosaurio y jinete era muy profunda. Algunos prefer铆an criar a sus monturas desde que sal铆an del huevo; otros cazaban dinosaurios salvajes y creaban un v铆nculo personal a trav茅s de la magia. Huatli era muy pr谩ctica: sus monturas no eran ni帽os ni mascotas, eran herramientas a las que hab铆a que tratar con respeto, pues eran una extensi贸n de su persona.
Sobre ella, el cielo estaba gris y el oleaje se estrellaba contra unos acantilados que, desmoronados, penetraban en el mar en forma de rocas. Cerca del mont贸n de rocas m谩s grande, Huatli distingui贸 dos barcos naufragados y maltrechos. Uno portaba los colores de la Coalici贸n Az贸far; el otro enarbolaba las velas negras de la Legi贸n del Crep煤sculo hechas jirones y enredadas en los m谩stiles.
Una persona le llam贸 la atenci贸n. Deb铆a de ser una persona, pero no se parec铆a a nadie que Huatli hubiera visto antes.
Su piel era de color verde esmeralda, como la de un reptil, y sus ojos dorados estaban muy abiertos, buscando supervivientes. De su cabeza brotaban unos cabellos parecidos a lianas de la selva. Llevaba una casaca y calzas de capitana.
Huatli sab铆a que no deb铆a acercarse a los barcos. La tormenta conjurada por los tritones hab铆a bastado para hacer naufragar las embarcaciones, pero probablemente no era suficiente para acabar con todos sus tripulantes. Aunque su entrenamiento de guerrera la instaba a combatir a los invasores, Huatli sab铆a que no deb铆a dejarse distraer.
Inti se acerc贸 por la derecha de Huatli. Iba montado en un dienteacero, una montura m谩s robusta y bastante m谩s grande que la de Huatli, un garrapi茅 peque帽o y 谩gil. Inti mir贸 a su l铆der y se帽al贸 a la roca junto a la que yac铆an los dos barcos hundidos. Con la otra mano palme贸 la red que colgaba del lado de la silla de montar de Huatli.
Huatli asinti贸. Debe de poder ver al Heraldo del R铆o que convoc贸 la tormenta.
Se volvi贸 hacia Teyeuh.
—Regresa a la ciudad y re煤ne a nuestras fuerzas para disuadir a los supervivientes.
Teyeuh asinti贸 y espole贸 a su crestacuerno de vuelta a la fronda verde y oscura de la jungla.
Huatli e Inti se desplazaron a lo largo de la l铆nea de costa y atajaron por el espeso bosque, justo donde la vegetaci贸n terminaba y comenzaba la arena. Subieron entre manglares y agua salobre hacia la elevaci贸n del terreno a la que apuntaba Inti.
Abajo, en la playa, se oy贸 el grito de un hombre. Huatli no se volvi贸 para contemplar la escena; sab铆a que no deb铆a perder la concentraci贸n. En su lugar, hizo que su 谩gil garrapi茅 avanzara m谩s r谩pido y atraves贸 la jungla hasta encontrarse a plena luz del d铆a. Muy abajo, los gritos se interrumpieron de forma abrupta, justo en el momento en el que vio un cuerpo inerte sobre la roca al frente. Espole贸 a su montura y se acerc贸 para examinarlo.
All铆, sobre la roca que se alzaba sobre el vasto oc茅ano interminable, yac铆a inconsciente una mujer trit贸n.
Tishana, Voz de la Tormenta
Ten铆a aspecto de anciana; sus crestas membranosas eran largas y con las puntas descoloridas, y unos dijes de jade enmarcaban su rostro. Quienquiera que fuese, era la art铆fice de la tormenta que hab铆a hundido los dos barcos. Y, si era tan importante como Huatli intu铆a, conocer铆a el lugar donde se encontraba Orazca.
Huatli sinti贸 que su ansiedad se multiplicaba. Este plan nunca le hab铆a parecido especialmente bueno, pero ahora que ten铆a a la trit贸n delante de ella, le resultaba casi imposible.
¿C贸mo voy a convencer a los enemigos ancestrales del Imperio del Sol de que me ayuden?
Su coraje se increment贸 y frunci贸 el ce帽o con determinaci贸n. Encontrar茅 alguna forma.
Huatli desmont贸 y camin贸 hacia la figura. A medida que lo hac铆a, la anciana comenz贸 a moverse y, a煤n mareada, logr贸 incorporarse. Mientras trataba de recobrar el equilibrio, mir贸 a Huatli y a Inti a su lado y las agallas de su rostro se retrajeron por la sorpresa.
—No tengo intenci贸n de atacarte —dijo firmemente Huatli.
La trit贸n cerr贸 los ojos.
A Huatli se le eriz贸 el vello. ¿Qu茅 estaba haciendo?
La trit贸n tom贸 aire, exhal贸 y volvi贸 a mirar a Huatli a los ojos.
—脡l est谩 de camino hacia all谩. Aparta de mi camino o tendr茅 que obligarte.
¿De qu茅 habla? Huatli sujet贸 su arma con fuerza. Los Heraldos del R铆o ten铆an fama de abstractos. Sab铆a que negociar con uno de ellos para conseguir un gu铆a ser铆a muy dif铆cil, pero su impulso le dec铆a que, con esta en particular, ser铆a como pedir a los chamanes del Imperio del Sol que la aconsejaran sobre qu茅 comer hoy. No habr铆a respuestas directas.
—Me llamo Huatli y soy la futura poetisa guerrera del Imperio del Sol. Dime tu nombre.
—Soy Tishana, de los Heraldos del R铆o —respondi贸 cautelosamente la trit贸n—, e Ixalan est谩 en peligro.
Alz贸 una mano y una ola se estrell贸 contra las rocas bajo ellos.
Una t谩ctica de intimidaci贸n. Huatli no se asustaba con tanta facilidad. Se mantuvo firme.
—¿Por qu茅 dices eso?
Las agallas de Tishana se agitaron a cada lado de su rostro.
—Un Heraldo del R铆o traicion贸 mi causa y viaja hacia all谩 en estos momentos. Kumena quiere desequilibrar las dependencias radicales.
A Huatli, esta trit贸n le recordaba a un cruce entre alguno de los chamanes del Imperio del Sol con una t铆a algo chiflada. Era una m铆stica sabia y perceptiva con el vocabulario de una exc茅ntrica.
—Quiero ir a Orazca —dijo Huatli—, pero necesito alguien que me gu铆e.
Las agallas temblaron.
¿Qu茅?
—Ella la ha visto —intervino Inti mirando a Huatli.
Las agallas se abrieron mucho.
—Us茅 una magia extra帽a y vi una ciudad dorada. —Huatli eligi贸 cuidadosamente las palabras.
Tishana le devolvi贸 una mirada imp谩vida.
—Viste una ciudad dorada.
—S铆.
—¿Pero no la ciudad dorada?
Huatli frunci贸 el ce帽o avergonzada. Esta conversaci贸n le resultaba familiar.
—Vi Orazca —replic贸 con voz firme.
Inti habl贸 de nuevo con voz suave.
—Debemos encontrar la ciudad dorada si queremos proteger a nuestros dos pueblos. —Se帽al贸 a la lucha que transcurr铆a en la playa.
Tishana se volvi贸 a Huatli y se inclin贸, inquisitiva. Su rostro era severo pero honesto, y en 茅l se le铆a la concentraci贸n de un depredador.
—¿Solo quieres ir all铆? ¿No conquistarla? ¿No reclamarla en tu nombre o en el de tu imperio?
Los labios de Huatli se apretaron, formando una l铆nea. Se arrodill贸 y puso su arma en el suelo; despu茅s, mir贸 a la trit贸n con absoluto respeto.
—Algo dentro de m铆 hizo que viera la ciudad. Estoy segura de que es la prueba de que mi misi贸n es crucial para la supervivencia del Imperio del Sol y de los Heraldos del R铆o. T煤 y yo no somos enemigas.
La trit贸n se detuvo y examin贸 la cara de Huatli. Parec铆a ver a trav茅s de ella y Huatli se sinti贸 joven, muy joven, mientras le devolv铆a todav铆a arrodillada la mirada a Tishana.
Tishana baj贸 las pesta帽as y torci贸 la boca mientras meditaba su respuesta. Alarg贸 la mano y la puso sobre la frente de Huatli.
Huatli sinti贸 un calor extra帽o, como si alguien hubiera revuelto un fuego en su interior.
Tishana abri贸 los ojos.
—Sent铆 tu presencia hace d铆as —dijo.
Huatli no pudo evitar que su rostro expresara sorpresa y repulsi贸n.
La trit贸n dio un paso hacia atr谩s, ignorando su respuesta.
—Sent铆 que alguien tiraba con fuerza de la energ铆a de nuestro mundo, como un delf铆n que intenta dar un salto sobre la superficie del mar.
Tishana iba m谩s all谩 de ser un poco inquietante. Huatli estaba familiarizada con las met谩foras, pero las de la trit贸n eran mucho m谩s oscuras.
—¿Sabes lo que era? —susurr贸 Huatli con urgencia.
Las pupilas de la trit贸n se convirtieron en dos l铆neas.
—Solo s茅 que la superficie de nuestro mundo es imperturbable desde abajo. Algunos caen..., pero una vez que se sumergen, no pueden salir.
Huatli no sab铆a qu茅 quer铆a decir Tishana con eso.
—Sent铆 un tir贸n similar esta ma帽ana —dijo— en direcci贸n al mar. Y otra vez, hace unos dos meses, mucho m谩s all谩 del horizonte. Pero no era tu energ铆a.
La trit贸n se arrodill贸 y mir贸 a Huatli directamente a los ojos.
—Si dices que viste una ciudad mientras contemplabas los confines de nuestro mundo, te creer茅.
Inti mir贸 a Huatli y sonri贸, orgulloso. Huatli se alegraba de que estuviera all铆 para apoyarla.
—Pero debes prometerlo, Huatli. —Tishana la mir贸 con severidad—. Iremos a la ciudad para impedir que Kumena entre en ella, porque sus actos los ponen en peligro a ustedes tanto como a nosotros. Si intentas conquistar Orazca para los tuyos, no dudar茅 en acabar contigo.
Huatli no ten铆a nada claro cu谩l ser铆a el resultado de la exploraci贸n. As铆 las cosas, iba a ser un viaje muy interesante, pero no ten铆a otras opciones.
—Gracias, Tishana.
Huatli subi贸 de nuevo a su montura y le ofreci贸 una mano a la trit贸n para que se sentase junto a ella.
Tishana observ贸 la mano como si por ella corrieran miles de insectos.
—Viajar茅 por mis propios medios —refunfu帽贸.
La trit贸n sac贸 un peque帽o objeto de jade de una bolsa que llevaba y lo dej贸 en el suelo.
T贸tem centinela
Levant贸 la mano y el jade se ilumin贸 por dentro; era como el brillo de una luci茅rnaga encerrada en una piedra verde moteada.
El suelo y la vegetaci贸n del promontorio de roca sobre el que se encontraban comenzaron a vibrar y a acercarse al t贸tem de jade, como si este las atrajera como un im谩n. Las rocas y la madera se curvaban mientras se expand铆an, protegiendo el t贸tem, y comenzaron a tomar la forma de un elemental. En pocos momentos, donde se hab铆a colocado la hermosa talla de jade hab铆a un fiero elemental tan alto como el garrapi茅 de Huatli.
Caminante espesura
Tishana levant贸 un pie y parte del bosque form贸 un escal贸n de ramas para ayudarla. Se aup贸 sobre el elemental y se sujet贸 a la parte superior de su nueva montura.
—S铆ganme —dijo.
Huatli trag贸 saliva. Esta mujer pose铆a un poder inmenso.
Tir贸 de la brida de su propio dinosaurio y mir贸 de nuevo a la playa, donde se desarrollaba una escena de caos absoluto. Algunos supervivientes estaban tratando de escapar de los dos barcos naufragados y ganar la playa, mientras que una gran mancha de sangre se extend铆a por la arena blanca. Lo que parec铆a una mujer vampiro se internaba en la jungla.
Huatli se帽al贸 hacia la conquistadora que hu铆a.
—¡Inti, s铆guela! Busca mi rastro en la jungla cuando llegue a alguna parte.
Inti comenz贸 a deslizarse por la ladera del promontorio rocoso y desapareci贸 en la jungla.
Huatli silb贸 una r谩pida melod铆a en direcci贸n a Teyeuh, con la esperanza de que a煤n pudiera oirla. Le dio las gracias en silencio por recordar su entrenamiento; Teyeuh escuch贸 la orden e, inmediatamente, se volvi贸 para seguir a Inti y a la vampira.
Otra que tiene prisa para llegar a Orazca, sin duda, pens贸 Huatli ri茅ndose para s铆. Sanguijuela pat茅tica.
En su mente surgi贸 el inicio de un poema mientras descend铆a con su garrapi茅 al otro lado del promontorio. Mir贸 hacia los barcos destrozados y se pregunt贸 cu谩l ser铆a el mejor comienzo para el poema sobre esta expedici贸n.
Un barco de sanguijuelas persegu铆a a un barco de pulgas...
—Detente. Ve hacia el r铆o —orden贸 Tishana.
La trit贸n hizo girar al elemental sobre el que iba montada y tom贸 ese camino. Huatli la sigui贸 y se detuvo a su lado.
Tishana suspir贸 con la impaciencia de una erudita muy ocupada.
—Alguien est谩 invocando una ilusi贸n aqu铆, en el agua.
Huatli mir贸 la mano de la trit贸n y luego m谩s all谩, a donde las aguas del r铆o desembocaban en el oc茅ano, y se qued贸 paralizada. El r铆o estaba tranquilo: no hab铆a r谩pidos que hicieran espuma en su corriente, pero en la superficie se estaba formando una estela que se extend铆a sobre el agua. No hab铆a ninguna fuente visible y, claramente, no hab铆a nada que nadara bajo esa estela.
—Es... extra帽o. ¿Est谩s segura de que es una ilusi贸n? —pregunt贸 Huatli.
Tishana buf贸.
—Llevo invocando ilusiones desde mucho antes de que t煤 nacieras.
—Pero... ¿crees que es obra de alguno de los supervivientes de la Legi贸n del Crep煤sculo?
La trit贸n sacudi贸 la cabeza.
—Estas ilusiones quedan m谩s all谩 de sus dotes. Me temo que se trata de una amenaza peor.
Sin m谩s dilaci贸n, el elemental de la trit贸n se dio la vuelta y avanz贸 a zancadas hacia la jungla.
Huatli gru帽贸 de frustraci贸n y espole贸 a su montura para seguirla. Ambas se internaron en la espesura sin perder de vista la extra帽a corriente del r铆o.
Hojas y ramitas golpeaban el rostro de Huatli, pero en su coraz贸n hab铆a esperanza. Quiz谩s esto era lo que deb铆a hacer, al fin y al cabo. Todo lo relacionado con esta situaci贸n era nuevo e inc贸modo, y Huatli odiaba admitir que estaba nerviosa, pero de momento, parec铆a que todo estaba yendo bien. Hasta donde ella supiera, ning煤n Heraldo del R铆o hab铆a cooperado por voluntad propia con un guerrero del Imperio del Sol.
Por ello, la ayuda de Tishana resultaba incre铆blemente extra帽a. Huatli no pod铆a evitar preguntarse si la trit贸n planeaba aprovecharse de ella. No ayudaba que Tishana fuera tan dif铆cil de interpretar.
El garrapi茅 de Huatli gorje贸 de emoci贸n. Corr铆a golpeando el suelo de la jungla a un ritmo constante.
—¿Han o铆do los susurros en el Imperio del Sol? —grit贸 Tishana sobre los sonidos de hojas y la pesada humedad.
—¿Hablas de susurros de verdad o de rumores?
La trit贸n ignor贸 la petici贸n de informaci贸n.
—Uno de los nuestros escuch贸 una conversaci贸n en la ciudad fronteriza de Zabordada. M谩s adelante lo corroboramos con las palabras de alguien del Imperio del Sol. Una capitana de la Coalici贸n Az贸far posee un astrolabio capaz de encontrar la ciudad dorada —dijo Tishana—. Tiene la piel del color de la esmeralda y...
—¿El pelo como lianas de la selva? —complet贸 Huatli.
La trit贸n no respondi贸. Solo el ruido que hac铆an contra el suelo los pies de roca y madera de su elemental romp铆a el silencio.
—La vi cerca del naufragio —dijo Huatli—. Si posee lo que t煤 dices, esa estela en el r铆o debe de ser suya.
—Debe de ser una ilusionista muy avezada. —Los ojos de Tishana se volvieron hacia el r铆o.
Huatli tens贸 las riendas de su dinosaurio.
—Entonces debemos estar preparadas. Cuando el r铆o se estreche, no podr谩n avanzar m谩s, y entonces atacaremos.
—Necesitamos su astrolabio mucho m谩s que sus cad谩veres —dijo Tishana.
—No pensaba matarlos —dijo Huatli, irritada y ofendida.
Tishana chasque贸 la lengua con desaprobaci贸n.
—La ma帽ana est谩 cubierta de niebla —dijo con un sabio asentimiento.
Frustrada, Huatli se mordi贸 el labio.
—¿Puedes aclararme lo que significa esa niebla?
—La ubicaci贸n concreta de Orazca es un secreto, incluso para nosotros.
La confianza de Huatli se desmoron贸.
—¿Entonces no sabes d贸nde est谩... en absoluto?
La trit贸n le devolvi贸 la mirada.
—Conocemos su ubicaci贸n general.
Huatli cerr贸 la boca. Inspir贸 hondo y se esforz贸 por ocultar la creciente frustraci贸n.
—Entonces, est谩 m谩s all谩 del territorio del Imperio del Sol, ¿no?
—Est谩 cruzando la cordillera que separa a Pachatupa de Quetzatl y, una vez all铆, pasado un lago.
Huatli busc贸 en su topograf铆a mental.
—¿Al norte o al sur del valle perdido?
—Al sur.
—¿Y eso es todo lo que sabes?
—S铆.
Huatli asinti贸. Se sent铆a superada por la situaci贸n.
—Bien, entonces necesitamos ese astrolabio.