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Luna Horrores: Campa帽a de Venganza


Un rencor alimentado durante un millar de a帽os est谩 a punto de alcanzar su momento cr铆tico.
Para Sorin, es por la corrupci贸n de su hogar ancestral. Es por haber tenido que poner fin a Avacyn. Es por la llegada de Emrakul.
Para Nahiri, es por la traici贸n de un amigo. Es por el milenio que pas贸 atrapada en el Helvault. Es por la ruina acontecida en Zendikar durante su ausencia.
Cuando dos Planeswalkers antiguos libran un duelo, las repercusiones afectan a planos enteros.




La llamaban la Adalid. Aquellos fan谩ticos y sectarios no se equivocaban. La hab铆an seguido hasta all铆 y hab铆an crecido en n煤mero mientras ella realizaba su trabajo en Innistrad. La segu铆an fervientemente y eso le recordaba que lo 煤nico que merec铆a la pena en aquel maldito mundo era su propia venganza.
El coro de sinsentidos incesantes de los sectarios resonaba en las paredes mientras Nahiri observaba el rostro del vampiro. Era un ser feo, con los labios contra铆dos para revelar unos dientes horrorosos, afilados y despiadados. Dos ojos con sendos trozos de 谩mbar flotando en estanques oscuros miraban hacia ella, o m谩s bien hacia la nada. Por lo que distingu铆a Nahiri, aquel chupasangre vest铆a un atuendo lujoso; sin embargo, al igual que sus decenas de cong茅neres, estaba atrapado en el muro. Todos estaban muertos. Gracias a ella.
Odiaba aquel lugar, la mansi贸n Markov. Como muchas otras cosas del plano, apestaba a Sorin. Incluso hecha pedazos, retorcida y destrozada como la hab铆a dejado, no hab铆a sido suficiente para erradicar la presencia del vampiro. A pesar de todo, all铆 se encontraba ella. Los preparativos estaban listos y ten铆a que comprobarlos.
La venganza es un asunto delicado, pero Nahiri hab铆a tenido un millar de a帽os para pensar en la suya.
Un. Millar. De. A帽os.
Hab铆a tenido tiempo suficiente para abordar su venganza desde todos los 谩ngulos y niveles de complejidad, para simular su desarrollo, afinarlo y simularlo de nuevo hasta que todo encajara... y diera como resultado un plan.
Y ahora, mientras paseaba entre los huesos retorcidos de la mansi贸n Markov, Nahiri se permiti贸 sonre铆r ligeramente. Todo estaba en su sitio, donde lo hab铆a dejado; solo faltaba Sorin. No tardar铆a en llegar.
Esta vez hab铆a tra铆do consigo algo especial, unos ayudantes que hab铆a decidido reunir cuando tuvo noticia de que Sorin estaba formando un ej茅rcito para hacerle frente. S铆, ten铆a a los sectarios, pero se dispon铆a a vengarse y no era el momento de cometer descuidos.
Lo primero que vio aparecer de las fuerzas de Sorin fueron los estandartes: antiguas telas que colgaban de p茅rtigas negras de madera, portadas por caballeros ataviados con armaduras de placas. Cientos de vampiros aparecieron detr谩s de ellos y se desplegaron por la colina frente a la mansi贸n.
Nahiri vio el despliegue desde lo alto de la inmensa entrada. Cuando Sorin por fin apareci贸 al frente de las fuerzas que hab铆a reunido, Nahiri tens贸 la mand铆bula. Sorin dijo algo a los vampiros m谩s cercanos, pero estaba demasiado lejos como para o铆rlo.


Daba igual qu茅 instrucciones les diera. Todo iba a terminar pronto. Espada en mano, Nahiri sali贸 a la tenue luz del d铆a y se plant贸 en la escalinata hecha pedazos para recibir a Sorin.

Un chirrido met谩lico despunt贸 entre el fragor de la batalla cuando Nahiri extrajo su espada de la coraza de un vampiro muerto. Era uno de los numerosos cad谩veres que yac铆an a su alrededor, formando algo parecido a un semic铆rculo. Con los pulmones bombeando, salt贸 por encima de los cuerpos amontonados y sali贸 al encuentro de una nueva tanda de atacantes.
Eran muchos.
Pero solo necesitaba a uno.
Vio un hacha acercarse por el rabillo del ojo, desprendiendo un vapor escarlata tras su filo oscuro. Nahiri salt贸 a la derecha para esquivarla y lanz贸 una estocada al cuello de otro agresor. Empuj贸 hacia abajo con la mano libre y el suelo se hundi贸 de pronto bajo ella; cuando el hacha traz贸 un nuevo arco desde arriba, mordi贸 el borde del socav贸n. El impacto hizo saltar fragmentos de roca y Nahiri los impuls贸 con su magia para incrustarlos en el rostro desprotegido del vampiro del hacha.
Otros la rodearon. Una de ellos, equipada con una armadura de placas con esmaltes blancos, se adelant贸 entre los dem谩s. Manten铆a la espada baja y Nahiri vio que el arma ten铆a dos filos retorcidos en forma de h茅lice, rematada en una funesta punta. La guerrera habl贸 sin apartar los ojos de ella―. No tienes escapatoria.
―¿Os parece que pretendo escapar? ―replic贸 Nahiri ladeando la cabeza y arqueando una ceja.
―Cuando acabe contigo ―estall贸 la vampira―, beber茅 hasta la 煤ltima... ―La amenaza qued贸 inconclusa cuando una m茅nsula de m谩rmol se estamp贸 contra su boca y le revent贸 aquellos grotescos dientes. Nahiri ten铆a un arsenal a su disposici贸n entre los escombros flotantes. Se hab铆a hartado de o铆r tonter铆as. Cuando la vampira de blanco cay贸 al suelo, el pesado trozo de m谩rmol hizo una carambola entre los dem谩s chupasangres hasta que todos acabaron en el suelo con el cr谩neo o el torso machacado. Los cuerpos quedaron inm贸viles y la m茅nsula ensangrentada gir贸 en el aire, salpicando gotitas rojas por todas partes.
Nahiri se limpi贸 una mancha de la mejilla. Si Sorin planeaba agotarla antes de enfrentarse a ella, era un iluso. Un millar de a帽os en el Helvault hab铆a sido descanso suficiente para muchas vidas. Si ten铆a que acabar con todos los dem谩s chupasangres para llegar hasta 茅l, Nahiri hab铆a empezado bastante bien.
Sab铆a que Sorin estaba cerca. La tumultuosa batalla se libraba en lo que hab铆a sido el gran vest铆bulo de la mansi贸n. La estancia estaba abarrotada de vampiros y sectarios, todos entregados a la macabra tarea de aniquilarse unos a otros. Nahiri lanz贸 una mirada entre el caos, en busca de aquella melena blanca o...
De aquellos ojos anaranjados y crueles. Por un brev铆simo instante, cruz贸 una mirada con ellos antes de que desaparecieran en medio de la alborotada contienda.
Nahiri not贸 que la garganta se le hab铆a secado de repente. El coraz贸n martilleaba en el interior de su pecho y toda la ira acumulada durante un millar de a帽os surgi贸 de ella hasta que se vio obligada a gritar un nombre―. ¡Sorin!
Proyect贸 su voluntad hacia el suelo de piedra, sujet贸 las enormes losas y tir贸 de ellas con fuerza. Levant贸 las manos de golpe y a ambos lados de ella surgieron dos muros paralelos de casi cuatro metros de altura. La piedra rechin贸 contra la piedra y, cuando los muros se detuvieron, formaron una especie de pasillo aislado de la batalla. Nahiri estaba en un extremo y Sorin se encontraba en el otro.
Entre ellos se interpon铆a una peque帽a parte del tumulto: una veintena de vampiros y casi el doble de sectarios continuaban enzarzados en la lucha. Un vampiro se lanz贸 contra Nahiri, pero su venganza estaba demasiado cerca como para distraerse. Movi贸 un dedo y una lanza de piedra surgi贸 repentinamente del suelo. La punta atraves贸 al chupasangre por el abdomen y sigui贸 subiendo hasta sobresalir por la hombrera de acero rojo, acompa帽ada de un gemido agudo. El vampiro muri贸 en el acto y Nahiri lo rode贸 mientras el cuerpo se deslizaba lentamente por la p煤a de piedra.
―Sorin ―volvi贸 a decir con su voz firme y fr铆a como la piedra que dominaba. Entonces avanz贸 a zancadas, directa y constante. A su paso, nuevas p煤as de piedra surgieron ante ella y empalaron a vampiros y sectarios por igual.
Al fin se encontraron cara a cara, solos.
La 煤ltima vez que Nahiri hab铆a visto a Sorin, el vampiro hab铆a sido su 煤ltima imagen del mundo antes de que la soledad la consumiera en el Helvault. Al verlo de nuevo, a unos doce pasos de distancia, le pareci贸 que segu铆a tal como lo recordaba, pero sin rastro de la debilidad que hab铆a mostrado en su encuentro anterior. Llevaba la misma armadura, aunque estaba salpicada de sangre, lo que a帽ad铆a un matiz cruel a la gema roja que adornaba la coraza. La espada tambi茅n presentaba indicios de haber participado en la matanza. Su rostro, tan acostumbrado a mostrar aquella sonrisa sarc谩stica que Nahiri conoc铆a tan bien, estaba surcado de arrugas que jam谩s hab铆a visto. Le agrad贸 ver a Sorin tan serio.
―Has tra铆do a muchos amigos ―dijo Nahiri pasando entre dos p煤as cubiertas de sangre―, pero veo que hay una que no ha podido venir. ―Sab铆a que mencionar a Avacyn le doler铆a, pero no hubo una r茅plica sarc谩stica. Sorin tan solo levant贸 una mano p谩lida y varias r谩fagas de energ铆a negra surgieron de ella como estelas de humo. Hab铆a muerte en aquellos rastros de sombra, una muerte dirigida contra Nahiri. Parec铆a que Sorin prefer铆a prescindir de los artificios y la poes铆a propios de un duelo: acabar con ella ser铆a suficiente. Nahiri observ贸 al vampiro sin inmutarse, mientras aquellos dedos siniestros se acercaban.
Sin embargo, nunca llegaron a tocarla. De pronto se dispersaron y salieron volando en varias direcciones, trazando contornos en el aire que de lo contrario habr铆an sido invisibles. Sorin desat贸 un segundo torrente de magia de muerte, pero justo entonces, los primeros rayos errantes completaron el regreso a su origen y alcanzaron al vampiro con una r谩pida sucesi贸n de siseos agudos. Sorin hinc贸 una rodilla en el suelo y se mordi贸 el labio, dolorido. Por entre las placas de su armadura se filtraba un vapor oscuro que surg铆a de varias heridas invisibles.
―Mucho debes de subestimarme si crees que eso funcionar谩 conmigo ―dijo Nahiri cuando el segundo torrente de magia se volvi贸 contra el vampiro, al igual que el anterior―. La magia fluye por las l铆neas m铆sticas. Las l铆neas m铆sticas pasan por la roca. Y, bueno, los dos sabemos lo que soy capaz de hacer con ella. Pero no te prives, Sorin; intenta volver a utilizar esa basura. ―Camin贸 alrededor de 茅l―. He conseguido traer a Emrakul a tu hogar y, a pesar de todo, piensas que sigo siendo una cr铆a.
Por un momento, ninguno dijo nada. M谩s de seis mil a帽os de historia les hab铆an llevado a aquel momento. Mientras miraba a Sorin a los ojos, Nahiri se pregunt贸 si 茅l tambi茅n pensaba en lo mismo. Hab铆an sido amigos, o eso hab铆a cre铆do ella en el pasado. Pero ahora... Ahora conseguir铆a su venganza. Finalmente fue ella quien habl贸―. Un millar de a帽os, Sorin. Me encerraste durante un millar de a帽os.
―Y aun as铆, aqu铆 est谩s. ―El vampiro tosi贸 y unas volutas de humo negro se dispersaron en el aire―. Tendr铆as que haberte marchado.
―Lo hice. Regres茅 a Zendikar y lo encontr茅 devastado por los Eldrazi. T煤 dejaste que ocurriera. ―Levant贸 la espada y la dirigi贸 hacia la garganta de Sorin―. Nos condenaste a mi mundo y a m铆.
―Conoc铆as los riesgos cuando aceptaste encerrar a los titanes en Zendikar. Sab铆as que exist铆a la posibilidad de que escaparan.
―Tambi茅n sab铆a que hab铆amos hecho un trato. ―Nahiri sinti贸 que le herv铆a la sangre―. Si amenazaban con escapar, se supon铆a que Ugin y t煤 acudir铆ais en mi ayuda, pero cuando lo hicieron, no estabais all铆. Cre铆a que aquel objetivo nos un铆a a los tres, pero solo yo me entregu茅 a 茅l. En todo aquel tiempo, fui la 煤nica que lo hizo.
―As铆 que ahora has decidido condenar este plano.
―Mi tiempo como carcelera ha terminado y Zendikar nunca volver谩 a ser una prisi贸n. Emrakul ten铆a que ir a alguna parte. T煤 solo simplificaste la decisi贸n.
―Sorin, estoy tentada de dejar que resolv谩is esto entre vosotros ―dijo desde arriba una voz femenina, mel贸dica y mordaz. Nahiri levant贸 la cabeza y vio a una vampira equipada con una elegante armadura negra de placas; flotaba en el aire, a la cabeza de una decena o m谩s de vampiros con armaduras similares. La l铆der no llevaba casco; su cara p谩lida y su brillante melena roja contrastaban con el metal oscuro. Parec铆a desprender un aura de elegancia y Nahiri percibi贸 en ella un poder similar al de Sorin. Aquella mujer era una chupasangre antigua.
―No lo pongo en duda, Olivia ―respondi贸 Sorin, a煤n arrodillado.
―Imagino que esta es ella ―dijo Olivia se帽alando a Nahiri con una espada de acero negro. Sin esperar a que se lo confirmara, se dirigi贸 a ella―. Ignoro qu茅 ha hecho Sorin para provocar tu ira, pero seguro que se la ha ganado. Sin embargo, tambi茅n se ha ganado mi ayuda y no puedo permitir que lleves a cabo tu venganza.
―¿Otro 谩ngel guardi谩n, Sorin? Sospecho que esta vez te has precipitado un poco ―dijo Nahiri. Extendi贸 una mano y los bloques de piedra que hab铆a ante ella empezaron a volverse rojos por el calor.
―He de decir que me caes bien ―respondi贸 Olivia con una sonrisa―. No obstante... ―A su se帽al, sus vampiros cayeron sobre Nahiri.
Las piedras cercanas a la litomante se hab铆an vuelto incandescentes y, antes de que los chupasangres la alcanzaran, orden贸 a la roca fundida que adoptara nuevas formas: cuatro espadas id茅nticas a la que empu帽aba, cada una palpitando con la energ铆a de su forja reciente. Extrajo una para blandir un arma en cada mano. Las dem谩s se desplegaron encima de ella como el plumaje de un f茅nix.


―Mi venganza no est谩 en tus manos. Me he ganado esto. Sorin es m铆o.
―Nunca olvides que te perdon茅 la vida ―sise贸 Sorin―. Usar el Helvault fue un acto de gentileza.
―¿Gentileza? ―repiti贸 Nahiri con los dedos crispados. Deseaba hacerle pedazos―. Los horrores con los que me encerraste durante tanto tiempo se convirtieron en mi mundo.
Al pronunciar la 煤ltima palabra, Nahiri clav贸 las puntas de sus espadas en el suelo de piedra. Entonces apret贸 los pu帽os y las armas empezaron a vibrar. El temblor reverber贸 en el suelo y cobr贸 intensidad a medida que se esparc铆a. Lo que empez贸 siendo una ligera vibraci贸n se convirti贸 en un retumbo que sacudi贸 la estructura de los alrededores. De las manos de Nahiri brot贸 una r谩pida sucesi贸n de lazos brillantes de energ铆a que descendieron por las espadas y se propagaron por el suelo y las paredes hasta alcanzar hasta la 煤ltima piedra de la mansi贸n.
Varias piedras m铆sticas surgieron alrededor de Nahiri y se帽alaron hacia fuera, formando una especie de estrella.
Entonces, la mansi贸n se estremeci贸. Los muros que Nahiri hab铆a levantado para aislar a Sorin se derrumbaron y todo el vest铆bulo empez贸 a rotar independientemente del resto de la arquitectura. Durante el giro, los cimientos crujieron como las articulaciones de un dios antiguo que despertaba por primera vez desde hac铆a una era. El estruendo era ensordecedor y rayaba en los l铆mites de lo soportable.
Poco despu茅s, otro sonido rept贸 hacia los o铆dos de Nahiri. Con cada cent铆metro que rotaba el vest铆bulo, el ruido se volv铆a m谩s intenso. Era constante y chirriante, en cierto modo similar al coro de los sectarios, pero aquel sonido no estaba destinado a la gente ni lo produc铆a ella.
La entrada del vest铆bulo se movi贸 con la enorme estancia y dej贸 de dirigir hacia el puente de acceso a la mansi贸n. Cuando la rotaci贸n ces贸, la entrada se detuvo ante una pared de piedra lisa. El sonido sobrenatural lleg贸 a un punto 谩lgido; sin el crujido de la piedra, no hab铆a nada para suavizarlo. Nahiri sinti贸 el chirrido en la ra铆z de los dientes, pero hab铆a llegado el momento. Aferr贸 la pared con su magia y desliz贸 una capa tras otra en direcciones alternas.
Incluso antes de apartar la 煤ltima capa, esta explot贸 en una lluvia de escombros... y entonces salieron ellos: decenas de monstruos bulbosos y grotescos que apenas se parec铆an a las personas o animales que hab铆an sido anta帽o. Ahora pertenec铆an a Emrakul. El contacto del tit谩n eldrazi hab铆a retorcido y estirado su carne, convirtiendo sus formas mutadas en mallas de tendones enmara帽ados.


Nahiri hab铆a empezado a reunirlos desde la llegada de Emrakul, encerr谩ndolos en su propia c谩mara como regalo para su viejo amigo.
Nahiri los vio salir en tromba de su prisi贸n oscura, inundando el vest铆bulo en direcci贸n a ella. Sin embargo, no se movi贸 del sitio. Las pesadillas no eran nada nuevo para ella. Se acercaron y, cuando tendr铆an que haberla arrollado, la horda se separ贸 y pas贸 de largo. Nahiri era invisible para aquellos monstruos mientras permaneciera en su anillo de piedras m铆sticas; criptolitos, las llamaban los sectarios, aunque no ten铆an nada de cr铆ptico. Los Eldrazi segu铆an las l铆neas m铆sticas, la red de man谩 que poseen todos los mundos. Al igual que hab铆a hecho en Zendikar seis mil a帽os atr谩s, Nahiri hab铆a moldeado aquellas rocas para dirigir las l铆neas m铆sticas de Innistrad seg煤n le placiera. Para aquellos horrores, ella se encontraba en un hueco en la realidad. No exist铆a.
Los vampiros no corrieron la misma suerte. Los Eldrazi se lanzaron hacia ellos y la vampira pelirroja y sus lacayos cayeron inmediatamente sobre los monstruos con toda la furia propia de su especie.


Nahiri retrocedi贸 para alejarse del caos y parte de los escombros de los alrededores se desplazaron a cada paso para crear una escalera improvisada que sub铆a hacia lo alto de la mansi贸n. El ascenso la distanci贸 de los tajos de las espadas y de los latigazos de las extremidades desgarradas. Sorin hab铆a tratado de derrotarla buscando aliados, pero Nahiri estaba preparada para eso. Sorin hab铆a intentado vencerla con su magia de muerte, pero Nahiri tambi茅n estaba preparada para eso.
¿Estar铆a Sorin preparado para Nahiri?
Sinti贸 sus ojos clavados en ella y, cuando le vio en medio de la batalla, confirm贸 que el vampiro la observaba. La sangre le corr铆a por el ment贸n y un sectario colgaba sin fuerzas de su pu帽o. No era la primera vez que Nahiri le ve铆a alimentarse, pero nunca le hab铆a parecido tan monstruoso como en ese momento. Porque eso era 茅l: un monstruo.
Los ojos de Sorin no se separaron de ella en ning煤n momento, ni siquiera cuando ascendi贸. Se movi贸 como un rel谩mpago sin soltar al sectario, que se agit贸 violentamente en sus manos. Trep贸 por las paredes retorcidas y luego salt贸 a los fragmentos de la mansi贸n que flotaban en el aire. Era un felino en plena caza, veloz y de pasos firmes. Para cuando Nahiri lleg贸 a los escombros dispersos del techo abovedado de la mansi贸n, Sorin le pisaba los talones.
Sin embargo, ella era una kor de Zendikar. Saltar de una superficie inestable a otra le resultaba natural. Adem谩s, era la litomante y se encontraba en su elemento en aquel espacio lleno de incontables contrafuertes, chapiteles y alas enteras de la mansi贸n. Se encaram贸 al alf茅izar de una ventana alta y estrecha, inclinada contra un trozo de pared que pend铆a en el aire desafiando la gravedad. Sus espadas orbitaban por encima de su cabeza como una corona que marcaba aquel lugar como su territorio. Hab铆a llegado el momento de comprobar si Sorin estar铆a a su altura.
―Hoy podremos terminar lo que empezamos, sin interrupciones ―dijo Nahiri desde arriba a Sorin, quien se irgui贸 tras aterrizar 谩gilmente en un rellano que a煤n segu铆a unido a una parte de la escalera principal. Una larga alfombra roja colgaba de los 煤ltimos escalones y pend铆a en el vac铆o como si fuese la lengua de un animal muerto.
―¿Tantas ganas tienes de morir? ―replic贸 Sorin―. La 煤ltima vez que nos enfrentamos, me encontraba terriblemente d茅bil. Me temo que en esta ocasi贸n no tendr谩s tanta suerte. ―Arroj贸 el cad谩ver del sectario hacia Nahiri como si fuera un trapo empapado y ella lo oy贸 crujir cuando el cuerpo se estamp贸 en la pared, junto a ella―. Adem谩s, esta vez tengo intenci贸n de matarte.
―¿Crees que me das miedo?
―Si a煤n no lo he conseguido, pronto lo har茅. ―Sus ojos eran pura y antigua crueldad.
―No me marchar茅 sin zanjar este asunto, Sorin.
―En eso estamos de acuerdo, joven.
"Joven". Sin mediar otra palabra, Nahiri arroj贸 sus espadas contra 茅l, excepto una de las que empu帽aba. Sorin retrocedi贸 de un salto justo a tiempo para esquivar las cuchillas, que se clavaron en la plataforma. Antes de que aterrizara de nuevo, Nahiri aferr贸 el rellano de piedra con su voluntad y lo volc贸.
Por un momento, crey贸 que Sorin lograr铆a sujetarse, pero sus dedos no encontraron apoyo y el vampiro cay贸.
Sin embargo, la pesada alfombra roja se agit贸 y Nahiri vio que Sorin hab铆a conseguido agarrarse a ella y ahora se columpiaba, en vez de caer.
Nahiri tir贸 de las piedras del rellano y deshizo la estructura. Antes de que los escombros se derrumbaran, Sorin se solt贸 y se impuls贸 hacia un travesa帽o cercano. Desde all铆 salt贸 a una pared hecha a帽icos y a otro travesa帽o suspendido diagonalmente en el aire. Todo pareci贸 ocurrir en una fracci贸n de segundo y Nahiri apenas pudo seguir al vampiro con la vista.
Y entonces lo perdi贸. Sorin era demasiado r谩pido y, para cuando Nahiri se inclin贸 en el alf茅izar con intenci贸n de seguir sus movimientos, hab铆a desaparecido.
Nahiri mir贸 de un lado a otro a toda prisa, en busca del m谩s m铆nimo rastro de 茅l. Un rel谩mpago plateado vol贸 hacia ella y su 煤nica opci贸n fue sumergirse en la pared justo antes de que el acero de Sorin rebotara en la piedra con un ta帽ido ensordecedor que reverber贸 durante varios segundos.
―Nahiri, Nahiri... ―Envuelta en la piedra, las palabras de Sorin le llegaron amortiguadas, pero igual de ponzo帽osas―. Cu谩ntos problemas has causado por una estancia en el Helvault, cuando en la roca pareces sentirte como en casa.
Entonces se oy贸 un sonoro crujido y Nahiri sinti贸 un dolor ag贸nico en el costado, como si le hubieran clavado un atizador al rojo vivo. Algo hab铆a atravesado la piedra. Se dio cuenta de ello y not贸 que el acero hab铆a mordido su carne. La espada la cort贸 al retirarse y, antes de que golpeara de nuevo, Nahiri se dej贸 caer a trav茅s de la pared. De pronto se encontr贸 en ca铆da libre. Se llev贸 una mano a la quemadura del costado y toc贸 un l铆quido pegajoso.
Una parte de una balaustrada sali贸 a su encuentro. Intent贸 sujetarse a ella, pero la mano empapada de sangre resbal贸 y Nahiri continu贸 precipit谩ndose. Le cost贸 mantener los ojos abiertos y el mundo dio vueltas, hasta que todo se detuvo de golpe cuando se estrell贸 en una torre situada en horizontal sobre el techo abierto.
Cuando reuni贸 las fuerzas suficientes, Nahiri apoy贸 los pies en el suelo y se levant贸 despacio. Tuvo que apoyarse en una mamposter铆a que sobresal铆a de la superficie de la torre. Estaba sin aliento y ten铆a la boca seca, a pesar de que notaba el sabor de la sangre en ella.
Cuando oy贸 un ruido seco m谩s adelante, levant贸 la vista y vio a Sorin irgui茅ndose despu茅s de aterrizar. Se acerc贸 a ella y la mir贸 desde arriba, con la espada en alto y amenazante, tal como hab铆a hecho un millar de a帽os antes, cuando la hab铆a condenado al cautiverio en el Helvault. Sin embargo, esta vez no hab铆a un Helvault donde encerrarla.
―Tuviste la oportunidad de matarme, joven. Tendr铆as que haberla aprovechado cuando estuvo a tu alcance. ―No hab铆a desd茅n en las palabras de Sorin. Era un mentor dirigi茅ndose a su protegida, imparti茅ndole una 煤ltima lecci贸n.
―Tal vez ―respondi贸 Nahiri, m谩s bien para s铆 misma. Su espada colgaba en la mano y la punta yac铆a en el suelo. El corte en el costado le produc铆a un dolor inmenso. Se fij贸 en la mano temblorosa con la que se taponaba la herida.
Demasiada sangre.
Qu茅 importaba un poco m谩s. Respir贸 hondo antes de hablar―. Ocurra lo que ocurra aqu铆, tanto si salgo con vida como si no, ya he ganado, Sorin. Mira a tu alrededor. ―Levant贸 la mano temblorosa y se帽al贸 la mansi贸n―. Observa atentamente lo que he hecho a todo lo que consideras tuyo. ―Se帽al贸 a su izquierda. En la lejan铆a, sobre la ciudad de Thraben, se encontraba Emrakul―. Ninguna mascota angelical acudir谩 al rescate esta vez.
―Lo que me arrebataste con Avacyn... ―La espada de Sorin dio un golpe r谩pido y envi贸 la de Nahiri por los aires―. Me lo cobrar茅 con tu sangre. ―Antes de que Nahiri pudiera mover un m煤sculo, Sorin le clav贸 los colmillos en el cuello. Toda la sangre de su cuerpo circul贸 hacia el mismo punto; el l铆quido que Sorin reclamaba le ard铆a en las venas. El vampiro bebi贸 con sa帽a... y Nahiri encontr贸 su oportunidad.
Se apoy贸 en la mamposter铆a y esta obedeci贸 abri茅ndose hacia ambos lados. Cada latido era un tormento, pero Nahiri resisti贸 para susurrar un mensaje―. Yo tambi茅n s茅 morder, Sorin, y mis dientes son m谩s grandes que los tuyos.
La roca se cerr贸 sobre ellos e hileras de colmillos de piedra se clavaron en Sorin desde las piernas hasta el torso. Su espada cay贸 al suelo y un grito de agon铆a estall贸 en los labios del vampiro. Nahiri lo apart贸 de un empuj贸n y atraves贸 la piedra, dejando solo a Sorin en ella. La pared sigui贸 envolvi茅ndolo hasta apresarlo por completo. Cuando Nahiri termin贸 su trabajo, Sorin estaba suspendido en el aire, atrapado en una prisi贸n de piedra. No podr铆a viajar entre los planos para escapar de aquello. Los dientes de piedra que lo reten铆an le mord铆an por dentro, manteni茅ndole en un tormento perpetuo que debilitar铆a la concentraci贸n necesaria para liberarse.
Por 煤ltimo, Nahiri rot贸 la prisi贸n de Sorin para orientarle hacia las llanuras ondulantes que hab铆a bajo la mansi贸n Markov. Mientras Nahiri trepaba por la cris谩lida, Sorin trat贸 de hablar, pero solo se oy贸 un borboteo ininteligible. Lo que quisiera decir no ten铆a importancia. Nahiri solo quer铆a que 茅l escuchara sus palabras. Se sujet贸 a la cima de la roca y se descolg贸 para susurrar aquellas palabras al o铆do de Sorin―. Voy a perdonarte la vida. Te devuelvo la gentileza.


A lo lejos, bajo un techo de nubes funestas, estaba Emrakul.
Un instante despu茅s, Nahiri se march贸 de Innistrad, abandonando a Sorin a la suerte de aquel mundo.

El horizonte era Emrakul. Sorin no pod铆a hacer nada m谩s que observar mientras el final de Innistrad se desplazaba lentamente por Gavony, en direcci贸n a Thraben. La gente que hubiese all铆 abajo era insignificante ahora, pero Innistrad era suyo y Thraben era el lugar donde hab铆a creado a Avacyn para proteger el plano. Ver la ciudad condenada a la ruina provoc贸 una punzada de dolor que le afect贸 m谩s que los dientes de piedra que le devoraban por dentro.
Sorin sinti贸 una presencia antes de o铆r el sonido: metal contra piedra, un roce largo y lento que ascend铆a por la parte de atr谩s de su sarc贸fago.
―Creo que prefiero esta ―dijo una voz cargada de sorna. Entonces, Olivia descendi贸 ante 茅l y eclips贸 el caos de la lejan铆a. Empu帽aba la espada de Sorin.
―Olivia... Lib茅rame... ―consigui贸 mascullar 茅l.
―Aunque pudiese hacerlo, ¿qu茅 motivo tendr铆a para ello? Avacyn est谩 muerta y Nahiri ha huido. Hemos cumplido nuestro trato. ―Solt贸 una risita cruel―. Yo dir铆a que esto es una victoria. Trata de disfrutarla. Al fin y al cabo, la mansi贸n Markov es tuya. En cuanto a m铆 ―dijo levantando la espada de Sorin para examinar el filo―, creo que "Olivia, Se帽ora de Innistrad" suena estupendamente.
Los 煤ltimos restos de paciencia que le quedaban a Sorin dieron paso a un ataque de desesperaci贸n. Aquel mundo estaba acabado. Olivia era su 煤nica posibilidad de salir―. ¡Mira all铆! ―exclamo luchando contra la inflexible roca. Olivia ech贸 un vistazo por encima del hombro, pero no dijo nada―. ¡Eso nos aguarda! Has visto lo que hace, sabes de qu茅 es capaz. ―Trat贸 de hablar m谩s r谩pido y la voz se le quebr贸―. ¡Necesitar谩s mi ayuda para enfrentarte a eso!
A Sorin no le gust贸 la expresi贸n de Olivia mientras le hablaba. Era una ara帽a, mientras que 茅l era una mosca―. ¡Esc煤chame bien! ―insisti贸―. ¿De qu茅 te servir谩 nada de esto si ma帽ana desaparecer谩?
―Avacyn est谩 muerta. Y t煤... ―Olivia le coloc贸 la punta de su propia espada en la mejilla―. T煤 est谩s donde est谩s. Me parece bastante satisfactorio. ―Y as铆, Sorin no pudo hacer m谩s que observar a Olivia mientras desaparec铆a flotando. Emrakul y el final que ella promet铆a volvieron a dominar el paisaje.