Follow us on:
Kaladesh: Momentos de Calma

Durante la opresión del Consulado, los Guardianes tienen dificultades para descubrir qué está maquinando el peligroso artífice Tezzeret. Con el Consulado bajo el control del Planeswalker, los Guardianes se han visto atrapados en el conflicto local entre los grupos renegados y las fuerzas del gobierno. En un lapso entre escaramuzas, Gideon Jura intenta delimitar la línea que separa la intervención de la imposición.


Gideon estaba pensativo, con la mirada perdida en el contenido de su taza. Las constantes del Multiverso nunca dejaban de sorprenderle. En efecto, el kaapi local se servía muy caliente y espumoso y poseía un sabor y una textura diferentes a las del café ravnicano que Jace se metía entre pecho y espalda con cada comida, pero el regusto amargo del brebaje y el estímulo que daba a las mentes fatigadas eran idénticos.
Desde su posición elevada, Gideon levantó la vista. El pequeño local en el que descansaba ofrecía una buena perspectiva de la espléndida plaza que tenía ante sí. La elegante arquitectura enmarcaba un cielo azul claro, surcado de nubes ondulantes. Una fuente preciosa remataba el diseño florido de la plaza. Gideon la imaginó repleta de gente, como seguro que había estado antes de la opresión. Un duro contraste con los escasos peatones que caminaban por allí en ese momento, apresurados, con la cabeza baja y los ojos fijos en su propio camino.
No obstante, incluso bajo la actual represión política, la ciudad de Ghirapur resplandecía.

Habían pasado semanas desde la llegada de los Guardianes a Kaladesh. Desde su enfrentamiento con Tezzeret, la opresión gubernamental y la incautación de los inventos. Habían pasado mucho tiempo escondiéndose, moviéndose de refugio en refugio, ayudando a Pia y los renegados cuando podían, buscando información sobre los planes de Tezzeret...
Y a pesar de todo, Gideon no tenía claro si los Guardianes deberían estar allí.
La reacción alarmada de Liliana y Jace al haber descubierto la presencia de Tezzeret parecía sincera, pero ninguno de los dos había explicado en detalle por qué suponía una amenaza. Sí, que Tezzeret se hubiera apropiado del poder político y el liderazgo de Kaladesh era un motivo de preocupación para Gideon, y razón suficiente para que los Guardianes investigaran el asunto. Sin embargo, su manipulación de las fuerzas del Consulado, sumada a las tensiones entre este y los renegados, hacía que las cosas fueran... complejas. Combatir a los Eldrazi y la amenaza que representaban en Zendikar e Innistrad apenas había dejado lugar a dudas. Blandir el sural contra los autómatas de Kaladesh y repeler a las tropas del Consulado que solo trataban de defender las leyes del plano...
Eso era mucho más complejo.
Gideon dio un sorbo al café. Un buen comandante necesita mantener la mente despejada incluso en el tumulto de un conflicto. Debe templar las acciones impulsivas evaluando dicho conflicto con ojo crítico. Cuánto apreciaba aquel momento de calma, aquel reposo tras las batallas de los días recientes. Tomó aire lentamente.
Tenía que reducir la situación a lo más fundamental.
"Los Guardianes están en Kaladesh para determinar y neutralizar la amenaza que representa Tezzeret".
Gideon negó con la cabeza, insatisfecho. Ni siquiera aquello era del todo cierto. Se sinceró consigo mismo: estaban allí por Chandra.
Él estaba allí por Chandra. Su amiga.
Tezzeret era un motivo adicional, una amenaza descubierta por casualidad. Sí, él era la razón actual por la que estaban en Kaladesh, pero Chandra había sido el motivo original... y Pia era la causa por la que Chandra estaba decidida a quedarse. Ellas eran la razón por la que los Guardianes estaban en el bando renegado. Los enemigos de mis enemigos son mis aliados... Sin embargo, ¿era correcto que los Guardianes tomaran partido en aquel conflicto local? ¿Debían apoyar a las fuerzas renegadas... o tendrían que haber intentado trabajar con las autoridades, haber colaborado con Baan y el Consulado para arrojar luz sobre la amenaza interna que suponía Tezzeret? Una amenaza para la que Gideon aún no tenía respuestas ni una definición precisa.
Sin embargo, ¿cómo habría podido trabajar junto a Baan, ahora que sabía lo que el Consulado había hecho a los padres de Chandra? ¿Cómo podría abandonar a Pia y traicionar la confianza de Chandra?
Gideon rememoró su juventud, injustamente coartada por quienes afirmaban ejercer la ley. Recordó su etapa en Rávnica, donde había puesto su hieromancia al servicio de los boros y había luchado en el bando de la justicia. Había visto aquel conflicto muchas veces, el de las fuerzas de la ley contra quienes la rechazan. Había tomado partido en ambos bandos de la contienda.
Se sentía como si ahora supiese menos que nunca cómo debía actuar.
Un pequeño tóptero revoloteó hacia su mesa. Gideon frunció el ceño y acercó una mano. El tóptero se depositó en ella y sus bobinas de éter vibraron tres veces, larga, breve y larga, antes de que el constructo se marchara volando. Gideon suspiró: Pia tenía novedades.
Fin de la calma. Apuró el café y se levantó, listo para emprender la enrevesada ruta de regreso al ático de Yahenni.

Horas después
La encontró en la azotea. Al principio, creyó que su pelo seguía en llamas, pero entonces se acercó y se dio cuenta de que solo era la luz del atardecer, reflejada en los cabellos rojos y naranjas. Estaba sentada en la barandilla, de espaldas a él y con los pies colgando por fuera. Se detuvo junto a ella y siguió su mirada, que se perdía en la ciudad. El ático de Yahenni estaba a suficiente altura como para ofrecer unas vistas espectaculares. Gideon se maravilló brevemente al pensar que alguien hubiera podido amasar tanta riqueza en tan poco tiempo de vida, hasta que el paisaje de Ghirapur le arrebató sus pensamientos. Las extensas calles y los imponentes edificios abarcaban el horizonte; los metales y el cromo resplandecían a la luz del sol poniente y los tonos azules del éter se volvían más prominentes a medida que las sombras se extendían.

Inspiring Vantage
–Tu hogar es hermoso –admitió Gideon apoyándose en la barandilla.
–Mi antiguo hogar. Puede que aún lo sea. No estoy segura. –Se mordió el labio sin apartar los ojos del horizonte.
–Con todo el ajetreo que tenemos, esta es la primera vez que realmente me he parado a contemplarlo. –La mirada de Gideon descendió desde las alturas hasta las calles adoquinadas–. Es hermoso, Chandra.
La piromante frunció el ceño.
–Esos condenados estandartes del Consulado lo echan a perder. Los han colgado en todas las ventanas y fachadas que han podido. –Chandra levantó las manos con rabia–. Aparte, ¿cómo han hecho para bordarlos tan rápido? Es imposible.
–Chandra... –suspiró Gideon.
–Y tú, ¿por qué no has dicho ni pío en toda la reunión? Has dejado que mi madre planeara los próximos ataques de los renegados sin ofrecerle nuestra ayuda. –Chandra se volvió hacia Gideon y le lanzó una mirada fulminante–. Tu silencio me ha tocado las narices, Gid. Estamos aquí para acabar con el Consulado y tú...
–No, no estamos aquí por eso. –Gideon dudó por un instante. ¿Endulzar las palabras o decir la verdad?
Miró a Chandra a los ojos. Aquella mirada calcinó sus dudas. Hablar con franqueza. Siempre.
–Hemos venido por ti.
Una llama titiló en el pelo de Chandra y Gideon sintió un golpe de calor.
–Ah, ¿así que solo estáis aquí porque necesito que me rescaten o algo así?
–Estamos aquí porque nos importas, Chandra. –Gideon le mostró una sonrisa tierna y amable–. Juramos mantener la guardia. Eso también significa cuidarnos unos a otros, cubrirnos las espaldas. –Frunció el ceño–. Incluso la de Liliana... creo.
Chandra se rio, aunque su voz tenía una nota de irritación.
–Entonces, ¿por qué no has intervenido mientras mi madre explicaba el plan para derrocar al Consulado? Si me cubres las espaldas, también se las cubres a ella. Quiero ayudarla. Necesito ayudarla. Y necesito tu ayuda para... ayudarla. –Chandra pataleó con frustración–. Tú ya me entiendes, ¿no?
Gideon saltó apoyándose en la barandilla y se sentó al lado de la piromante.
–Sí, claro que sí, Chandra. Queremos ayudarte. Quiero ayudarte. Pero el objetivo de los Guardianes tiene que ser Tezzeret, no el Consulado.
–Pero Tezzeret es el Consulado. Al menos, ahora lo es. –Chandra entornó los ojos–. Y el Consulado merece arder.
Gideon negó con la cabeza.
–No dejes que tu venganza personal nuble nuestro propósito.
Chandra se volvió hacia Gideon con rabia en los ojos.
–Dices que me cubres las espaldas, Gid, pero ¿estás aquí como Gideon, el Guardián, o como mi amigo Gideon?
Gideon suspiró de nuevo.
–No... No lo sé. Esperaba que pudieran significar lo mismo.
Algunos improperios salieron a presión de la boca de Chandra antes de que consiguiera tragárselos con esfuerzo, dejando escapar un gruñido y una llamarada hacia el cielo nocturno. Gideon se abstuvo de sermonearla por haber podido revelar su escondite.
Permanecieron callados durante un rato.
Finalmente, Gideon rompió el silencio.
–Ignoro los detalles de lo que ocurrió entre tus padres y el Consulado. Tampoco conozco la historia de Kaladesh. Lo que sé es que, como amigo tuyo, solo quiero protegerte de ese dolor y ayudarte a que se haga justicia.
Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Chandra. Gideon también sonrió, e inmediatamente después frunció el ceño.
–Pero eso no significa que puedas prender fuego a todo el Consulado.
Chandra bufó, exasperada.
–Cómo te empeñas en prohibirme quemar cosas.
–Mentira: a veces te pido que las quemes.
–Tú y tus dichosas normas... –Chandra dejó escapar una risita.
–Sé que estos detalles pueden parecer triviales, pero son importantes. –Gideon hizo un gesto en dirección a la ciudad–. No podemos viajar de plano en plano y entrometernos en los asuntos de cada mundo, imponiendo nuestro juicio y nuestra voluntad. De lo contrario, la línea que nos separa de los magos tiránicos se volvería peligrosamente delgada.
Chandra le miró con incredulidad.
–¿Acabas de parafrasear mi juramento?
Gideon se encogió de hombros.
–Puede que me estés pegando tu forma de pensar.
Chandra soltó una carcajada rematada en un bufido.
–Para ser un soldado indestructible y maniático de las leyes, mucho te gusta pensar.
–Y para ser una bola de fuego humana, eres realmente compasiva y amable. Somos mucho más que nuestros poderes.
Chandra bajó la vista hacia sus manos, entre las que danzaban pequeñas chispas y ascuas. Gideon levantó las suyas y pasó la izquierda por el sural que llevaba enroscado en la derecha.
–He aprendido que es importante conocer los límites y establecerlos. De lo contrario, tus seres queridos y tú cargaréis con el peso de tu propia arrogancia.
Una serie de interrogantes asomaron en los ojos de Chandra. Gideon tomó aliento y trató de responderlos, de contar la historia que no había compartido con nadie... pero su pasado seguía siendo una carga pesada e inamovible en la boca del estómago. Permanecieron juntos y el silencio se tensó mientras el sol se deslizaba tras el horizonte. Cuando los últimos haces de luz desaparecieron, Gideon sintió una palmada en el hombro. Sonrió al darse cuenta de que Chandra había tomado prestada su propia costumbre.
–Confío en ti, Gideon Jura. –La piromante le dio un apretón reconfortante–. Y por mucho que me reviente, intentaré centrarme en detener a Tezzeret... por ahora. Tal vez. No prometo nada. –Chandra se puso en pie sobre la barandilla y bajó a la azotea de un brinco–. Pero también seguiré ayudando a mi madre y a los renegados. No como miembro de los Guardianes, sino como la hija de Pia Nalaar.
–Como debe ser. –Gideon también bajó de la barandilla–. Acompáñala siempre que puedas. Al margen de todo esto, os merecéis recuperar el tiempo perdido. Además, conocer los planes de los renegados resultará útil cuando vayamos a por Tezzeret. –Gideon se encaminó hacia las escaleras de la azotea–. Deberíamos debatir con los demás Guardianes, y tal vez con Ajani, cómo podemos averiguar qué planea Tezzeret y cómo detenerle.
Chandra le observó mientras se alejaba.
–Oye, Gid. –Gideon se volvió hacia ella–. Tú también eres importante para mí.
Chandra se acercó corriendo, le pegó un puñetazo en el brazo y lo dejó atrás, bajando los escalones de dos en dos. Gideon, por su parte, trató de ignorar la tensión que crecía en su pecho mientras la seguía escaleras abajo.

Días después
–Tenemos que hablar. –Gideon cerró la puerta con fuerza, lleno de ira. Liliana dejó escapar un suspiro de irritación mientras paseaba tranquilamente por el cuarto.
–Adelante, suelta el discursito.
–Nosotros no matamos.
–No, el gato gigante es el que no mata. –Liliana abrió de par en par el guardarropa que Yahenni había dispuesto para los Guardianes y empezó a rebuscar en él–. "Ya no" –dijo haciendo una imitación espeluznantemente acertada de Ajani, seguida de un bufido–. Qué noble y misterioso, sí, sí.
–Nosotros tampoco matamos. –Gideon se acercó y cerró la puerta del armario para obligar a Liliana a prestarle atención. La nigromante se rio de él.
–Perdona, pero discrepo. Si mal no recuerdo, en Thraben te vi segando enemigos como si fueran yerbajos.
–Aquellos eran engendros eldrazi. Estos son personas.
–Entonces, ¿solo matamos bichos feos? Lo digo porque, de los de antes, el más bajito podría contar como tal. –Liliana abrió de nuevo el guardarropa y continuó hurgando en él. Gideon echaba humo y no daba crédito a lo que oía.
–¡No matamos a menos que sea necesario! Lo que acabas de hacer...
–Lo que acabo de hacer era necesario. Las fuerzas del Consulado nos han visto, nos han reconocido y nos han atacado. ¿Qué pensabas? ¿Que dejándolos inconscientes olvidarían por arte de magia que nos han visto salir del edificio?
Liliana sacó una kurta blanca amplia, la valoró de un vistazo y se la echó al hombro.
–Borrar recuerdos no es mi especialidad, y tú has puesto a nuestro mago mental a dar vueltas en esas estúpidas misiones de reconocimiento. Solo he hecho lo que se me da mejor. –Se giró y dedicó a Gideon una sonrisa recatada–. La muerte no es más que otra herramienta a nuestra disposición. Yo solo soy especialmente hábil con esa herramienta.
–No, es una herramienta que debemos evitar a toda costa, pero puede que eso resulte difícil de entender para una maga de la muerte. –Gideon se dio cuenta de que no paraba de apretar y aflojar los puños. Respiró hondo.
–Oh, por favor... ¿Sabes a cuánta gente no he matado desde que llegué aquí? –Liliana le tiró la kurta a Gideon–. Además, si te vistieras como los lugareños y te integrases mejor, quizá no nos hubieran reconocido.
Gideon atrapó la prenda al vuelo y lanzó una mirada feroz a Liliana. "Respira hondo", pensó mientras doblaba la kurta en silencio. "Intenta provocarte". Dejó el atuendo en un diván cercano.
–No intentes culparme de sus muertes. Yo me hago responsable de las vidas a las que pongo fin. –Al oírlo, Liliana resopló por la nariz. Gideon no apartó la mirada–. Quiero confiar en ti, Liliana, pero me resulta difícil hacerlo si traicionas los principios de nuestro propósito.
–Ni siquiera sabemos cuál es nuestro propósito. –En un instante, la sonrisa sarcástica de Liliana se transformó en una expresión de seriedad total–. Estamos perdiendo el tiempo jugando a cónsules y renegados, en vez de centrarnos en eliminar a Tezzeret.
–Opino lo mismo. –Gideon sintió una pequeña satisfacción cuando Liliana retrocedió ligeramente, sin quitarle el ojo de encima–. Por eso he enviado a Jace a seguir a las fuerzas del Consulado e investigar qué planea Tezzeret. Por eso Nissa y Yahenni están rastreando el flujo del éter en la ciudad y buscando en qué zonas podría estar la base de operaciones de Tezzeret. Es difícil detener a alguien si no sabes dónde se esconde.
–¿Y qué hace Chandra acompañando a su madre mientras reúne a los renegados? ¿O el gato escoltando a la "abuela" para que haga lo mismo? ¿Eso también forma parte del propósito de los Guardianes?
–Nos vendrá bien aliarnos con los renegados en caso de que el conflicto empeore. –La voz de Gideon carecía de la convicción de sus palabras.
–Ah, ya entiendo. Así que estamos esperando a tener un ejército a tus órdenes. Peones que lanzar a una batalla no letal, otra vez por arte de magia, contra un oponente que está enviando tropas a capturarnos o asesinarnos.
Liliana se acercó provocativamente a Gideon y le miró a los ojos.
–Te aseguro que Tezzeret no jugará según tus normas, Gideon. Y si no acabamos con él, matará a mucha más gente que yo.
La voz de Liliana apenas era un susurro; sus palabras, un siseo que persistía en el aire.
–Al fin y al cabo, yo solo quiero matar a una persona en este plano. Y se lo merece... Vaya si se lo merece. –Tras afirmarlo, la nigromante dio media vuelta y se dirigió hacia las escaleras.
–¿Qué te hizo?
Las palabras de Gideon la detuvieron y Liliana se volvió hacia él enarcando una ceja, extrañada.
–Por tu comportamiento, debió de hacerte algo –insistió Gideon–. Debió de arrebatarte algo personal –añadió sin apartar la mirada, bajo una máscara de convicción serena.
–Tezzeret era el líder de una organización criminal interplanar que traficaba con mercancía peligrosa entre los mundos. Su crueldad y su locura solo son comparables a su tendencia a manipular y asesinar indiscriminadamente a amigos y enemigos. Incendiaba aldeas enteras solo para hacerse escuchar.
–No, esos son los motivos por los que yo querría detenerlo. ¿Por qué quieres hacerlo ? ¿Por qué quieres matarlo?
Por un momento, Liliana pareció sinceramente estupefacta. Gideon la observó con atención. Vio un destello de algo en sus ojos, una decisión tomada detrás de aquellos estanques violetas.
–Estropeó algo que me importaba. Destruyó algo que me pertenecía. –Las palabras eran llanas, pero debajo de su tono, Gideon percibió el zarpazo de la ira y el odio.

Art by Karl Kopinski
»No te interpongas en mi camino y yo misma acabaré con él y con toda esta farsa.
Liliana le dio la espalda y desapareció escaleras arriba. Sus tacones sonaron con un intenso ritmo staccato mientras subía.
Gideon suspiró y se pasó una mano por la cara. Sabía que esa no era toda la verdad. Pero también sabía que era la mayor verdad que había obtenido de Liliana hasta la fecha.

Días después, en el distrito de Bomat

Ballista Charger
La balista del Consulado se lanzó a por él. El ruido de las ruedas metálicas contra el suelo empedrado le taladró los tímpanos.
"Inspira".
Gideon orientó el hombro izquierdo hacia el vehículo que se le venía encima y levantó los brazos para asumir una postura defensiva, con los pies afirmados y listos para amortiguar el impacto.
"Ojos fijos en el enemigo".
Su piel resplandeció y unas ondas de luz dorada cayeron en cascada por su cuerpo. La balista no era tan diferente de una hidra enfurecida arrasando una aldea en Theros; en vez de unos ojos bestiales y salvajes, lo que vio en el momento previo a la colisión fueron los ojos aterrados del piloto.
"Espira".
La balista se estrelló contra Gideon. Sus pies se desplazaron hacia atrás con el impacto, clavándose en la tierra y levantando una lluvia de adoquines rotos. El vehículo saltó en pedazos y las piezas volaron por todas partes; los engranajes y las placas de metal arañaron su cuerpo mágicamente inmune, arrancando chispas doradas. Incluso en medio del caos del choque, los ojos de Gideon siguieron fijos en los del piloto. Cuando el desafortunado agente salió despedido de la cabina, Gideon lo atrapó al vuelo y lo rodeó entre los brazos, girando sobre sí para absorber la energía cinética del piloto y protegerlo de la metralla.
Ocurrió en un suspiro. Un momento antes, una formidable balista recorría la calle a toda velocidad. Al momento siguiente, una montaña de chatarra se desmoronó ante Gideon y el estupefacto piloto que tenía en brazos.
–Creo que ya has hecho suficiente por hoy. –Gideon puso al agente de pie en el suelo y le dio una palmadita en el hombro.
Si el piloto pretendía responder, sus palabras se esfumaron cuando un descomunal puño metálico se estampó contra Gideon e hizo que saliera volando y atravesase la pared de un edificio cercano. El agente levantó la cabeza y se topó con la mirada vacía de un autómata gris acerado de casi cuatro metros de altura, decorado con los tonos rojos y dorados del Consulado.

Built to Last
El piloto se quedó paralizado por un instante y enseguida puso pies en polvorosa mientras el autómata avanzaba pesadamente hacia el boquete con forma de Gideon en la pared. Su marcha se detuvo de pronto cuando otro autómata de diseño increíblemente similar, aunque hecho de metales dorados, corrió hacia él y le embistió. El constructo del Consulado conservó el equilibrio y ambos se enzarzaron en una lucha mientras una humana vestida de azul y bermellón corría hacia el boquete.
–¡Gideon, ¿estás bien?! Lo siento, no había visto al segundo constructo.
Gideon surgió entre los escombros sacudiendo la cabeza y quitándose el polvo de los hombros.
–Sigo de una pieza, Saheeli, aunque me preocupa que hayas pasado por alto esa cosa –dijo señalando al gigante del Consulado justo cuando este le asestaba un golpe directo a su homólogo dorado, derribándolo sobre otra fachada.
–Son sorprendentemente sigilosos para su tamaño –replicó Saheeli encogiéndose de hombros. Entonces levantó las manos y Gideon sintió un flujo de maná que la joven dirigió hacia el montón de chatarra de la balista. Observó con asombro cómo los engranajes y las piezas se reensamblaban para formar dos réplicas perfectas y más pequeñas de los autómatas en contienda. Con otro gesto de Saheeli, los constructos se lanzaron a la batalla y treparon por el autómata del Consulado, cortando cables de suministro de éter y trozos de su armadura mientras el autómata dorado continuaba su asalto. Saheeli lanzó un puñetazo y su constructo lo emuló, golpeando a la máquina del Consulado en el torso y arrancando una maraña de tubos y vidrio. El éter líquido salió a presión del autómata gris, que cayó de rodillas y luego se desmoronó con un estruendo ensordecedor. Saheeli apretó los puños en señal de triunfo.
»Así son los diseños del Consulado: robustos, pero idénticos. Todas las unidades de cada modelo tienen el alimentador en el mismo sitio.
Gideon quiso responder, pero el sonido de unas pisadas hizo que ambos se prepararan para enfrentarse a una nueva amenaza. El sural se desenroscó y el metal de filigrana giró dispuesto a cobrar forma.
Una imponente figura encapuchada saltó desde un tejado cercano y aterrizó junto a ellos casi en silencio. Retrocedieron en un acto reflejo, pero entonces Gideon suspiró con alivio al reconocer el ojo azul que los miraba desde debajo de la capucha.
–Ajani, ¿qué haces aquí?
–He oído el alboroto –respondió el leonino irguiéndose en toda su estatura.
Todos lo hemos oído. –Gideon se giró y vio a Liliana aparecer por detrás de un edificio, seguida de Jace. Desde otro callejón, Nissa y Yahenni también acudieron para ver qué había ocurrido, e incluso Chandra y Pia aparecieron corriendo por otra calle.
–Menuda habéis liado, Gid. Ni que yo hubiera pasado por aquí. –Chandra se fijó en los montones de metal desperdigados por las calles y en la multitud de boquetes abiertos en los muros de los edificios–. La calle está hecha un desastre. –Saludó a alguien al otro lado de la pared que había atravesado Gideon y le respondieron con un tímido "hola".
Gideon carraspeó para intentar recuperar la atención del grupo.
–Gracias a todos por preocuparos, pero si habéis oído el estruendo, seguro que el Consulado también está en camino. Deberíamos reagruparnos con Saheeli en otro refugio y...
–No tenemos tiempo –interrumpió la artífice, que se situó en el centro del grupo–. Como le decía a Gideon, o como intentaba decirle antes de todo esto, he descubierto el paradero de Tezzeret. –La noticia provocó un pequeño revuelo entre los presentes. Gideon levantó las manos para calmarlos y se volvió hacia Saheeli, que entonces pudo continuar.
»Se ha encerrado en un taller privado, oculto en el Chapitel de Éter. Ahí es donde retiene a la inventora que ganó la Feria y donde está trabajando en algo relacionado con su descubrimiento.

Aetherflux Reservoir
–Eso encaja con lo que hemos averiguado –confirmó Nissa, que cedió la palabra a Yahenni.
–Nissa y yo hemos hallado un flujo inusual de éter desviado desde la planta central hacia un depósito en concreto.
–Entonces, ¡solo tenemos que asaltar el Chapitel y darle una paliza a Tezzeret! –Chandra parecía dispuesta a salir disparada hacia allí, pero Saheeli intervino.
–El laboratorio debe de estar muy bien protegido –objetó Saheeli–. Además, Tezzeret tiene como rehén a la ganadora de la Feria. Es... Rashmi es mi amiga –explicó con voz un poco entrecortada–. Tenemos que entrar, rescatarla y salir. No puedo hacerlo sola, pero si uno o dos de vosotros me ayudáis...
–Si se trata de una infiltración, debería ir Jace –opinó Gideon mirando a su amigo–. Además, él es el más capacitado para averiguar qué trama Te...
–Iré yo. –Liliana avanzó un paso, apartando a Jace e interponiéndose entre él y Gideon–. Si Tezzeret está allí, yo me encargaré de él.
La mirada de Saheeli pasó de Jace a Liliana y a Gideon. Jace parecía sorprendido, pero Gideon se fijó en que había bajado los hombros ligeramente, como liberado de la tensión y los nervios. Gideon miró fijamente a Liliana, cuyo semblante inexpresivo no revelaba nada. Los segundos transcurrían y cada momento de indecisión era una carga mayor sobre los hombros de Gideon.
"Quiero confiar en ti. ¿Puedo hacerlo?".
La voz de Saheeli interrumpió sus pensamientos.
–Tenemos que actuar, y pronto.
–De acuerdo. Liliana te acompañará.
Saheeli asintió, satisfecha, y emprendió el camino hacia el distrito de Sueldafirme, seguida de Liliana.
–Liliana –la detuvo Gideon–. Haz lo correcto.
Gideon apreció un millón de respuestas tácitas bajo la apariencia tranquila de Liliana. Una de ellas surgió de sus labios y viajó a través de la plaza.
–Haré lo que sea necesario.
Gideon las observó mientras desaparecían por un callejón. Un gruñido grave de Ajani recuperó su atención.
–Deberíamos ayudarlas como podamos.
–Buena idea –secundó al leonino–. Si creamos una distracción, tal vez podamos atraer a parte de las fuerzas de Tezzeret.
–Creo que podríamos hacer algo mejor –terció Pia con una sonrisa maliciosa que se acentuó a medida que explicaba sus intenciones–. Si ese laboratorio es tan importante como dice Saheeli, otros objetivos tal vez sean más vulnerables ahora mismo. En vez de atacar para crear una distracción, podemos atacar para apoderarnos de algo que necesitamos.
–Entiendo que ya tienes un objetivo en mente.
–La planta de éter central –respondió Pia con un brillo en los ojos–. Si nos hacemos con ella, podremos cortar el suministro de energía del Chapitel y paralizar el plan de Tezzeret. Eso también devolvería el éter a los inventores renegados, al pueblo. Sería una victoria simbólica y material.
–Parece un buen plan, pero si lo conseguimos, Tezzeret y Baan responderán con todo su arsenal. He librado batallas donde agotamos recursos para conquistar algo que luego no pudimos defender. No quiero que eso ocurra.
–Tranquilo, el Consulado no es el único que cuenta con inventos poderosos. –La sonrisa de Pia era más osada que nunca, con una buena dosis de intriga–. Hemos estado trabajando en un gran proyecto. Lo único que falta es el éter para alimentarlo y concluirlo.
–Disculpad. –La voz retumbante de Ajani interrumpió la conversación–. Oigo ruido a pocas calles de aquí. Probablemente sean soldados del Consulado, un gran número de ellos.
–Muy bien, pongámonos en marcha –dijo Gideon–. Señora Nalaar, Chandra, movilizad a los renegados. Nissa, Jace y Ajani, conmigo. Haremos de señuelo hasta que los renegados estén listos para el asalto. Atacamos, nos escabullimos y desaparecemos. Cuando los renegados terminen los preparativos, usaremos la telepatía de Jace y los tópteros de Pia para coordinar el ataque a la planta de éter. –Pia se giró para marcharse y los demás se quedaron con Gideon... incluida Chandra, que se cruzó de brazos.
–¿En serio, Gid? ¿Vais a plantar cara al Consulado y me dejas de lado?
–No, vamos a crear una distracción para que Liliana y Saheeli puedan desbaratar los planes de Tezzeret.
Chandra resopló de una forma muy parecida a la de Liliana.
–Llámalo como quieras, pero yo lo veo como dar su merecido a una panda de capullos.
A lo lejos, el ruido de los engranajes metálicos y las pisadas de las botas se hacía cada vez más fuerte. Gideon lo ignoró y no apartó los ojos de Chandra.
–Necesitaremos tu potencia de fuego cuando ataquemos la planta de éter. Hasta entonces, estoy seguro de que los renegados y tu madre necesitarán que les inspires.
Chandra lanzó un breve vistazo a Pia, que asintió sonriendo. Entonces volvió a mirar a Gideon con un atisbo de pánico en los ojos.
–Gid, no. No, no, no. Sabes que eso de inspirar a la gente se me da fatal. Nada de discursos ni arengas.
–Lo harás de maravilla. Solo tienes que hablar desde el fondo del corazón. O no digas nada –añadió Gideon con una sonrisa amplia, abierta y sincera–. Predica con el ejemplo. Dirige con tu fuerza.
Las cejas de la piromante se apretujaron en medio de una tormenta de dudas, pero Chandra se encogió de hombros, asintió secamente y se marchó junto con Pia. El estruendo de las fuerzas del Consulado estaba muy cerca y Gideon desenroscó el sural. Ajani trepó a un tejado cercano, listo para entrar en acción. Nissa alzó su bastón y varias enredaderas crecieron y asomaron por las grietas entre los adoquines. Y Jace... Bueno, Jace ni se inmutó, hasta que emitió un destello tan efímero que Gideon ni siquiera supo si realmente lo había visto. Claro, magia mental; Gideon nunca se acostumbraría a ella.
–¡Ahí están! ¡Capturadlos! –gritó un ejecutor del Consulado desde el otro extremo de la plaza. Gideon preparó su arma y las ondas de luz dorada comenzaron a fluir por su cuerpo.
Fin de la calma.

Kaladesh: En Plena Noche

En un esfuerzo por sofocar un alzamiento renegado, el Consulado de Ghirapur confiscó por la fuerza todos los dispositivos no autorizados de los inventores de la ciudad. Acto seguido, el gobierno redujo drásticamente el suministro de recursos energéticos e impuso un toque de queda.
Yahenni, etergénito entusiasta de la filantropía y la socialización, apenas dispone de minutos de vida. En un intento desesperado por encontrar a alguien que sea testigo de su defunción, Yahenni se arrastra por las calles desiertas durante el toque de queda, en busca de la única cosa que todos los etergénitos deberían tener: una fiesta antes de morir.


I


Necesito a alguien que me acompañe cuando muera. Una mano que aferre lo que queda de mi hombro. Alguien que sea testigo del fenómeno de que he existido, pero pronto dejaré de hacerlo. Una voz afectuosa que me susurre "no pasa nada; adelante, Yahenni, déjate llevar cuando te hayas preparado". Necesito a cualquiera. A quien sea.
Encontraré a alguien, aunque eso acabe conmigo.
Las calles están oscuras y soy la única persona que se mueve bajo los soportales de Sueldafirme. La vía pública está vacía; las casetas, cerradas y abandonadas. La única luz que me hace compañía es la que desprende mi propio cuerpo. Nada de inventores (Decreto de emergencia 89-A) ni de éter en las calles (Decreto de emergencia 89-B), pero aquí estoy yo, como un bandar borracho que busca en vano a alguien con quien festejar mientras muero. Llevaba demasiado tiempo sin salir de mi ático y, por culpa del Decreto de emergencia 89-C, seguro que nadie querría acompañarme.
Solo percibo a otro ser en esta calle: un gremlin famélico está tendido bajo un automotor aparcado a mi izquierda. Tiene las pupilas dilatadas por la oscuridad de la noche y el vientre hundido por el hambre. Lleva veinte minutos siguiéndome. Aparto la vista. Tanto él como yo olemos a muerte.
Todos los etergénitos merecen una penúltima fiesta, pero nadie celebra nada hoy en día.
El dorso de mi mano izquierda estalla en una nube de éter que se disipa de inmediato. Es una descarga tranquilizadora que alivia la tensión. El resto de mi cuerpo también anhela liberarse. Sería muy fácil.
Tropiezo con los restos de un servo mensajero, aplastado en el suelo. Parte de mi pie se desprende. Oigo al gremlin acercarse a toda prisa y alimentarse con los trozos de mí que se han enganchado en el chasis del servo. Hay un dicho común entre los etergénitos: los gremlins no cazan, pero aguardan con gusto.
Sigo adelante, cojeando. Me quedan quince minutos.
Me pregunto qué era yo antes de vivir. ¿Pasaba mi eternidad flotando en la Panconexión? ¿Proporcionaba energía a la ciudad? ¿Alimentaba a los gremlins? ¿Qué eternidad mundana me esperará cuando muera?
Una idea me sobrecoge, como un tren que me arrolla en silencio.
Moriré completamente a solas.
El pánico hace que cojee más rápido. Adónde, no tengo ni idea. Si abro mis sentidos (que nunca habían sido tan agudos, curiosamente; ¡ventajas de la necrosis!), puedo percibir a la gente que se esconde en sus viviendas. Todos ellos transmiten un desasosiego agrio. Están separados y recluidos. Lo que antes era el mejor distrito nocturno de la ciudad está ahora repleto de locales entablados, clausurados y cerrados con reja, consecuencia del toque de queda impuesto en toda Ghirapur. Lo único que se oye en las calles es el sonido de mis pisadas al trastabillar en busca de cualquier indicio de una reunión social. El toque de queda no me arrebatará mi derecho de nacimiento. Me he ganado una celebración final y la encontraré aunque muera en el intento.
Vuelvo la vista atrás y observo al gremlin. Me mira con hambre. El pánico empieza a apoderarse de mí.
Va a ocurrir: moriré completamente a solas.
Moriré completamente a solas.
Moriré completamente a solas.
Apoyo mi mano más íntegra en una pared para equilibrarme y echo a cojear más rápido. Mi dermis apenas puede contenerme... Mi integridad pende de volutas de humo y cenizas que se desmoronan. Me detengo y aguzo los sentidos. En la lejanía, puedo oler una lana húmeda con desesperación, una autodeterminación con un regusto mineral, un fuerte olor a tamarindo...
¡Un momento! ¡Conozco ese tamarindo!
Trastabillo en dirección al aroma empático. Está a pocas calles de distancia.

II
Conforme envejecía, poco a poco me volvía más consciente del tiempo exacto que me quedaba de vida. Imagino que es la misma sensación que dice a los seres con órganos y demás partes cuándo necesitan comer, cuándo tienen fiebre o cuándo deben orinar. Cuando tenía cuatro semanas de vida, sabía que me quedaban aproximadamente cuatro años. Cuando cumplí un año, sabía que me quedaban tres años y alrededor de un mes. Hace no mucho, sabía que me quedaban exactamente veintidós días. Ahora sé que me quedan doce minutos. Soy consciente de ello y es aterrador.
El olor a tamarindo es cada vez más intenso. Levanto la cabeza y veo los muros del Museo de la Invención. Desde hace pocas semanas, ha estado cubierto con decenas de pancartas del Consulado, pero ahora veo que una parte considerable de la fachada está expuesta. Han arrancado las pancartas y en su lugar hay... algo. Me acerco más y, bajo la luz de las estrellas, consigo distinguir el brillo tenue de la pintura fresca.


Spontaneous Artist
Entonces identifico el símbolo de los renegados: una versión inversa del símbolo del Consulado, con florituras exquisitas que se dispersan por la parte inferior. Lo llaman el "chapitel desbordante", un símbolo de esperanza que representa el regreso del éter a las manos del pueblo.
Desde el otro lado de la calle, distingo una silueta humana que está dando los retoques finales al grafiti.
Mi corazón da un vuelco. Conozco a esa persona: ¡es Nived, mi asesor de hostelería favorito!
El bueno de Nived. ¡Una auténtica joya! No le veía desde mi última fiesta, justo antes de la Feria de Inventores. Bufés por todo lo alto, pequeños saraos, comidas privadas... No hay evento que Nived no sepa gestionar. De hecho, le había contratado para mi penúlt...
Un torrente de tristeza recorre mi interior. Por culpa de la situación actual, he tenido que cancelar mi penúltima fiesta. He tenido que cancelar mi penúltima fiesta.
—¡Nived! —grito en un susurro mientras me acerco. Nived se sobresalta y se vuelve hacia mí con los ojos como platos. Tiene la cara pintada y en la muñeca lleva atado un dispositivo chapucero con un cuchillo de cocina. Qué imagen tan encantadora; ¡mi amigo está hecho todo un agitador!
Nived se lleva un índice a los labios. "Shh. Mal momento para gritar", quiere decirme. Resuello y me acerco trastabillando. Siete minutos. Mis piernas ceden mientras me aproximo a Nived y me vengo abajo. Mi voz tiembla. Me cuesta hablar, pero este momento es de suma importancia. Probablemente sea mi último encuentro con alguien y debo reparar mis ofensas mientras pueda.
—¿Yahenni? ¿Eres tú? —pregunta él mientras guarda rápidamente su bote de pintura. Se arrodilla junto a mí en el suelo.
—Lo que queda de mí —bromeo lastimeramente—. Me alegra verte cumpliendo tu deber como ciudadano.
—Tu cuerpo está...
—No me queda mucho tiempo. Nived... Tengo que disculparme contigo, cariño.
—¿Disculparte? ¡¿Disculparte por qué?!
La sensación de angustia se apodera de mí. Me queda muy poco tiempo. Debo elegir las palabras correctas. Apoyo una mano en el hombro de Nived.
—Perdón... por haber... cancelado la fiesta con menos de un día de antelación...
—¿Por eso? ¿En serio?
Mi cuerpo tiembla por la debilidad y la frustración.
—¡Me estoy muriendo! ¡Claro que hablo en serio!
—Esto es ridículo...
—Al contrario: mis políticas de cancelación son sagradas.
De pronto, el espacio que nos separa se llena de un aroma a empatía.
—¡ALTO AHÍ, MALHECHOR! —grita una voz autoritaria desde un extremo de la calle.
¡¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta?! Un corpulento ejecutor del Bastión ("los Honorables", ¡y un cuerno!) se aproxima hacia el Museo junto a un autómata armado. Sus ojos están clavados en Nived.
—¡Quedas arrestado por menoscabo del patrimonio público y vandalismo!


Art by Joseph Meehan
Nived trata de salir corriendo, pero el agente arroja contra él un dispositivo que le alcanza en un hombro. Desde las alturas, cuatro esferas descienden a toda velocidad por unos raíles cercanos y desprenden rayos de energía azulada contra mi amigo. Nived grita y sufre espasmos hasta desplomarse en el suelo.
—¡NIVED!
Dejo escapar un gemido inesperado. Mi cuerpo (¿el cuerpo de Nived? ¿El mío?) siente un dolor agudo y mi corazón se llena de un terror acre. La ropa chamuscada de Nived echa humo. Mi empatía puede matarme, pienso vagamente en medio del embotamiento producido por el terror de mi amigo (¿el mío?).
Ignorando mis sollozos, el ejecutor del Consulado se acerca al cuerpo de Nived. Percibo al agente y su olor psíquico. Su presencia es como una grieta profunda. Una inesperada conciencia ausente. Esta persona que está junto al cuerpo de mi amigo (el mejor asesor de hostelería de Ghirapur, cabrón) es un pozo vacío que apenas contiene un olor a crueldad y latón. Estoy demasiado débil como para huir y el miedo de Nived nubla mis sentidos.
La peste a latón alimenta mi curiosidad más siniestra. Ojalá pudiera vomitar. Ojalá pudiera expulsar de mí el hedor del corazón de esta persona y escupirlo en el suelo.
Nived hace un ligero movimiento y el ejecutor vuelve a activar el dispositivo.
Una mezcla de terror y placer macabro lo impregna todo y no puedo hacer nada.
Nived intenta moverse.
No hay nadie que pueda ayudarnos. Estamos solos.
El agente usa el dispositivo otra vez. Los intensos rayos de éter alcanzan el cuerpo de mi amigo. Nived se queda completamente inmóvil.
—Déjalo en paz... —protesto con un hilo de voz.
El ejecutor no se inmuta. Está demasiado oscuro como para verle la cara, pero percibo una sonrisa apática. Entonces castiga el cuerpo inconsciente una vez más.
—¡Para! ¡Lo vas a matar!
Me levanto usando todas mis fuerzas e intento embestir al agente, pero tropiezo y caigo al suelo. Mi propia muerte está demasiado cerca (tres minutos). El ejecutor se gira y me mira desde lo alto. Estoy a un palmo de distancia, humeando, desmoronándome, descomponiéndome.
El agente se agacha a mi lado. El éter que me abandona ilumina sus facciones crueles desde abajo, distorsionando el contorno de su sonrisa vacua.
—Tú eres... Yahenni, ¿verdad? He visto un retrato tuyo en la prensa. —Me estremezco—. Estoy buscando a seis simpatizantes de los renegados. Una es la hija de Pia Nalaar.
Mi cabeza da vueltas. He conocido a esa joven... Chandra, creo recordar. Me la presentaron hace pocas semanas. ¿Qué habrán hecho Nissa y ella en tan poco tiempo para que el Consulado las persiga?
El ejecutor se levanta y me mira con desdén.
—Acabaré con esta escoria si no me cuentas lo que sepas. —Y entonces asesta un puntapié al cuerpo inmóvil de Nived.
La rabia brota en mí. El ejecutor descarga otro puntapié.
—¿Por qué te importa este renegado, piltrafilla?
Recurriendo a las últimas fuerzas que conservo, me levanto. Mi pierna tiembla al sostenerse sobre el pie que me queda y mi mano derecha arde con furia. Miro al agente del Consulado a los ojos y susurro con mi último aliento.
—Es mi asesor.


Art by Jason A. Engle
Sin planearlo, sin pensarlo dos veces, sin prestar atención a la conciencia en el fondo de mi mente, aferro con la mano el cuello del ejecutor y tiro. La luz brillante de su esencia se filtra a través de la piel y penetra en mí.
El ejecutor grita y la euforia que siento se mezcla con una sacudida de dolor sin límites.
No consigo reprimir el grito que surge de mí, acompañando al aullido del ejecutor. Siento lo mismo que él. Está muriendo y noto que yo también muero. Duele. Soy miserable. Soy homicida y víctima.
A través de los gritos del ejecutor, revivo la crueldad con la que él disfrutaba hace apenas unos instantes.
Tengo que poner fin a esto si quiero sobrevivir.
Después de siete segundos eternos, abro la mano y el agente del Consulado se desploma. Su cuerpo sin vida yace junto al de Nived, este inconsciente.
Todo mi ser hormiguea. Un nudo de ansiedad postraumática crece en mí. ¡¿Por qué me ha dolido así?! ¡¿Por qué he sentido todo lo que esta horrible persona sentía al morir?! Cuando drené esencia por primera vez, solo sentí el placer de la vida. ¿Por qué ha sido distinto esta vez?
La respuesta cae como un plomo en mi mente: la primera vez que drené esencia, no era la de una persona. Hoy he matado a una persona.
He... cometido un asesinato.
El pensamiento parece distante, eclipsado por mi sensación física. Mi cuerpo está extrañamente... saciado. Agradablemente pleno. Tengo dos manos. Dos pies. Vuelvo a erguirme completamente. Las fisuras han desaparecido y mi dermis parece un poco más compacta. La sensación de urgencia se ha aliviado. Me he... atiborrado, creo. Compruebo cuánto tiempo me queda.
Doce días enteros.
Vaya.
He convertido un par de minutos en doce días a costa de una vida. He hecho lo necesario para sobrevivir. He matado para salvarme. ¿Verdad?
Un ruido me devuelve al presente. Al aguzar los sentidos, percibo un grupo de gente que se dirige deprisa hacia nosotros: los compañeros del ejecutor deben de habernos oído. Recojo a Nived y lo escondo bien, detrás de una caseta vacía. Ocultándome tras el mostrador, mi mente da tumbos de un pensamiento a otro.
¿Y si no tengo por qué morir? ¿Y si esta fuera la solución que necesitaba desesperadamente? Tengo que asimilarlo. Tengo que tranquilizarme, no angustiarme y aceptar que, si voy a matar para sobrevivir, debería matar a gente mala.
Pero... si esa es la norma por la que elijo guiarme, entonces yo también merezco morir.
Dejo escapar un gimoteo que solo yo puedo oír.
No puedo permitirme ser débil. No ahora, cuando he encontrado una forma de librarme de la inevitabilidad de la muerte. Me he hartado de esperar a que ese espantoso tren me lleve consigo.
¡Tengo doce días! ¡Puedo lograr muchas cosas en doce días!
Pero si quiero hacer algo con ellos, necesito encontrar compañeros junto a los que luchar con orgullo. Si les ayudo y mato a los malos, eso enmendará mis crímenes a los ojos de mis semejantes, ¿verdad?
La mentira me reconforta. Lo he decidido. Encontraré a los renegados. Encontraré a la hija de una criminal. Encontraré a la elfa de los ojos interminables.
Solo hay una persona que conozca mejor que yo los escondites de esta ciudad.
Gonti.



Gonti, Lord of Luxury
III
Después de arrastrar al todavía inconsciente Nived hasta mi ático, necesito una hora entera de evitar patrullas, escabullirme por callejones y descender por escaleras para llegar a la residencia privada de Gonti, infame líder criminal de Ghirapur. Los etergénitos somos petulantes por necesidad, pero la vanidad de Gonti no entiende de precios.
Gracias a mi modesta fama (si alguna vez quieres ser popular, enriquécete, dona la mayoría de tu dinero a gente con historias tristes y luego haz correr la voz), consigo que me permitan entrar en el escondrijo sin causar mucho revuelo. La residencia es básicamente un palacio disimulado por fuera como un almacén. Los guardias de la puerta asienten cuando solicito hablar con Gonti y me muestran el camino.
Mientras caminamos, no puedo evitar admirar la opulencia de este sitio. Normalmente la tacharía de chabacana, pero, la verdad, este nivel de ostentación y derroche es digno de respeto. La residencia de Gonti es una maravilla de riqueza robada, filigrana deslumbrante y decoración desfalcada. Recorro un amplio recibidor, al final del cual hay una mesa de juntas, y entre ella y yo se extiende una inmensa habitación con alfombras afelpadas y sofás de lujo. Acostados en los sofás, veo una mezcolanza de renegados en ciernes y veteranos del sindicato criminal, quienes sorben de sus copas e intercambian secretos mientras me siguen con la vista. Un autómata ofrece alimentos y atiende a los invitados continuamente. Si alguna vez tuviera que refugiarme en algún sitio durante un toque de queda, sería aquí.
Los guardias me guían por el vestíbulo y dejamos atrás a los grupos de bribones y maleantes, hasta que cruzamos unas puertas relucientes. La habitación que encuentro al otro lado está pintada como un paraíso pastoril repleto de árboles frondosos y riachuelos serpenteantes, mientras que un mural de la Panconexión desciende desde el techo. Las paredes cuentan con rediles que albergan un pequeño zoo de constructos animales. Un zorro mecánico y un ciervo de filigrana brincan jovialmente sobre las alfombras. Puaj... Detesto el diseño de interiores extravagante. Por mucho que algunos se empeñen, es totalmente imposible enmascarar el mal gusto. Cuando atravesamos las siguientes puertas, me fijo en un acróbata deslumbrante que ensaya figuras mientras cuelga del techo; al cruzar las próximas, accedemos a una botica interminable con muestras de attar etéreo de primerísima calidad. Los siguientes pasillos están llenos de vitrinas y vitrinas con dispositivos resplandecientes, que no presentan la menor señal de haberse fabricado en serie. Todos ocultos, todos robados, todos a salvo de las manos codiciosas del Consulado.
Al final de este suntuoso laberinto hay una puerta de cristal empañado. Los guardas se hacen a un lado y me indican que entre. Cuando lo hago, una nube de vapor me envuelve y me doy cuenta de que estoy ante un gran estanque de agua caliente; un baño que huele a attar etéreo de jazmín. Las paredes son de cobre batido y mi reflejo se proyecta infinita y vagamente en el brillo que desprendemos tanto yo como el etergénito que se baña en el agua, ante mí.
Gonti tiene medio cuerpo sumergido y una máscara dorada cubre su rostro. En el centro de su pecho veo un curioso bulto metálico.


Art by Vincent Proce
Qué extraño. Sospecho que no debería haberlo visto.
Mi mente cavila mientras Gonti desprende una ráfaga de sorpresa y se levanta de golpe. Bañarse no es inaudito entre etergénitos... pero un baño de vapor con éter robado sí que lo es. Me pregunto qué se siente después de un largo día de trabajo al relajarse en una bañera llena de la misma sustancia que te compone. Debe de ser como el maravilloso, aunque temporal estímulo que da una dosis de attar etéreo... pero en todo el cuerpo. No me extraña que Gonti luche por conservar su riqueza. Deben de hacer falta muchos fondos del sindicato para pagar este hábito.
Durante mi reflexión interna, Gonti se tapa con una bata negra de aspecto exquisitamente suave.
Imagino que las conversaciones entre etergénitos en plenas facultades deben de parecer rápidas para los estándares orgánicos. Nuestro entendimiento empático propicia que los debates se centren en por qué siente algo la otra persona, más que en cómo se siente. Tampoco perdemos el tiempo y nuestro lenguaje no es terriblemente poético. La poesía es para quienes necesitan explicar lo que no pueden transmitir.
Gonti se ajusta la bata y ladea la cabeza.
—Hueles a remordimientos. Qué pestazo.
Maldita sea. Creía haberlo disimulado bien. Pondré las cartas sobre la mesa, supongo.
—El Consulado me ha llevado al límite, cariño, y este es el resultado.
Gonti me conduce hacia una versión más privada de la estancia con alfombras y sofás que he visto al entrar. Leo el aura de Gonti mientras estudia mi propio estado emocional. Está valorando mi aire de curiosidad y sopesando si merece la pena indagar en él. En un instante, percibo que Gonti se inclina a favor de la indiferencia.
—Si buscas protección, no puedo ofrecerla —dice—. Ya tengo suficientes trivialidades y nimiedades que carcomen mi tiempo.
—Lo que busco es algo que también te ayudaría a ti —respondo proyectando sinceridad.
Gonti siente intriga por mi reacción. Cruza la estancia en dirección a un gran sofá, situado frente a una hermosa estatua. La obra de arte, colocada en un soporte, parece hecha con el mismísimo cielo. No quiero ni imaginarme lo valiosa que puede ser. Gonti se sienta con elegancia, delante de la admirable estatua.
El aroma superficial de Gonti es de impaciencia y una leve irritación, pero debajo de él yace un olor fundamental a desesperación. Ansiedad agria, rematada con un deje de temor.
Su tren también debe de estar en camino. Me pregunto cómo funciona ese corazón brillante y nuevo.
Decido proyectar una cortesía tentativa. Un olor fuerte a cilantro travieso.
—¿Quieres rebelarte? —se interesa Gonti.
—Quiero encontrar a las humanas Chandra y Pia Nalaar.
Algunos etergénitos tienen un don para el engaño. Percibo que Gonti llena su aura con una neblina de ambigüedad yerbosa para impedir que lea sus emociones superficiales. No confía en mí. Respondo con una brisa de camaradería y violetas.
—Nos ayudaremos mutuamente si colaboramos con ellas. Además...
Me inclino hacia Gonti y bajo la voz lo justo como para que los guardias del exterior no me oigan.
—Si me dices dónde se esconden, guardaré el secreto de tu corazón artificial. No querrás que el Consulado lo confisque, ¿verdad?
La ambigüedad yerbosa se evapora, reemplazada por un olor alarmado a pimienta ácida y una nota de enfado con los ineptos de sus guardias.
Proyecto una confianza abrumadora con un trasfondo de envidia. Gonti responde con un asentimiento y un orgullo con olor a dhal.
La envidia que demuestro puede delatar mi secreto. Percibo que Gonti está valorando cuánta dermis tengo ahora mismo, en comparación con la última vez que me vio en la prensa. Entonces deja escapar un estallido de sorpresa: se ha dado cuenta de lo que puedo hacer.
—Drenar esencia es muy inusual —me dice sin rodeos—. Solo he tenido a mi servicio a dos etergénitos capaces de hacerlo. ¿Cómo has descubierto esa habilidad?
—Por mi cuenta. No todos tenemos tanta suerte como para encargar que nos construyan un corazón.
Me da igual si descubre que miento. Tenía cuatro semanas. Una amiga había traído a su hiena a mi fiesta. Acaricié al animal y... ocurrió sin más. Fue un accidente. De verdad. Depala lo entendió y me perdonó.
—Deja de mortificarte, Yahenni. ¿Qué se siente al hacerlo?
La pregunta me paraliza. Después del incidente con el ejecutor, ahora sé que el caso de la mascota de Depala fue una excepción. Matar a una persona es muy distinto. Por un lado, experimento su muerte. Pero por otro, es como presentar a alguien prometedor a la persona que cambiará su vida. Como ver a mis amigos bailando durante horas a la luz de las estrellas. Como cerrar un trato justo con mis socios comerciales. Como el júbilo con aroma a rosas y el resplandor agradecido de un joven investigador que recibe de mí la subvención que necesitaba. Como el relámpago que alcanza a dos futuros amantes cuando sus miradas se cruzan a través de una fiesta concurrida.
Siento todo eso... y también un sufrimiento inigualable. La conmoción de mi propio nacimiento. El grito de Depala cuando maté accidentalmente a su querida mascota. La zozobra de mi empresa cuando pierde en una noche más dinero del que muchas otras gestionarán en toda su trayectoria. La depresión de mi vecino cuando percibía su ánimo empáticamente a través de la pared que compartían nuestros hogares. El dolor de ser joven y no comprender por qué Farhal, Vedi, Dhriti, Najm y toda mi familia etergénita moría miembro a miembro...
Mis dos segundos de introspección se ven interrumpidos por unas palabras de burla.
—No me extraña que apestes a culpabilidad —critica Gonti.
—Mi vida privada no es asunto tuyo.
Recibo una bofetada de divertimento. Miel y anacardos; qué peculiar cree que soy.
—Si te apetece volver a matar, podrías ser útil para la ciudad. Con las restricciones horarias y la reducción del suministro de éter, mis empleados tienen graves dificultades para hacer su trabajo. Buscamos alternativas, por supuesto, pero es innegable que el toque de queda y la incautación de bienes han sido una maldición para nuestra ciudad. Ghirapur necesita que los renegados muevan ficha colectivamente. Te diré el paradero de Nalaar y tú le advertirás que voy a enviar al Consulado hacia su escondrijo.
—¡¿Cómo?! —me sobresalto con incredulidad.
Obtengo por respuesta un olor dominante y ofendido, a madera de agar.
—Hay que espolear a los renegados para que se pongan en acción. Darles una advertencia para obligarlos a actuar contra el Consulado. Si ellos atacan primero, menos de los míos tendrán que morir.
Retrocedo con conformidad silenciosa. No puedes convertirte en señor del crimen si no sabes aprovecharte de los demás.
—Encontrarás a la joven Nalaar y sus socios en un refugio oculto en el Jardín Estatuario. Diles que no están a salvo. Asústalos para que se pongan en marcha. Ahora eres un monstruo, así que asustar a la gente debería ser instintivo para ti. Intenta no drenarlos, Yahenni.
Nuestra conversación ha durado un total de dos minutos.



Art by Kirsten Zirngibl
IV
Al día siguiente, me encamino con decisión al Jardín Estatuario para encontrar el escondrijo de las Nalaar. Moverse de día es más fácil que escabullirse de noche, pero la presencia del Consulado sigue siendo opresiva. Nadie se entretiene en las calles y el ritmo de vida es aún más acelerado que antes. El trayecto desde mi ático hasta el Estatuario es raudo y silencioso. Si Chandra y Nissa (y compañía) han hecho lo suficiente como para enojar así al Consulado, tiene que merecer la pena ayudarlas. Pasaré el resto de mis días siendo de utilidad.
El Jardín Estatuario es un extenso arboreto cercano a la estación de Aradara. Dos docenas de enormes y elegantes estatuas de metal curvado surcan los bordes del camino. Todas ellas representan a los inventores más célebres de Ghirapur. La tradición de inmortalizar a los inventores comenzó con los propios Aradara, el dúo formado por madre e hijo que perfeccionó la locomotora de éter. Contar con una estatua en este lugar es el máximo honor al que puede aspirar un inventor. Los Aradara crearon el tren poco después del Gran Auge del Éter y junto a ellos se encuentran las estatuas de quienes descubrieron el proceso de refinado del éter. Una curiosa emoción me embarga al observar el sol filtrándose entre las nubes e iluminando los rostros de la gente que, sin darse cuenta, propició el nacimiento de mi especie.
Qué extraño; con la proximidad de mi fecha de expiración, mis sentidos se han vuelto diez veces más agudos. Sentir el flujo y reflujo de emociones me resulta como caminar por un museo. Las obras de arte están expuestas y son fácilmente visibles desde lejos. Utilizo mis sentidos para tratar de localizar el refugio de mis amigas. En lo alto de la colosal estatua de una inventora vedalken, percibo un centelleo de ansiedad e incertidumbre. Deben de ser ellas.
Me acerco despreocupadamente al pie de la estatua y empiezo a subir por una escalera en la parte de atrás. La estructura es descomunal. Me pregunto por qué nunca construí algo así de alto mientras me utilizaban.
Oigo un ruido metálico. Me detengo en seco. Un autómata de seguridad modificado patrulla el jardín, rumbo a la estación. Ese montón de chatarra sin emociones ha hecho que se me ponga el éter de punta. Confío en que la máquina no me haya visto y continúo subiendo.
Durante el ascenso, hago una comprobación interna. Me quedan once días. ¿Cuánto tiempo consigo con cada vida que arrebato? ¿Es seguro si solo lo hago con el Consulado? ¿Tendré tiempo para hacer el bien suficiente una vez que todo esto termine?
Un dolor atroz me golpea de súbito. El impacto está a punto de hacer que mis manos suelten la escalera, pero estoy muy cerca de la trampilla superior. Oigo una voz justo encima de mí:
—Algo está subiendo, algo que no tiene cerebro.
Vaya grosería. La voz procede de alguien que huele a lluvia repiqueteando sobre la piedra y a incontables preguntas sin respuesta.
—Nunca había leído nada como este ser... Creo que vosotras dos le conocéis. —La voz es masculina y está en el compartimento justo encima de mí, hablando con alguien que tampoco puedo ver. El dolor de origen desconocido impide que siga escalando.
—¡Abre la trampilla, pedazo de miedica! —urge una voz femenina. Huele a... ¿caléndulas?
—Sea quien sea, le envía un señor del crimen —desconfía la persona que huele a petricor.
—Deberíamos dejarle pasar y escuchar lo que venga a decirnos. —Reconozco ese olor. ¡Flor de naranjo! ¡Es ella!
—¡Nissa, soy Yahenni! —grito en medio de la angustia que me provoca la persona de petricor.
Oigo una breve discusión. El dolor de mi cuerpo cesa y el hombre con olor a lluvia refunfuña.
—Ábrele tú.
—¡Yahenni! —saluda Chandra al levantar la trampilla y ayudarme a subir. El espacio en la cima de la estatua es inesperadamente grande. Veo cinco catres juntos en un rincón, más una montaña de cojines que forman una especie de cama nido improvisada. Al lado hay una caja con equipo diverso, entre el que sobresale un bastón de madera.
Un desconocido con una capa de estilo aún menos reconocible me vigila mientras subo; su mente zumba con curiosidad. Concluyo que tiene buen gusto para el vestir, pero es un entrometido.
—Hola, Chandra; hola, Nissa —saludo.
La elfa sonríe. Es tan inquietantemente hermosa como recuerdo. Chandra me ayuda a ponerme en pie y me da un abrazo.
—Hola, Yahenni. Gracias por habernos recibido en tu fiesta.
—El placer fue mío. Me han dicho que has encontrado a tu madre.
—Sí, conseguimos liberarla. Justo ahora está reunida con otros renegados.
—Es horrible que se enfrentara a ese tal Tezzeret —comento—. Qué tipejo tan espantoso.
—Es un gilipuertas —escupe Chandra.
—Por mí no te cortes con los insultos, cariño; no me chivaré a tu madre. —El comentario le hace gracia y me dedica una sonrisa.
Detrás de ella veo a otros dos humanos: una mujer vestida de violeta oscuro (¿eso del cuello es piel de animal? Qué salvajada. ¿Quién haría algo así?) que descansa en una silla con actitud tranquila, pero molesta, y un hombre fornido y con unas patillas desmesuradas que vigila el exterior a través de una abertura en la pared.
—Os presento a Yahenni. Es de fiar —dice Chandra al grupo. Saludo bajando ligeramente la cabeza, con orgullo—. Yahenni, este es Jace, la otra dama es Liliana y el grandullón de ahí detrás es Gideon.
—Curiosos amigos tenéis —bromeo.
—Pues si nosotros te parecemos curiosos, ya verás cuando conozcas al gatito.
—¿Al... gatito?
—Ha ido con la señora Pashiri en busca de comida —dice Nissa sin más explicaciones.
—Entiendo.
No lo entiendo.
—Pero vamos al grano —continúo—. Tenéis que iros de aquí. El Consulado está en camino y os capturará si no os marcháis.
La energía de la estancia se llena de una sensación de alerta. Los cuatro humanos y la elfa intercambian miradas rápidamente. Están alerta, sí, pero no huelen a miedo, solo a preparación.
—Si van a venir, debemos prepararnos para luchar —afirma Nissa.
—Primero hay que decidir si nos interesa luchar —objeta el hombre llamado Jace.
—Tezzeret podría venir en persona —añade con seriedad la mujer del vestido oscuro, Liliana.
—No será una batalla que podáis ganar —intervengo.
El olor del grupo se divide al instante: un comino decidido, un gruñido interno de irritación, un cadáver tenso aunque confiado (¿pero qué...?).
—¿Por qué te ha enviado un señor del crimen? —pregunta Jace. ¿Cómo lo sabe?
—Gonti es la única persona que conoce mejor que yo los escondrijos de la ciudad, así que le pedí ayuda para encontraros. Quiero unirme a la causa renegada y sabía que podría hacerlo si daba con vosotros.
La tensión del grupo no desaparece. Habrá que convencerlos de otra forma.
—Mi ático es seguro. Tengo medidas de seguridad suficientes para que paséis inadvertidos. Os llevaré allí y entonces podréis discutir si luchar o no. Ni Gonti ni el Consulado sabrán que vendréis conmigo.
—Podemos confiar en Yahenni —asegura Nissa.
El grupo intercambia unas breves miradas. Gideon asiente y el resto empieza a recoger sus cosas. La mujer del vestido oscuro se levanta y me mira de arriba abajo.
—¿Tu ático tiene más de cinco dormitorios? —Huele a tierra húmeda y a un ego digno de admiración.
—Cariño, me negaría a dormir en una casa con menos de siete —respondo. Liliana asiente con agradecimiento y tiende una mano.
—Encantada de conocerte, Yahenni.
—Y yo de ayudar, cariño —digo al darle la mano.
Proyecto mi percepción hacia los alrededores de la estatua.
—Iré primero —propongo a los demás—. Seguidme.
Abro la trampilla y comienzo a bajar por la escalera. Los demás continúan preparándose para partir.
El viento agita mi capa. Durante el malestar de ayer (previo al drenaje), la elegí como parte de mi atuendo fúnebre. Percibo la vida recién robada recorriendo mi ser, y mi humor capta mi sentimiento. Me reconforto con un placer agridulce; a pesar de todo, puedo seguir poniéndome esta capa.
El descenso es largo. El Jardín Estatuario está en silencio. Los pájaros que normalmente anidan aquí se han marchado y las multitudes han desaparecido.
Es escalofriante estar a la sombra de estos inventores. Mientras bajo por la escalera, veo a lo lejos el contorno de la estatua de mi congénere Rajul, quien estuvo a la vanguardia de la tecnología médica para seres inorgánicos. Rajul sigue siendo mi inspiración. Siempre me ha reconfortado ver su estatua junto a las figuras más prominentes de la época. Agradezco que nuestra especie no haya sido apartada del resto de la ciudad que nos ha alumbrado. La imponente estatua de Rajul es una aserción rotunda de nuestra pertenencia aquí. Rajul estuvo a la altura de todos los demás inventores aquí presentes... y lo hizo cuando solo tenía dos años.
Estoy a pocos metros del suelo y percibo que los otros debaten y empiezan a descender, pero mis otros sentidos se centran en un rumor repentino y distante. Aferro la escalera con fuerza y giro la cabeza en dirección al ruido.
Mi nostalgia se transforma en miedo.
El rugido de un motor se aproxima rápidamente. Un aplastador del Consulado dobla la esquina de los jardines y vira hacia nuestra estatua. Me pongo en tensión. El vehículo se sale del camino principal y acelera atravesando la hierba. ¡No puede ser! ¡El toque de queda es más tarde! ¡Tendríamos que estar a salvo!
A menos que Gonti haya dado ya el soplo a los agentes. Si lo ha hecho, estamos en un grave aprieto. La velocidad y el rumbo del aplastador me dejan bien claro que Gonti no ha esperado ni un momento. El vehículo viene directo hacia la escalera.
No podré darle esquinazo si salto a tierra.
Si volvemos arriba, nos arrinconarán en la estatua.
No tengo tiempo para sopesar alternativas morales.
El aplastador está cada vez más cerca y no frena ni un ápice. ¡¿Pretende embestirnos?!
Me giro hacia fuera y me sujeto a un escalón con la mano izquierda (¿se puede saber qué hago?).
Esto es una mala idea (la peor que nunca he tenido; en mi vida he hecho nada remotamente atlético).
Formo una garra con mi mano derecha y noto una sensación ya familiar en la palma (voy a sentir cómo muere, voy a sentir cómo muere, ¡pero no me queda otro remedio!).
Y entonces salto.
Y aterrizo en el capó del vehículo.


Art by Lius Lasahido
Muchos segundos de angustia.
Muchos segundos se éxtasis.
Su dolor es mío, mi júbilo es mío y me siento como si me ahogara.
Tengo que hacer un gran esfuerzo, pero esta vez no irrumpo en un grito.
El vehículo se desvía cuando el piloto del Consulado cae muerto sobre el volante.
Salto por el lateral del aplastador y ruedo por el suelo.
Finalmente, oigo un sonoro estruendo cuando el vehículo se estrella contra otra estatua.
Me tomo un momento. ¿Sigo con vida? Sigo con vida. Sigo con vida y he matado a dos personas en menos de un día. ¿Qué va a pensar la gente de...?
Vaya.
Ahora me quedan veintidós días de vida.
Asombroso. Abominable. Ya no tengo claro quién soy.
—¡Yahenni! ¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Estás bien?! —grita una voz de caléndulas. Los otros deben de estar llegando abajo. Me doy la vuelta y veo a tres humanos y una elfa que corren hacia mí, atónitos y preocupados, mientras que la mujer del vestido violeta, asombrosamente, está bajando por la escalera en tacones y sin perder ni una pizca de elegancia.
El vehículo ha volcado al chocar contra la base de una estatua cercana. El agente que he matado está colgando por un lateral, inerte. Mis manos empiezan a temblar y, en un rincón de mi mente, me doy cuenta de que los demás no se horrorizan lo más mínimo por lo que ha ocurrido. Esto no es nada para ellos. Han visto cosas peores.
Quiero gritar.
Quiero llorar.
Quiero irme a casa.
—Tranquila, estoy bien. —Mi voz tiembla al responder.
Los demás se calman y vuelven a centrarse enseguida.
Chandra asiente, da media vuelta y empieza a alejarse con decisión.
Nissa la observa, se gira hacia mí y se acerca para ayudarme a levantar.
—Creo que Chandra no sabe el camino —dice volviéndose hacia ella—. Se ha puesto a andar sin más.
Me incorporo y me enderezo. Sacudo mi capa.
—Gideon, ¿puedes llamarla, por favor? —pide Nissa con su dulzura habitual.
—¡CHANDRA, NO ES POR AHÍ! —grita Gideon haciendo bocina con las manos.
A lo lejos, la pelirroja se detiene y vuelve hacia nosotros. Nissa cierra los ojos por un segundo y luego señala en sentido contrario al que había elegido Chandra.
—La casa de Yahenni está por ahí. Dile a Jace que informe a Ajani, Pia y la señora Pashiri de nuestro nuevo paradero —pide la elfa despreocupadamente. Gideon asiente y se marcha a hablar con los demás.
Me quedo a solas con Nissa, que me observa con gran preocupación.
—¿Te has hecho daño?
—Físicamente, no.
Pero ¿y emocionalmente? Siento que el daño es irreparable. Nissa me mira con ternura y empatía... pero bajo su inquietud hay un pequeño rescoldo de sorpresa. Siento que lo apaga de un pisotón, subconscientemente. Desde su propia perspectiva, ¿no esperaba que yo sintiera remordimientos por matar a alguien?
Su frente se arruga con una preocupación cobriza y sincera.
—Dime qué puedo hacer para ayudarte.
Quiero encogerme de hombros, pero, en vez de eso, guardo un silencio de angustia. Ese rescoldo que he sentido se ha apagado, extinguido por la empatía de Nissa. La elfa se acerca a mí y baja los hombros, en un gesto de compasión.
—Yahenni, has sufrido suficiente.
Entonces cierra los ojos.
Oigo una melodía distante, desentonada. Una corriente de energía surge delicadamente desde algún lugar por debajo de mí (¿es obra de Nissa?) y fluye hacia un punto cercano a mi hombro. Siento un flujo reconfortante de la energía de mi propia ciudad, que me tranquiliza y me calma. No sana mi herida, pero ayuda. Me recuerda que formo parte de un todo muy superior.
—He matado a dos personas, Nissa. No he tenido elección; iban a matarme si yo no actuaba primero. No... —Mi voz se quiebra—. No quiero volver a drenar la esencia de nadie. Cuando lo hago, percibo... todo.
La energía cálida que fluye desde la elfa hacia mi hombro es conmovedora. Reprimo un sollozo.
—Debes de pensar que soy horrible —digo más para mí que para ella—. ¿Cómo puedes aceptar refugiarte en casa de alguien que ha asesinado?
—Porque aprecio tu amistad —responde con delicadeza. Es sutil, pero su ánimo picotea las palabras cual ave con una semilla. Examina. Toca, valora, llega a una decisión.
Un misericordioso aroma a flor de naranjo llena el espacio que nos separa. Me detengo a interpretar el significado, a sentir lo que Nissa trata de expresar.
Ella... también ha cometido errores.
Observo a los cuatro humanos que se acercan. Son buena gente. Puede que ellos también tengan remordimientos.
La energía cálida continúa acariciando mi hombro. Su bondad hace que un pensamiento florezca en mi mente, y lo comprendo con claridad. Estas personas son como yo.
Sin duda, volveré a verme en la obligación de matar, al igual que ellos se verán obligados a hacer daño debido a sus responsabilidades. Pero esta gente, estos renegados... en el fondo, ayudan más de lo que perjudican. Nuestro sufrimiento es inevitable, pero, al igual que estos desconocidos, poseo un poder tremendo para hacer más bien que mal en el mundo. Y si actúo según ese principio, ¿no me sentiré increíble a cambio?
Pienso en mi futura muerte.
Me quedan veintidós días de vida.
Puedo lograr muchas cosas en veintidós días. Qué vida tan maravillosamente larga tengo por delante.
La presencia de Nissa es una enramada de flores de naranjo.
—Gracias, Nissa.
—De nada, Yahenni.
Me vuelvo hacia los otros y hago un gesto para que se acerquen, mientras el dulce arroyo de energía regresa a la tierra sobre la que camino.
—Seguidme, os llevaré a mi hogar.

Kaladesh: Guia del Mundo

El brillante mundo de Kaladesh

El plano de Kaladesh es una obra de arte viviente. Desde los cielos de tonos intensos hasta la vegetación serpenteante y los seres vivos que vibran con energía, Kaladesh debe su vigorosa existencia a una sustancia mística y azulada conocida como el éter. El éter está presente en numerosos planos del Multiverso, pero en Kaladesh tiene una naturaleza más patente: se puede ver, tocar e incluso devorar.


El éter en Kaladesh
La mayoría del éter de Kaladesh se halla en su forma pura en las capas superiores de la eteresfera. Cuando se dan las condiciones adecuadas, esta sustancia brillante desciende hacia el mundo y, al sentir la caricia del éter, la naturaleza reacciona. Los troncos de los árboles forman espirales horizontales para extraer toda la energía posible de las rachas de viento. La vegetación florece y adopta formas de recipientes para recolectar la lluvia de éter. Las montañas quedan sembradas con resplandecientes gemas de éter luminiscente, incrustadas en sus laderas durante los vendavales. Los cauces de los ríos esculpen surcos en la tierra, reflejando la fluctuación estacional de las corrientes de éter en los cielos.
La fauna de Kaladesh también percibe la influencia del éter y su atracción casi magnética. Las bandadas de pájaros migran con el éter, los bancos de peces se arremolinan en torno a él, las bestias salvajes se disputan los sedimentos más ricos y los gremlins consumen las geodas de éter condensado y no reactivo. Otras criaturas como las ballenas celestes, los dracos y las aves de gran altitud han evolucionado para vivir en la mismísima eteresfera, volátil y rica en energía, donde pasan la vida disfrutando de su resplandor y acumulando su poder mágico.


Long-Finned Skywhale
El éter como fuente de energía
Los habitantes de Kaladesh siempre han sabido que el éter es una fuerza poderosa, pero no conocían métodos fiables para recolectarlo y emplearlo hasta hace menos de un siglo. Eso cambió seis décadas atrás, cuando la eteróloga de renombre mundial Avaati Vya descifró el código del éter. El proceso de refinado que desarrolló a partir de su hallazgo permitió separar el componente cargado del éter, rico en energía, de su componente reactivo y volátil. Gracias a ese sistema, la gente pudo comenzar a aprovechar el poder del éter sin poner en peligro su integridad física.
Apenas meses después de que Avaati Vya realizara el primer refinado fructífero, la mayor institución de gobierno de Kaladesh, conocida como el Consulado, reconoció la oportunidad de garantizar que toda la población tuviera acceso al poder del éter. El Consulado desarrolló métodos para producir y distribuir éter refinado a gran escala: se establecieron técnicas de recolección segura, se fletaron aeronaves para facilitar el transporte y se construyeron tuberías de suministro con el propósito de llevar la energía refinada a los hogares de la gente.


Aether Hub
Para gran regocijo de los cónsules, la disponibilidad de éter en todo el plano propició lo que ahora se conoce como el Gran Auge del Éter. Los habitantes de Kaladesh, en gran parte inventores y artesanos, empezaron a utilizar una herramienta con la que jamás habían soñado. Esto marcó el inicio de una época de invención constante, esperanza sin límites y exaltación del ingenio. Hoy en día, el Consulado sigue impulsando el entorno optimista y creativo que se fomentó durante el Gran Auge del Éter. Kaladesh es un mundo donde todo es posible, donde se puede construir cualquier cosa y donde cualquier problema se puede solucionar gracias a las propiedades místicas del éter.
La actividad renegada
No obstante, incluso en el mundo aparentemente perfecto de Kaladesh hay quienes se sienten insatisfechos con el statu quo. Una facción conocida como "los renegados" cree que el Consulado oculta información y avances tecnológicos a los ojos del pueblo. Según ellos, la normativa de seguridad y las cuotas de distribución decretadas por los cónsules vulneran sus libertades, mientras que la autoridad centralizada del Consulado es una herramienta de opresión. Estos renegados desafían a las autoridades a la par que intentan recuperar la independencia que consideran merecer.


Harnessed Lightning

El Ciclo del Éter

Desde que comenzó el Gran Auge del Éter, los artesanos, ingenieros y arquitectos de Kaladesh viven en un incesante festival de invención. Esto ha dado lugar a un mundo en el que la gente está acostumbrada a ver autómatas de metal en las calles, tópteros ornamentados que revolotean sobre los mercados, constructos animales que se comportan como mascotas y enormes aeronaves que vuelan por las capas superiores de la eteresfera. Todos esos inventos son el producto de un proceso de cinco etapas conocido como el Ciclo del Éter.


Aetherflux Reservoir
  1. Inspiración: los artesanos observan los patrones que el éter moldea en la naturaleza y encuentran la inspiración para crear nuevos dispositivos.
  2. Innovación: los inventores pulen y refinan el diseño de esos dispositivos y lo llevan a nuevos e ingeniosos niveles.
  3. Construcción: una vez terminado el diseño, los fabricantes construyen los dispositivos, les insuflan éter y los reparan y cuidan a lo largo de su vida útil.
  4. Liberación: cuando los dispositivos llegan al final de su etapa de uso, se desmantelan y el éter condensado en su interior se libera del invento.
  5. Recuperación: por último, el éter se recombina con el producto secundario del refinado y regresa a la eteresfera.
Elfos, quienes inspiran
Los elfos de Kaladesh viven en armonía tanto con la naturaleza como con la tecnología, pues consideran que la primera es la inspiración de la segunda. A sus ojos, todo artefacto es una expresión de las leyes y principios naturales. Los elfos ayudan a que los demás también puedan percibirlo y, por ello, se les asocia con la etapa de la inspiración en el Ciclo del Éter. Muy a menudo, los elfos proporcionan la chispa esencial de las ideas tecnológicas.


Highspire Artisan
Vedalken, quienes innovan
Los vedalken consideran que nada es perfecto ni podrá serlo jamás, cosa que interpretan como un motivo de alegría. Para ellos, todas las imperfecciones suponen una oportunidad de mejorar. Los vedalken pasan incontables horas pensando en el progreso, de modo que se les asocia con la etapa de la innovación en el Ciclo del Éter. Ellos representan la capacidad de aportar ideas que van un paso más allá de las posibilidades actuales, además de la inventiva para resolver acertijos de ingeniería.


Nimble Innovator
Enanos, quienes construyen
Para los enanos no hay nada más digno de admiración que una máquina que resista el paso del tiempo. Esta especie se enorgullece de sus constructos de calidad y a menudo habla de ellos como si fueran sus propios hijos. Los enanos son los trabajadores incansables de Kaladesh y encarnan el ideal de la construcción en el Ciclo del Éter. Estos artesanos son meticulosos en su oficio y dan más importancia a la durabilidad de las máquinas que a su innovación.


Aviary Mechanic
Gremlins, quienes liberan
Los gremlins son carroñeros tenaces que sienten un apetito insaciable por el éter. Su naturaleza hace que se congreguen allá donde abunde el éter y que no se detengan ante nada con tal de encontrar depósitos de dicha sustancia y alimentarse. Como consecuencia de los estropicios que montan al comer, gran parte del éter se desprende y regresa al entorno, de modo que los gremlins representan la etapa de la liberación en el Ciclo del Éter. Aunque desempeñen un papel crucial en el mismo, los antiguos dueños de sus tentempiés no suelen apreciarlo.


Territorial Gorger
Etergénitos, quienes recuperan
Los etergénitos tienen un vínculo más íntimo con el éter que cualquier otra especie de Kaladesh: han nacido de él como una consecuencia imprevista del proceso de refinado. Los etergénitos viven en un estado de cambio constante y siempre avanzan hacia una forma que pueda regresar a la eteresfera. La etapa de recuperación del Ciclo del Éter ocurre dentro de los cuerpos de los etergénitos... y no es un proceso largo. Su existencia puede durar desde escasos meses hasta unos pocos años. Esa naturaleza efímera es la característica que les define: cada momento que no pasan dejándose llevar por la diversión y el placer es un desperdicio. Por ese motivo, los etergénitos disfrutan de la vida con una euforia contagiosa.


Live Fast
Humanos, quienes sintetizan
A diferencia de las otras especies de Kaladesh, los humanos carecen de un vínculo innato con el éter, pero se les reconoce el mérito de haber sido una de las primeras en valorar las propiedades del éter como ciclo. Los humanos pueden apreciarlo en su conjunto, mientras que otras especies se obcecan en los detalles. En el mejor de los casos, los humanos emprenden grandes proyectos y se motivan al enfrentarse a objetivos aparentemente imposibles.


Pia Nalaar

La Feria de Inventores

A lo largo de las últimas cinco décadas, en Kaladesh se han inventado cientos de miles de nuevos artilugios. Ahora, el Consulado ha considerado que es el momento de que los inventos más destacados sean el foco de atención. Es el momento de que inventores tanto famosos como infames compitan, luchen y alardeen hasta llegar a lo más alto. ¡Es el momento de celebrar la Feria de Inventores!
Durante un mes entero, el recinto ferial abarcará todo el centro de Ghirapur, la mayor urbe de Kaladesh. Los puestos de los inventores llenarán las calles, las arenas albergarán todo tipo de competiciones y carreras y las mentes más brillantes de la época subirán al escenario. La Feria tendrá de todo: carreras de aeronaves, brillantes accesorios para constructos, lo último en transportes e incluso competiciones de inventos, bajo el nombre de "demostraciones". ¡Y todos los habitantes de Kaladesh están invitados a participar!
Habrá más de cien categorías en las que competir, pero cinco de ellas ofrecerán la posibilidad de optar a los mayores premios de la Feria.


Art by Jonas De Ro
Vehículos
Aeronaves, aerodeslizadores, autos trucados, barcazas, automotores, caravanas... Todos ellos participarán en la categoría de Vehículos. Estos inventos se evaluarán según la innovación de sus diseños y su rendimiento en los circuitos. Las carreras serán los eventos principales en las mayores arenas y las entradas están agotadas desde hace meses.


Ballista Charger
Arquitectura
Gran parte de los inventos de la categoría de Arquitectura serán los propios edificios, arenas y escenarios que formarán la Feria de Inventores. Los arquitectos serán honrados cuando sus arenas resulten elegidas para las finales de las carreras, cuando sus escenarios alberguen las demostraciones más populares y cuando sus hoteles acojan a los jueces y dignatarios más famosos.


Inspiring Vantage
Ciencia Etérea
Puede que el certamen de Ciencia Etérea sea el que acapare la atención del Consulado. El mismísimo juez principal Tezzeret ha convocado este concurso para todo tipo de avances teóricos en los ámbitos de Nuevos Métodos de Refinado, Técnicas Avanzadas de Extracción de Energía y Métodos Alternativos de Transporte de Materia (Teletransportación). Las demostraciones de estos inventos y teorías prometen ser interesantes... y no puramente hipotéticas.


Glimmer of Genius
Armamento
Estas demostraciones cuidadosamente supervisadas estarán abiertas al público. En ellas, los profesionales del Consulado evaluarán el rendimiento de los dispositivos. Habrá numerosas subcategorías, entre las que se incluyen Larga Distancia, Defensa Personal, Disparo de Éter, Dispositivos para Vehículos y Dispositivos para Constructos.


Weaponcraft Enthusiast
Constructos animales
Aunque no se trate de la categoría con más aplicaciones prácticas, Constructos Animales será una de las más populares. Los visitantes de todas las edades tendrán acceso a un inmenso hábitat interactivo en el que podrán contemplar a los constructos mientras realizan pruebas de agilidad, velocidad y potencia para conseguir los mayores galardones.


Eager Construct

Las sociedades de inventores

Las sociedades de inventores son uno de los pilares de la vida en Kaladesh. Desde pequeños clubs secretos hasta organizaciones con numerosas sucursales y decenas de miembros, estas sociedades están formadas por inventores afines que colaboran en su propósito de crear. Todas ellas contarán con representación en la Feria.
La Liga de Aeronautas
La Liga de Aeronautas es la sociedad de aeronautas más antigua y prestigiosa de Ghirapur. Aunque existe cierta simpatía entre los aeronautas en general, los rituales y las tradiciones de la Liga distinguen a sus miembros, que solo pueden afiliarse a esta sociedad mediante invitación. Todos los integrantes de la Liga visten capas verdes bordadas en naranja y lucen la insignia de la hélice de diez palas.


Skysovereign, Consul Flagship
Los Cuervos de Carreras
"Los Cuervos aparecerán" es el lema no oficial de esta pequeña pero tristemente famosa sociedad, que nunca deja escapar la oportunidad de participar en una carrera aérea. Los Cuervos de Carreras solo cuentan con un puñado de miembros y un total de tres aeronaves. A pesar de ello, se considera que están entre los pilotos con más talento de Ghirapur.


Depala, Pilot Exemplar
Los Mangadestello
Los Mangadestello, una de las numerosas sociedades dedicadas a crear artilugios de uso personal, se han labrado su reputación especializándose en dispositivos para los brazos y las manos. La mayoría de los Mangadestello son creadores de artefactos y operarios de fundiciones que comparten su pasión por construir piezas personalizadas y diseñadas para resolver problemas específicos.


Glint-Sleeve Artisan
Los Batalladores
Los Batalladores se reúnen con único propósito: organizar peleas entre sus autómatas de combate. Aunque tengan un carácter un poco tosco, los Batalladores son sorprendentemente meticulosos en sus diseños y siempre tratan de mejorar y modificar sus autómatas para aprovechar al máximo cualquier ventaja. Sus constructos reciben un trato más parecido al de un púgil que al de una máquina y algunos incluso gozan de cierta fama en la ciudad.


Built to Smash
Los Mil Artilugios
Si una máquina ha de construirse con lupa y pinzas de precisión, los inventores de los Mil Artilugios estarán interesados en ella. Los miembros de esta sociedad vivaz y entusiasta comparten una gran fascinación por los inventos a microescala. Para ellos, la compacidad es sinónimo de maestría. Los Mil Artilugios son los creadores de los autómatas y tópteros más diminutos de Kaladesh, junto con esculturas en miniatura que solo se pueden admirar con lupa.


Failed Inspection
Los Derrapadores
Los Derrapadores son una de las muchas sociedades originadas en torno al deporte de las carreras y sus miembros son capaces de trucar y pilotar cualquier vehículo que ruede, repte o camine. Esta sociedad cuenta con un puñado de talleres en el perímetro del circuito ovalado de Ghirapur y es la más condecorada del sector.


Ovalchase Daredevil
Los fraguavidas de Discoverde
Mientras que la mayoría de los artífices se inspiran en las criaturas de la naturaleza, algunos tratan de recrearlas con exactitud. Los fraguavidas de Discoverde construyen réplicas perfectas de los animales de Kaladesh, aunque normalmente a mayor escala. Estos constructos se mueven como sus equivalentes salvajes: los andares lentos y pesados de los rinocerontes, las cabriolas de los camellos y el trote de los caballos son estampas habituales en las calles de Ghirapur.


Bastion Mastodon
Los Giroscultores
Los Giroscultores son un grupo de artistas temperamentales procedentes del distrito de Sueldafirme y especializados en esculturas cinéticas y obras picarescas, que exhiben en las calles. Sus creaciones se muestran en público en señal de protesta contra el conformismo y utilizan el éter para convertir metales en enormes esculturas tan funcionales como hermosas. Los Giroscultores se deleitan con la belleza y el peligro de sus obras y lucen con orgullo las cicatrices de sus quemaduras producidas por fuego y éter.


Metalspinner's Puzzleknot

Saheeli Rai



Saheeli Rai
Saheeli Rai es famosa entre la gente de Kaladesh como la mejor herrera de su época. Aunque todos aplauden su innovación y sus propios diseños de filigrana, es más conocida por su habilidad sin igual para crear réplicas de cualquier criatura que vea. Su fama se extiende más allá de su ciudad natal de Ghirapur y mucha gente del campo realizará largos viajes hasta la Feria de Inventores solo por tener la oportunidad de ver en persona las nuevas creaciones de Saheeli y, quizá, de conseguir un autógrafo de la famosa luminaria.
Sin embargo, los poderes de Saheeli van mucho más allá de lo que se conoce públicamente. Esta artífice es una Planeswalker que ejerce un poderoso dominio mágico sobre sus artefactos y es capaz de obligarlos a cumplir sus órdenes. Saheeli también puede tejer hilos de metal aparentemente infinitos y convertirlos a voluntad en creaciones hermosas y formidables; muchos de sus diseños se inspiran en las criaturas que ha visto en otros planos del Multiverso. Esta joven es inteligente y posee un ingenio agudo, además de una personalidad brillante y optimista. Aunque sea una persona despreocupada, Saheeli no oculta su espíritu competitivo y se vuelve absolutamente despiadada si alguien la hace enojar en Kaladesh... o en cualquier lugar del Multiverso.

Dovin Baan



Dovin Baan
El inspector jefe del Consulado, Dovin Baan, posee la capacidad de identificar con total claridad los fallos de cualquier sistema o máquina, prediciendo con sorprendente exactitud cómo y cuándo fallará. Sin embargo, su auténtico poder radica en su habilidad para revisar los diseños y enmendar sus defectos... e incluso de corregirlos hasta el punto de acercarse a la perfección. Dovin se adhiere por completo a la filosofía de que nada es perfecto ni lo será jamás, pero el Consulado se contenta con unos resultados muy próximos. Bajo la atenta supervisión de Dovin, las lesiones provocadas por los productos del Consulado se han vuelto extremadamente inusuales y ningún dispositivo inspeccionado por él ha tenido que ser retirado del mercado. Su habilidad innata para mantener a salvo a los demás es el motivo por el que el Consulado le ha puesto a cargo de la seguridad en la Feria de Inventores.
Dovin se toma su trabajo muy en serio y ha identificado y mitigado cientos de peligros potenciales en la integridad estructural de las instalaciones, en los diseños de los escenarios para demostraciones, en las curvas de las pistas de carreras y en los bordes afilados de las bandas decorativas. Incluso ha creado un plan casi infalible para reducir el riesgo de que se produzca una plaga de gremlins. Sin embargo, ahora se ha topado con el peligro inesperado de una renegada confesa. Tras haber agotado casi todos sus recursos en Kaladesh para neutralizar la amenaza renegada, Dovin no ha encontrado otra solución que buscar ayuda fuera de su mundo y solicitar la colaboración de otros Planeswalker que han jurado proteger y defender el Multiverso: los Guardianes.

Chandra Nalaar



Chandra, Torch of Defiance
Chandra Nalaar es una piromante impulsiva y segura de sí misma que defiende la libertad cueste lo que cueste. Chandra es tan compasiva como valiente y se guía por su afán de luchar por sus ideales. Su naturaleza rebelde y su espíritu ardiente son rasgos heredados de sus padres, a quienes creyó haber perdido cuando era joven. Chandra considera que habrían estado orgullosos de ella por haberse unido al grupo de Planeswalkers conocidos como los Guardianes y haber jurado proteger el Multiverso. Para ella, este juramento significa garantizar que todos los habitantes de todos los planos puedan vivir libres de cualquier opresión, algo que sus padres habrían deseado para su plano natal de Kaladesh.
Cuando Chandra descubrió a través del Planeswalker Dovin Baan que la seguridad de los habitantes de Kaladesh estaba en peligro, se puso en marcha sin la menor sombra de duda. Esta es la primera vez que regresa a su hogar desde la muerte de sus padres. Para proteger a las gentes de Kaladesh, Chandra está dispuesta a enfrentarse a los recuerdos dolorosos de su pasado.

Nissa Revane



Nissa, Vital Force
Resuelta, devota y profundamente conectada con la tierra, Nissa Revane es una Planeswalker que emplea la magia elemental. Cuando su plano natal de Zendikar se vio amenazado, Nissa sintió el dolor del mundo como si fuera el suyo. La feroz determinación de la elfa por defender su mundo asediado la llevó a buscar ayuda en otros planos del Multiverso. Los Planeswalkers que se unieron a ella para salvar Zendikar de los Eldrazi le han demostrado lo que un grupo de Planeswalkers afines pueden conseguir cuando trabajan juntos. Nissa se convirtió en miembro de los Guardianes y realizó el juramento de proteger hasta el último rincón de la Eternidad Invisible. Para ella, esto significa acudir en ayuda de todos los mundos y preservar la vida que albergan.
Cuando Chandra, su amiga y compañera en los Guardianes, partió a enfrentarse a una amenaza en su plano natal de Kaladesh, Nissa fue en pos de ella con intención de ayudarla. La elfa considera esto como una oportunidad de compensar una pequeña parte de la ayuda que Chandra le prestó en Zendikar. Nissa espera no decepcionarla.

Sucesos destacados de Kaladesh

Hay muchos momentos importantes en la historia de Kaladesh, pero los cinco más cruciales, llamados "sucesos destacados"
Feria de Inventores
Tras descubrir a través del Planeswalker Dovin Baan que una amenaza se cierne sobre los habitantes de Kaladesh, Chandra Nalaar regresa a su plano natal por primera vez desde que su chispa de Planeswalker se encendió. Liliana Vess la acompaña tanto por distraerse y divertirse como por ayudar a Chandra. Las dos llegan en medio de la concurrida Feria de Inventores, una exhibición de innovación y creatividad, pero también el lugar donde Dovin Baan predijo que los renegados darían un golpe. Cuando Chandra y Liliana se fijan en una sospechosa figura encapuchada, la persiguen a través de la Feria.
Arresto consular
Chandra y Liliana alcanzan al sospechoso y averiguan que se trata del infame Planeswalker Tezzeret. Antes de que puedan reaccionar, también descubren que Tezzeret es el juez principal de la Feria y que él mismo perseguía a su propia presa: ¡Pia Nalaar, la madre de Chandra! Madre e hija se quedan estupefactas, ya que ambas creían que la otra había muerto a manos del Consulado años atrás. Sin embargo, el reencuentro se ve frustrado cuando Tezzeret, Dovin y los soldados del Consulado arrestan a Pia, acusada de liderar la amenaza renegada. Nissa, cuya preocupación por Chandra la ha llevado a Kaladesh, impide que su amiga ataque a las fuerzas del Consulado en plena Feria. Tiene que haber una forma mejor de rescatar a Pia.
Trampa opresiva
Al advertir que la presencia de Tezzeret en Kaladesh puede representar una amenaza planar, o incluso interplanar, Liliana regresa a Rávnica con intención de alertar al resto de los Guardianes. Chandra no puede esperar, ya que debe rescatar a su madre. Por suerte, cuenta con la ayuda de Oviya Pashiri, una antigua amiga de su familia. La señora Pashiri conduce a Chandra y Nissa hasta Dhund, la prisión secreta del Consulado donde sospecha que han encerrado a Pia. Sin embargo, cuando llegan a Dhund caen en la trampa de Baral, el capitán del Consulado que asesinó al padre de Chandra y luego trató de ejecutarla. Baral busca venganza por el desenlace de su último encuentro, en el que Chandra escapó y le provocó quemaduras terribles, por lo que encierra a las aspirantes a salvadoras en una celda que comienza a llenarse rápidamente de veneno. Chandra y Nissa se niegan a viajar entre los planos y abandonar a la señora Pashiri, pero temen no tener más alternativa. En plena situación desesperada, alguien arranca la puerta de la prisión desde el exterior y un guerrero leonino acude al rescate de las tres: Ajani Melena Dorada.
Enfrentamiento fatídico
Tras huir de Dhund, Chandra y Nissa se reúnen con el resto de los Guardianes y descubren que Tezzeret planea retar a Pia a duelo durante la Gran Exhibición que pondrá fin a la Feria. Esa será la oportunidad de rescatar a Pia. Los Guardianes intentan pasar desapercibidos en la Gran Exhibición, pero no pueden impedir que Chandra salte a la arena cuando Tezzeret amenaza con ejecutar a Pia. Los demás entran en escena y apoyan a Chandra mientras ella utiliza su piromancia para enfrentarse al maníaco mago del metal. Justo cuando parece que han conseguido arrinconar a Tezzeret, este revela un as en la manga y consigue huir. Los otros Planeswalkers se sienten furiosos por haber perdido la oportunidad de atraparlo, pero a Chandra no le importa: su madre está a salvo.
Incautación
Cuando los Guardianes abandonan la arena, descubren para su sorpresa que Tezzeret había orquestado aquel enfrentamiento. Mientras todo el mundo tenía los ojos puestos en la Gran Exhibición, los cómplices de Tezzeret habían confiscado todos los ingeniosos inventos de la Feria. Ahora, Tezzeret se ha encerrado con su botín para empezar a construir un dispositivo misterioso, un artefacto con un propósito tan vil como el propio mago, según temen los Guardianes. La misión de estos en Kaladesh no ha hecho más que empezar. Los Guardianes tienen un nuevo objetivo y no permitirán que Tezzeret vuelva a engañarles.